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La granja de doña Toni: un espacio familiar que nació de la nostalgia migratoria

Doña Toni alimenta a su caballo Facundo con las mismas hortalizas de su huerto. Foto de Maylin Hernández

Doña Antonieta del Cid de Muralles o “doña Toni”, como cariñosamente le dicen, tiene 77 años. Junto a su esposo Antonio Muralles, de 82 años, mantienen una granja modelo en la colonia La Cebadilla, en la zona 25 de la capital de Guatemala. Comenzaron a trabajar en ella con la finalidad de preservar prácticas y conocimientos, cosechar alimentos libres de químicos y hacer lo que más les gusta: compartir con otras personas las experiencias y aprendizajes que adquirieron con el tiempo.  

Por Maylin Hernández

Doña Toni y su familia vivieron por más de 30 años en Estados Unidos, pero decidieron regresar a Guatemala. Ella tenía 34 años cuando se fueron a vivir a la ciudad de Chicago, en Illinois. “La vida en Estados Unidos no es fácil como la gente dice. Todo es muy caro, tanto mi esposo como yo no éramos felices. Él extrañaba el campo y yo tenía el deseo de ayudar más a las personas. Me decía: ‘qué nos espera en Estados Unidos cuando nos jubilemos, cuándo ya no podamos trabajar, ¿quedarnos encerrados en un apartamento?’”, dice.

Las inquietudes se agravaban con el paso del tiempo. Doña Toni se preguntaba, “¿Si no tenemos casa propia qué va a pasar? Lo que nos van a dar de jubilación no alcanza para vivir. Miraba a las personas de otras nacionalidades, viejecitos que andaban con su bolsa y recogían latas de aluminio para vender. Una vez le pregunté a un señor chino: ¿Usted por qué recoge los botes? Me respondió: ‘porque el dinero no alcanza para comer; no alcanza para vivir’”.

Doña Toni junto a su caballo Facundo. Foto de Maylin Hernández

Doña Toni le preguntó si era jubilado y recibió un sí como respuesta. “Es muy poquito, no alcanza para vivir. Esas palabras, esa realidad me llegó al alma. Fue así que con mi esposo Tono, nos fijamos la meta de construir en cinco años, nuestra casa en Guatemala”, relata.

Dividieron los gastos: el salario de don Tono era para comprar comida y pagar la renta y el de doña Toni, lo enviaban a Guatemala, para que su familia los apoyara en la construcción de la casa. “Así fue como regresamos a nuestro país después de vivir 30 años en Estados Unidos”, cuenta.

Trabajo solidario

De regreso en Guatemala, doña Toni comenzó a trabajar en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) porque mantenía el deseo de ayudar a las personas. En la FAO, una agencia internacional cuyo objetivo es erradicar el hambre en el mundo y alcanzar la seguridad alimentaria, doña Toni aprendió cómo utilizar las herramientas agrícolas y a cultivar el campo. “A pesar de mi edad yo quería aprender. Al principio me costó porque no sabía los nombres de las herramientas o agarrar un azadón”, recuerda.

En tanto, su esposo, don Tono, se hizo miembro del Comité de Vecinos y trabajó con el grupo que promovió la construcción de un puente para ingresar a la colonia La Cebadilla, en la zona 25 de la capital de Guatemala.

Aprendió técnicas de cultivo y manejo de herramientas agrícolas con la FAO, pero también buscó la experiencia de ingenieros agrónomos, cuenta doña Toni. “Me enseñaron de lombricomposta y compostaje bokashi”, explica.

“Me hice la promesa de que, en cinco años, lo que se cosechara en el huerto lo consumiría con mi familia. Pero, lo logré en tres años”, menciona orgullosa.

Doña Toni convirtió y registró su huerto como reserva natural privada y la llamó “La Granja La Cebadilla”, también está registrada como Centro Demostrativo y de Capacitación en Agricultura Urbana y Periurbana y Tecnología de Microhuertos con la finalidad de ofrecer charlas, jornadas de capacitación y talleres sobre huertos orgánicos.

Un grupo de familias al finalizar un taller sobre cultivos en la granja de doña Toni. Foto del Colectivo Chiviricuarta

Durante la pandemia por la COVID-19, la familia de doña Toni tenía a la mano limones y ramos con hojas de eucalipto, que en su momento fueron los remedios caseros más demandados durante ese periodo. Además, compartían los frutos de las cosechas con los vecinos de la comunidad.

Un huerto orgánico que aprovecha la lluvia

En la actualidad, en el huerto se cultiva maíz, frijol, café, fresas, espinacas, chiles, acelgas, cilantro, cebolla, loroco, camote, yuca y lechugas. También hay árboles de mandarinas, maracuyá, carambola, acerola, guayaba, pitahaya, mangos, limones y guanacaste.

Lechuga lista para la cosecha. Foto de Maylin Hernández

Fresas orgánicas listas para la cosecha. Foto de Maylin Hernández

Doña Toni utiliza un sistema de captación de lluvia con el cual mantiene los cuidados del huerto. Su casa, que es un octágono, tiene alrededor del techo, una serie de tubos, con los cuales se dirige el agua hacia los tanques y de allí llenan las regaderas de jardín con las cuales riegan los cultivos.

El sistema de captación de agua en la casa de doña Tony. Foto de Maylin Hernández

Un proceso cuidadoso

En el huerto de doña Toni se cuida cada proceso. La tierra, por ejemplo, es rica en nutrientes porque se combina con un tipo de abono de origen japones, llamado bokashi; las semillas son seleccionadas y se siembran en recipientes reciclados para que broten. Los cultivos se riegan con lixiviados de lombricomposta. “Es un proceso largo, pero es lo más maravilloso que puede existir. Cuando estoy triste o enferma toco la tierra, paso tiempo en el huerto”, comenta doña Toni. Observa los colores, respira aire puro y levanta su ánimo. “Cada vez que algo florece o miro los retoños de los cultivos, realmente soy feliz”, afirma.

Doña Toni muestra el proceso de lombricomposta. Foto de Maylin Hernández

Los cultivos se realizan con macetas recicladas. Foto de Maylin Hernández

Los momentos de dicha también están acompañados de preocupaciones y desvelos. “Hay dificultades porque todo requiere dinero. Aquí tengo que pagar a dos personas que me ayudan. Cuando voy a comprar herramientas tengo que pagar a quien me lleva, la gasolina y la comida”, menciona.

Actitudes machistas también ensombrecen los días de doña Toni, quien intenta vender la tierra mezclada con composta bokashi y los lixiviados de lombricomposta, pero con pocos resultados. “Los hombres no creen en estos procesos, piensan que solo con químicos se puede lograr una buena cosecha”, menciona.

Doña Toni separa la tierra de otros materiales después de haber pasado por compostaje bokashi. Foto de Maylin Hernández

También la edad le impone limitaciones. A veces le cuesta trabajar con una pala, una piocha o un machete. “Quisiera tener el contacto de un herrero o de alguna persona que me pueda hacer herramientas. He visto y he leído acerca de herramientas que no pesan mucho y son interesantes para el trabajo que hago. Así puedo ahorrarme esfuerzo y hacer más durante el día”, añade.

Mensaje final acompañada de Facundo

Doña Toni recomienda aprender a alimentarse de forma balanceada, sana y que los alimentos estén libres de químicos. “No nos neguemos a tener un huerto. Si no tienen mucho espacio se puede hacer un huerto vertical con botellas recicladas o sobre las terrazas. Lo importante es tener paciencia y cultivar con mucho amor, porque si ustedes aman a Dios esta es una forma de amarlo, al cuidar y respetar la naturaleza y amar al prójimo”, comenta.

Al finalizar la entrevista, doña Toni mostró su granja a Prensa Comunitaria, durante una parte del recorrido apareció su caballo Facundo, quien acompaña a la familia desde hace siete años. Facundo recibió ese nombre en honor a Facundo Cabral, un reconocido cantautor del que doña Toni es fan.

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.