Tejiendo las raíces del Movimiento Estudiantil Universitario Feminista
Por: Lidia Rabanales
El día 19 de junio se conoció que el catedrático de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Hugo Cabrera, compartió en el chat de su curso un video privado de una estudiante de dicha unidad académica. Otros compañeros se encargaron de difundirlo por todas las redes sociales, vulnerando la privacidad de la compañera. Probablemente no sea la primera vez que ocurre, pues este hecho es solo un ejemplo del acoso y violencia que tenemos que vivir las mujeres en la universidad a lo largo de nuestro ciclo académico.
En los años 2019 y 2020 se han suscitado distintos hechos de violencia hacia mujeres estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala. No han sido los únicos años, mucho menos las únicas agresiones que se han dado, pero sí han sido los años en los que se ha visibilizado más la violencia machista que se vive en la casa de estudios. Como podremos imaginarnos, los casos de abuso, acoso y violencia sexual, así como psicológica y física, no son un secreto. Sin embargo, según el estudio exploratorio sobre acoso sexual realizado por AEU en el 2018-2019, el 93% de las estudiantes que afirmaron haber sufrido este tipo de violencia en la USAC nunca denunciaron debido a la inoperancia e indiferencia de las autoridades ante esta situación, pues carecen de protocolos de denuncia y de voluntad política que castigue a los abusadores, así como de acompañamiento hacia las víctimas.
Marroquín (2017) en su informe final de la investigación Violencia en el ámbito de la educación superior pública hace referencia a que el 12% de los hechos “delictivos” que se dan dentro del campus son agresiones sexuales y 2% violaciones o intentos de violación. Esto es altamente preocupante ya que estamos hablando de hechos que no son reconocidos como violencia machista, por lo tanto, en esta categoría, según el análisis de la autora no entrarían los diferentes tipos de agresiones que se pueden cometer dentro de las dinámicas académicas, con compañeros, catedráticos o personal de la universidad, pues según Asociación de Estudiantes Universitarios -Oliverio Castañeda de León- & ONU Mujeres (2019) 477 personas de las 787 encuestadas comentaron haber sufrido acoso dentro de su propia unidad académica, y dentro de esta el 31% lo sufrieron dentro del aula. Además, Marroquín (2017) afirma que el 61% de las personas que confirmaron haber sufrido algún hecho delictivo son mujeres. Esto nos dice que hay una realidad palpable donde las mujeres somos significativamente mucho más vulnerables a hechos de violencia dentro del campus central de la universidad.
Con el desarrollo de la conciencia crítica de algunas estudiantes se han podido identificar diversas agresiones y a quienes las perpetúan, haciendo contrapeso a la indiferencia de las autoridades y comunidad universitaria. El sentido de colectividad y acompañamiento por parte de otras mujeres ha provocado que las sobrevivientes visibilicen a sus acosadores, abusadores y violadores. Al ver que no son las únicas que han sufrido violencia, se da un sentimiento de empatía y solidaridad que nos ha empujado a tomar acciones donde exigimos a las autoridades universitarias que se tomen cartas en el asunto respecto al tema, con propuestas que ataquen el problema de raíz.
No ha sido fácil, pues la organización estudiantil está cargada de prejuicios machistas y reproducción de roles de género, más desde la cooptación de distintos puestos de representatividad. Pero las mujeres universitarias nos hemos propuesto romper muchas barreras, incluso las que han sido construidas históricamente, que no nos permiten vernos entre nosotras como aliadas y compañeras. Muestra de este esfuerzo es que en febrero de este año se hicieron las primeras asambleas de mujeres feministas convocadas por la Asociación de Estudiantes Universitarios “Oliverio Castañeda de León”. Lo que se ha logrado debido que en los últimos años hubo un incremento en la participación de mujeres en puestos de representatividad estudiantil. Esto ha ayudado a que los problemas que vivimos como universitarias sean expuestos.
El movimiento estudiantil feminista está apenas surgiendo. A pesar de eso, vemos cómo las nuevas generaciones que ingresan a la universidad se incorporan a las acciones políticas donde se exige el cese de las agresiones, y están decididas a construir una universidad libre de violencia. Sin embargo, aún nos falta seguir analizando, profundizando y llegar a consensos entre nosotras que nos permitan encausar una agenda del movimiento. Pues en un país como Guatemala, que es constantemente golpeado por acciones de corrupción y violencia, el movimiento estudiantil feminista ha estado en una constante respuesta hacia situaciones coyunturales, pero es necesario que nos sentemos a conversar sobre qué queremos lograr y las maneras que implementaremos para lograrlo. Es vital trazar rutas de acción y animarnos a colectivizar. Estoy segura de que las acciones de hoy darán grandes frutos, probablemente no mañana, pero sí a largo plazo. Reconocemos que en estos momentos estamos construyendo y sentando las bases para que las generaciones venideras puedan llevar a cabo otro tipo de iniciativas, probablemente de mayor peso. Por eso, muchas colectivas y mujeres estudiantes nos hemos decidido por aportar y luchar desde la ternura, la complicidad, el cariño, la humanidad e interpelación, para que las generaciones futuras tengan un cimiento donde pararse y dirigir el movimiento con sus propias demandas sin sentir que están tambaleando.
Estamos hartas de la impunidad y permisividad con la que se tratan los casos de violencia machista en la USAC, la forma en la que los agresores no tienen repercusiones en su actuar y la forma en la que la víctima es, en reiteradas ocasiones, humillada, re victimizada y vulnerada. Estamos conscientes de esto. Por eso nos hemos inclinado a buscar apoyo en otras compañeras, pues sabemos que en ellas podemos encontrar luz y esperanza para seguir en esta lucha.
No descansaremos y no cesaremos de exigirle al Consejo Superior Universitario y a las autoridades de cada unidad académica que implementen protocolos de denuncia ante cualquier tipo de violencia machista, esto para que pueda haber sanciones y repercusiones para los perpetradores y, en consecuencia, se edifique una universidad libre de violencia para las mujeres estudiantes.
Referencias:
Asociación de Estudiantes Universitarios -Oliverio Castañeda de León- & ONU Mujeres. (2019, septiembre). ESTUDIO EXPLORATORIO SOBRE EL ACOSO SEXUAL EN LA UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA Evidencias para la toma de decisiones (N.o 1). ONU mujeres. https://lac.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2019/09/estudio-expliratorio-sobre-acoso-sexual-universidad-de-san-carlos-guatemala
Hilda Beatriz Marroquín Suárez. . (2017, noviembre). VIOLENCIA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR PÚBLICA (N.o 4). Universidad de San Carlos de Guatemala.