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¡Nunca más ciencias sociales sin mujeres!

En un país como Guatemala, las ciencias sociales no son vistas como ciencias. Como resultado, son desvalorizadas, tanto social, como económicamente. Sin embargo, el compromiso de las científicas sociales por explicar la realidad social desde las diversas experiencias de ser mujer, las motiva a continuar trabajando. 

La desvalorización social de las ciencias sociales provoca que no se les reconozca el carácter científico que se brinda a otras ciencias. En el lado económico, implica que los salarios de quienes se dedican a ellas no sean proporcionales al trabajo que realizan. Ambas situaciones, “dificultan la situación del ejercicio profesional como mujeres”, según Ana Lucía Ramazzini, socióloga y educadora con una maestría en Investigación en Política y Sociedad, además de candidata a Doctora en Ciencias Sociales. 

Para las profesionales de las ciencias sociales, como Ana Lucía, la academia y el entorno laboral de las ciencias sociales son ambientes en los que desafían el patriarcado. 

El desafío de nombrar a las mujeres 

Ana Lucía Ramazzini estudió sociología en la década de los noventas, mientras el país transitaba a la época de la posguerra con la firma de los Acuerdos de Paz. Durante su etapa como estudiante de la Universidad de San Carlos de Guatemala, se percató de que su pensum de estudios incluía únicamente a teóricos hombres. “Me preguntaba: ¿Y las mujeres dónde están? ¿Por qué sólo se estudia a “los padres y a los precursores”? ¿Qué significa esta invisibilización?”, comentó. 


Según Ana Lucía, otras estudiantes y docentes de ciencias sociales cuestionaban lo mismo. “Surgía la necesidad de que nuestras experiencias, concebidas como individuales, se problematizaran como vivencias colectivas. De esta manera, se convertirían en asuntos públicos que debatiríamos dentro de la universidad”, señaló. Es decir, recordaban que lo personal es político. 


“Las mujeres parecían estar ausentes del análisis de la realidad, a pesar de estar presentes en todos los aspectos de ella”, explicó Aura Cumes. Como estudiante,  notó que en las ciencias sociales, los pueblos indígenas no eran considerados protagonistas y cuando eran analizados, se hacía desde la experiencia ladino-mestiza. 

Los compañeros de Aura cuestionaban constantemente su lugar en la ciencia como mujer indígena. Le preguntaban si, desde su posición, tendría la capacidad de leer la realidad desde la objetividad y neutralidad. “Mi formación en México la recuerdo como una lucha constante en contra del racismo”, narró. 

Los espacios de producción de conocimiento

La ciencia se construye por medio de la investigación, práctica y teorización. Aunque las formas de producir conocimiento varían, desde las instituciones académicas se suele creer que se realiza dentro de los márgenes de las universidades o de centros de pensamiento formales, lugares que conforman la denominada “academia”. En estos espacios, los retos para las mujeres son diversos. 

Desde sus inicios, la academia ha considerado la experiencia de vida de los hombres occidentales como universal. Según Ana Lucía Ramazzini, uno de los principales retos dentro de este espacio es que las mujeres sean reconocidas desde su status epistémico, “es decir, como generadoras de conocimiento”. Desde los feminismos se ha argumentado que el acto de conocer es contextual, sexual, racializado, situado y encarnado. 

Para las mujeres, “las condiciones, oportunidades y tensiones varían” dentro de la academia, indicó Ramazzini. Para las mujeres indígenas, los espacios desde los cuales pueden generar conocimiento son limitados. Aura Cumes lo explora en uno de sus estudios. “En las ciencias sociales somos vistas como auxiliares, aquellas que recogen los datos, que se van al campo. No como las pensantes. Hay una reproducción de las jerarquías raciales en las ciencias sociales”, señaló la antropóloga. 

Ciencia desde y sobre mujeres 

Existen mujeres que resisten y transgreden la academia tradicional desde “el posicionamiento y abordaje de las problemáticas, los equipos de investigación y discusión, los procesos de socialización y la re-visión de la forma estratégica para hacer que los hallazgos favorezcan la incidencia”, explicó Ana Lucía Ramazzini. Desde su experiencia, contar con ellas como aliadas y cómplices le ha dado fortaleza para el ejercicio profesional.

Algunas profesionales de las ciencias sociales han decidido posicionar las problemáticas de las mujeres y disidencias de género dentro de sus principales líneas de investigación. Ana Lucía Ramazzini se ha dedicado a analizar la construcción del conocimiento en el espacio educativo y ha realizado investigaciones sobre el androcentrismo, el patriarcado y las prácticas sexistas en la academia. También publicó diversas investigaciones sobre violencia contra la vida y cuerpos de las niñas, adolescente y población LGBTIQ+. 

Otras mujeres, en sus investigaciones, analizan también las relaciones de poder y los múltiples sistemas de opresión. Una de ellas es Aura Cumes, quien cuestiona y desafía lo que conceptualizó como patriarcado colonial. Ha investigado la relación entre las mujeres indígenas, el patriarcado y la colonización, así como el vínculo entre el multiculturalismo, el género y los feminismos. 

Dedicarse a las ciencias sociales en un país que las desvaloriza, a pesar de ser fundamentales, es un desafío. Pero para Ana Lucía Ramazinni vale la pena,  “tienen el potencial de comprender, problematizar, visibilizar las relaciones de poder y sus entramados. Hacen posible accionar para transformarlas, generando evidencia, nuevas preguntas, abriendo discusiones y diálogos y nutriendo las resistencias”, señaló.

Para estudiar ciencias sociales, según Aura Cumes, es necesario tener pasión. “Pasión por aportar, por colocar análisis que busquen llenar determinados vacíos. Esa es, para mí, la más grande satisfacción”, finalizó.