Las mujeres Achi rompen el silencio de la guerra
“Ellos mataron a mi esposo y luego llegaron a mi casa preguntando por él, cuando ellos mismos lo habían hecho. Quemaron mi casa, se robaron mi dinero, me violaron. Yo tenía 2 o 3 meses de embarazo, tuve un aborto, era mucho el dolor. Luego me llevaron con otras mujeres a tortear para los patrulleros y el ejército al destacamento militar”. Testimonio de sobreviviente.
La justicia de Guatemala ha hecho esperar desde 2011 a 36 mujeres Achi sobrevivientes del Conflicto Armado Interno (CAI) para que sean escuchadas y relaten la violencia sexual que hace 40 años atravesaron por parte de Bernardino Ruiz Aquino, Benvenuto Ruiz Aquino, Damián Cuxum Alvarado, Gabriel Cuxum Alvarado y Francisco Cuxum Alvarado, expatrulleros de autodefensa civil (PAC).
Desde el 4 de enero los cinco ex patrulleros enfrentan la última etapa de debate público y oral, por delitos de deberes de la humanidad, en su forma de violencia sexual.
Este juicio, a través de las abogadas mayas querellantes adhesivas y el Ministerio Público, se ha ido evidenciando y reafirmado que la violencia sexual es un crimen de guerra y es un crimen de lesa humanidad que debe ser juzgado y condenado.
Rompiendo el silencio
Portando güpiles negros, collares rojos y perrajes para cubrir sus cabezas y una mirada que revela fuerza y coraje, las mujeres Achi llegaron a contar en su idioma materno y otras en español lo que pasó cuando los patrulleros llegaron a sus hogares.
“Me quedé sangrando un mes, yo no sabía nada, solo mi tía me dijo ¿qué te pasó?”, contó una sobreviviente quién solo tenía 12 años cuando fue abusada sexualmente por los hermanos Benvenuto y Bernardino Ruiz Aquino.
A finales de la década de 1970 Rabinal, Baja Verapaz era un lugar tranquilo, donde las mujeres se dedicaban a realizar el fuego para hacer tortillas y la comida diaria, mientras los hombres cultivaban. Hasta que en el 1980 empezó la represión por la guerra interna que vivía el país y la política del Estado de convocar a “voluntarios” campesinos a formar patrullas y entregarles armas, según se explicó en el peritaje del origen de las PAC, como una estrategia de crear control al interior de la comunidad.
Perito- ¿Por qué crees que sucedieron estos actos violentos?
Sobreviviente- “Es que nosotros somos mucho más malos, nos matamos entre nosotros”.
Este testimonio resalta la estrategia contrainsurgente de eliminar al enemigo interno, por medio de integrantes de la misma comunidad. Situación que ocurrió entre 1981 y 1983, cuando integrantes de las PAC mataron a esposos, abuelos y padres de las mujeres Achi, para luego proceder a la violación sexual, trabajo forzoso, quema de viviendas a mujeres embarazadas, niñas y adolescentes.
“Me quitaban la faja, el corte y me decían si no querés ahí está el lazo. Yo estaba embarazada y perdí a mi bebé. Dos noches y tres días estuve en la aldea de Xococ, mi hija me iba a dejar comida y no la dejaban entrar. Al tercer día salí y apenas aguanté caminar”, relató una de las sobrevivientes en idioma achi, quién identificó a Gabriel Cuxum como la persona que la violó dos veces y otro patrullero que ya falleció.
De acuerdo con el Informe de la Comisión del Esclarecimiento Histórico (CEH), en el pueblo Achi se utilizó la violación sexual colectiva y pública como un arma de guerra, indicó la abogada Lucía Xiloj, querellante adhesiva.
Mujeres indígenas de otros territorios también han llegado a acompañar este proceso y exigir justicia para las sobrevivientes. “Creo firmemente que este caso contribuye a recuperar la dignidad y el honor de las mujeres, castigando a los responsables de tantas violaciones sexuales y las otras violaciones a los derechos humanos contra las mujeres y comunidades indígenas. Es un caso paradigmático porque esto es como una muestra de todo lo que sucedió en todo el país, al igual que como los casos Ixil y Sepur Zarco. Es muy incipiente que los juzgados conozcan estos casos que sucedieron contras las mujeres mayas de las distintas áreas lingüísticas. Las mujeres Achi, también merecen que sea un caso condenatorio porque es parte de la verdad histórica”, expresa Rosalina Tuyuc, maya kaqchikel de la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA).
Un juicio con rostro de mujer
A cada uno de los procesados se le acusa de delitos contra los deberes de Humanidad en su forma de violación sexual.
Las abogadas Lucía Xiloj, Haydeé Valey y Gloria Elvira Xitumul en cada audiencia han demostrado, por medio de pruebas que han ofrecido con el Ministerio Público, que lo que pasó en Rabinal no puede quedar impune. Guatemala se ha suscrito a un sinfín de instrumentos internacionales para condenar la violencia contra las mujeres, y también sigue teniendo una deuda histórica con el pueblo maya por los hechos ocurridos durante el conflicto armado interno, en donde se contabiliza que el 83% de las víctimas eran indígenas, según el informe de la CEH.
Durante los doce días de este juicio histórico, las mujeres Achi han estado presentes, con una mirada fija en el tribunal y escuchando lo que sucede. La valentía les acompaña y la fuerza de no callar más lo que hace 40 años les ha llevado a exigir justicia.
Un tribunal con precedentes
La sala del Tribunal de Mayor Riesgo “A” ha sido el lugar que ha tomado este juicio, presidido por la jueza Yassmin Barrios. Este tribunal ha dictaminado sentencias históricas para las mujeres, como el caso del genocidio Ixil en el 2013 y el femicidio de Isabel Véliz Franco en el 2021.
Las audiencias han terminado y se programa para el 24 de enero emitir sentencia.