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De catequista a curandera, el legado de la abuela Daniela Ticurú en Palencia

Créditos: La abuela Ticurú Mijangos en una jornada de recolección de plantas medicinales, en Palencia, en 2022. Foto de Maylin Hernández

La abuela Daniela Ticurú Mijangos falleció en septiembre de 2022 a los 73 años. Fue una curandera del municipio de Palencia que dejó un legado de servicio comunitario y conocimientos sobre la medicina natural. Durante más de cuatro décadas recibió en su casa a cientos de niños y niñas del territorio norte del departamento de Guatemala para su proceso de curación.

Por Prensa Comunitaria

Antes de convertirse en curandera comunitaria, la abuela Daniela Ticurú fue catequista y trabajó en servicios del hogar en la capital de Guatemala. También vendió pan de maíz recorriendo a pie varias comunidades del municipio de Palencia. Sin embargo, durante una noche de los años 80, su vida le cambió cuando decidió aplicar sus conocimientos sobre medicina natural para curar a sus dos hijas y un hijo. Desde entonces, decidió ofrecer su servicio para sanar a la población.

Durante su vida, Daniela Ticurú fue una abuela muy activa en Palencia. Dedicó su servicio comunitario a visitar enfermos y ancianos, así como a acompañar a vecinos en rezos. Siempre apoyó a la juventud en actividades comunitarias, asistió a caminatas ecológicas, asambleas y eventos culturales.

Cuando se le preguntaba sobre sus conocimientos o cómo había aprendido a usar las plantas medicinales, la abuela solía responder que era un “secreto” o “es que, si no, no hace efecto”.

Además, fue una de las fundadoras del Colectivo Chiviricuarta, desde donde puso a disposición sus conocimientos. Como integrante de la organización promovió “La Terraza”, un espacio educativo para niñas y niños.

Falleció el 15 de septiembre de 2022, pero su legado permanece presente en cientos de niñas, niños, adolescentes y juventudes a quienes, acompañó desde el amor y el servicio comunitario.

Daniela Ticurú, la abuela curandera de la niñez de Palencia. Foto de Maylin Hernández

Catequista de corazón, pero curandera por elección

En los años 70 y 80, la abuela Ticurú Mijangos se desempeñó como catequista de primera comunión en el movimiento de la Acción Católica, de la parroquia de San José Palencia. Su hogar no solo era un espacio para impartir enseñanzas bíblicas, también fue un refugio para cientos de niños y niñas. Además de compartir conocimientos religiosos ofrecía un plato de comida y organizaba excursiones por las calles, bosques y ríos del municipio. Durante estas salidas, le enseñaba a la niñez a valorar la naturaleza y la importancia de conservar las plantas medicinales que crecen de manera silvestre en los bosques y al pie de los cercos.

En los 80, la falta de acceso a la salud y recursos en Palencia la llevó a una nueva vocación: ser curandera comunitaria. Una necesidad que vivió en carne propia al ver a sus tres hijos enfermos. Guiada por los conocimientos ancestrales y la medicina natural, Daniela Ticurú se convirtió en la curandera de cabecera para cientos de familias en Palencia, aldeas circundantes, municipios y algunos departamentos.

Durante el periodo más álgido del conflicto armado interno y la creciente persecución a religiosos de la Acción Católica llevó a que los sacerdotes encargados pidieran a los catequistas que se replegaran y pausaran su servicio en la iglesia. La abuela Daniela fue una de las personas que abandonó el servicio de catequista para salvaguardar su vida ante la persecución del Ejército de Guatemala.

Sin embargo, para ese momento, su casa ya no solo recibía a niños y niñas para la catequesis de primera comunión, también acogía a quienes buscaban remedios para el empacho, el cuajo (padecimiento gastrointestinal en menores), las barillas, o agüitas para las gripes y la flema. Muchas mujeres comenzaron a llegar a su casa para recibir el control durante el embarazo.

La abuela Daniela Ticurú durante una jornada de recolección de plantas y hiervas con jóvenes del Colectivo Chiviricuarta. Foto de Maylin Hernández

La abuela Daniela basó sus prácticas de sanación en conocimientos ancestrales y de medicina natural. Foto de Larissa Osorio

“A doña Danielita la conocí cuando atendía a niños y los sobaba para quitarles el empacho o subirles el cuajo. Siempre que uno la visitaba la encontraba torteando ahí en su pollo y lo primero que hacía era ofrecerle a uno una tortilla con frijolitos, con queso o con salita. Mis patojos ya están grandes, a todos ellos, ella los curaba cuando eran niños. Yo le tengo mucho que agradecer”, recordó una vecina de la comunidad de Pie del Cerro.

La abuela Daniela basó sus prácticas de sanación en conocimientos ancestrales y de medicina natural. Todo su conocimiento estaba regido por la lectura de la luna y el uso del número tres, un enfoque único de sanación basado en la Trilogía Cósmica. Este concepto, arraigado en la cosmovisión Xinka, se equilibra en la interacción entre el sol, la luna y la tierra, y está íntimamente relacionado con la estructura y los procesos biológicos de los seres vivos. A pesar de que la abuela no se identificaba con un pueblo originario o directamente con la cultura Xinka, sus conocimientos guardan una estrecha relación con esta forma de ver y entender el mundo y se reflejan en el uso de la Trilogía Cósmica en sus procesos de sanación.

Cuando al niño o a la niña se le caía el cuajo, era necesario colgarlo tres veces y darle tres palmadas en la planta de los pies. Si el problema era el empacho, la solución consistía en sobarlo durante tres días consecutivos. En caso de que la niña o el niño tuviera una mala posición en el vientre de la madre, Ticurú, durante la luna tierna, aplicaba sus conocimientos tres veces para corregir la posición, creyendo en la conexión especial entre este astro y los procesos gestacionales.

Para acompañar un proceso de embarazo siempre recomendaba un periodo de tres meses de cuidados intensivos durante la gestación.

El uso y conservación de las plantas medicinales

Durante más de cuatro décadas de servicio como curandera, la abuela Ticurú Mijangos desarrolló importantes conocimientos sobre herbolaria y el uso de plantas medicinales para los procesos de sanación. En su casa, recibió a cientos de niños, niñas y jóvenes que la visitaban para aprender sobre las plantas, ayudándolos a seleccionarlas e identificarlas según su uso y propiedades.

El uso de hierbas y plantas medicinales fue una faceta esencial de sus prácticas, siguiendo siempre el mismo patrón trinitario. Para las “tomas y agüitas”, la abuela recomendaba usar tres cojollitos, tres hojas, tres ramitas, tres cáscaras o tres manojos en su preparación, según fuera el caso, para ser ingeridos durante tres días consecutivos. Este ciclo, según ella, era clave para aprovechar al máximo las propiedades curativas de las plantas.

La abuela en una jornada de recolección de plantas y hiervas medicinales en las montañas de Palencia. Foto de Maylin Hernández

Muchas de las plantas medicinales que la abuela Daniela Ticurú utilizaba las recolectaba en los bosques, cercos, en las siembras de traspatio o crecían de forma natural alrededor de los cultivos de milpa.

En varias ocasiones mencionó que algunas plantas estaban escaseando porque “se están acabando los bosques y la milpa ya no se da igual como antes, porque ahora se utiliza mucho químico”. Asimismo, conforme los cercos vivos llenos de izotes, piñón, suquinay, pito, flor de saúco y guayaba han sido sustituidos por cercos de alambre, block y cemento, muchas de estas plantas y árboles con propiedades curativas están entrando en peligro de extinción.

La abuela Daniela dijo en varias ocasiones que muchas de estas plantas, importantes para tratar gripes comunes, indigestiones y problemas respiratorios, ya no se lograban recolectar en los espacios urbanos y solo se podían conseguir en las montañas.

Las plantas silvestres que crecen de manera natural en los bosques del corredor nuboso de Palencia, como la lengua de vaca, diente de león, salvia, palo santo, té de limón, salvia sija y otros arbustos con propiedades medicinales, también se han ido perdiendo debido al aumento de la tala de los bosques y la sustitución de los bosques naturales por plantaciones agroforestales, principalmente de café. Esta situación ha generado una pérdida en la biodiversidad y la presencia de plantas medicinales.

Hasta el año 2020, el Instituto Nacional de Bosques (INAB) registraba que el municipio de Palencia, del departamento de Guatemala, tenía una cobertura forestal del 13.48%, un porcentaje que ha disminuido significativamente, en 2024, debido a la presencia de 59 licencias en trámite y aprobadas para la tala de bosques en el municipio.

La abuela ya predecía esta situación con más preocupación debido a que el municipio aún presenta barreras y desigualdades en el acceso a los servicios de salud, ya que solo se cuenta con un Centro de Atención Permanente (CAP) en la zona urbana de Palencia y muchas personas tienen como única alternativa el uso de plantas medicinales para tratar enfermedades. A medida que se reducen los bosques naturales y la biodiversidad, disminuye el acceso a plantas con usos y propiedades medicinales.

“Muchas veces llevé a mis patojitos enfermos al centro de salud y no los atendían. Además, nos dejaban comprar medicinas caras que ni siquiera había en ese entonces acá en el pueblo. Fue así como conocí a doña Daniela. Una vez bajamos de la montaña con mi patojita, así de gravedad, y a las 11 de la noche le estábamos tocando la puerta a ella y nos atendió. Ella siempre mantenía sus plantas para las agüitas que daba. Si no es por ella, mi patojita se me muere. Imagínese, a esa hora, ¿cómo llega uno a un hospital en Guate (capital de Guatemala)?, se preguntó una madre de la aldea Sansur que conoció el trabajo de la abuela Daniela.

El compromiso de la abuela o doña Daniela no se limitaba a intervenciones esporádicas, su proceso de acompañamiento seguía una estructura de tres días consecutivos. Si una niña, niño o adulto no mostraba mejoría al cabo de este tiempo, el ciclo se repetía por tres días adicionales.

Cuando se le preguntaba sobre sus conocimientos y prácticas basadas en el número tres, o cómo había aprendido a usar las plantas medicinales, la abuela solía responder que era un “secreto” o “es que, si no, no hace efecto”. Siempre guardó estos conocimientos con recelo, pero estaba abierta a compartirlos poco a poco.

La abuela en un espacio con señoritas, identificando plantas y enseñando sus propiedad y formas de conservación. Foto de Maylin Hernández

El legado que dejó en Palencia

Durante su vida, Daniela Ticurú fue una abuela muy activa en Palencia. Dedicó su servicio comunitario a visitar enfermos y ancianos, así como a acompañar a vecinos en rezos. Siempre apoyó a la juventud en actividades comunitarias, asistió a caminatas ecológicas, asambleas y eventos culturales.

Además, fue una de las fundadoras del Colectivo Chiviricuarta, desde donde puso a disposición sus conocimientos. Como integrante de la organización promovió “La Terraza”, un espacio educativo para niñas y niños. Al notar el interés de la niñez en las actividades del Colectivo Chiviricuarta, las participar en talleres de dibujo y lectura, convirtiendo una parte de su casa en un espacio de encuentro colectivo para la niñez, la juventud y la articulación de procesos de organización comunitaria.

La abuela Daniela Ticurú facilitando un taller sobre la importancia y el uso de las plantas medicinales dirigido a niños y niñas. Foto del Colectivo Chiviricuarta

En 2022, también fue parte del equipo de facilitadores de un proceso de educación popular dirigido a infancias, donde facilitó talleres de medicina natural para niñez y jóvenes. También organizó caminatas para la recolección de plantas medicinales en bosques, barrancos y laderas de ríos, con el objetivo de transmitir sus conocimientos sobre el uso de las plantas medicinales y la importancia de su conservación.

Daniela Ticurú junto al equipo de facilitadores del proceso de educación popular “Navegando por nuevas narrativas”. Foto del Colectivo Chiviricuarta

La abuela que siempre resistió, acompañó el décimo aniversario de la Resistencia Pacífica de la Puya, en marzo de 2022. Foto de Maylin Hernández

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón y Quimy de León.