Las mujeres que acompañan y defienden a niñas en Alta Verapaz
A lo largo de la historia de la humanidad, las mujeres han buscado apoyo en otras mujeres por diversas situaciones. La sororidad se refiere a ese apoyo mutuo, a esa igualdad, hermandad y reconocimiento entre las mujeres. Pero también desde el feminismo, es un pacto frente al patriarcado.
Por: Yeimi J Alonzo
La investigadora mexicana Marcela Lagarde, considera que la sororidad es un pacto político para eliminar las desigualdades de género. Esas desigualdades cuya expresión también se reflejan en la violencia sexual, que marcan o destruyen la vida de las mujeres, sobre todo de las niñas cuando son forzadas a continuar un embarazo producto de una violación.
De acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala (INACIF) en el 2022, hubo 8 mil 224 reconocimientos médicos por delitos de violencia sexual en donde 7 mil 456 fueron hechos a mujeres, incluyendo 36 niñas de 1 año de edad.
La cifra más alta de evaluaciones médicas por el delito de violación sexual osciló en su mayoría sobre niñas de 10 a 14 años edad con un total de 2 mil 824 casos a nivel nacional. Para imaginar esta cifra, es como si un aproximado de 57 buses escolares se llenaran con las niñas.
Este dato interactúa con la cifra de 2 mil 187 registros de madres de entre 10 a 14 años según reveló el Observatorio en Salud Reproductiva (OSAR), lo cual indicaría a simple cálculo, que únicamente 637 niñas no se convirtieron en madres de manera forzada luego de ser violentadas sexualmente durante el año 2022. Esto sin contar con los subregistros que existen, con casos que nunca se conocerán, en especial en áreas rurales lejanas como en Alta Verapaz, un departamento con mayor incidencia de la problemática.
Las que luchan en las comunidades
Al enfrentar esta situación de violencia, entre los primeros espacios de atención a donde acuden las mujeres y niñas se encuentra el círculo familiar, su madre, hermanas, abuelas; sin embargo, según datos de OSAR en esos espacios cercanos muchas veces se encuentran también los agresores que las han violentado como el padre, hermanos, primos, tíos o abuelos.
Entre los espacios cercanos dentro de la comunidad urbana o rural, pueden acudir a los relacionados con la Atención Primaria de Salud, donde las comadronas y enfermeras que están en alianza al sistema de salud estatal, pueden acompañar embarazos y brindar consejería, entre otros.
En el departamento de Alta Verapaz, que hoy ocupa el segundo lugar con más casos de niñas embarazadas en el país, con 4 mil 26 nacimientos según OSAR en niñas y jóvenes de 10 a 19 años, también pueden encontrar apoyo en organizaciones que velan por los derechos de las mujeres.
En ese departamento, con población de origen maya Q’eqchi’ la figura de la comadrona o la lideresa, son importantes para las comunidades y para las niñas y jóvenes, porque son quienes las orientan y encaminan a un puesto de salud, donde luego son acompañadas por las enfermeras e incluso para poner la denuncia ante el Ministerio Público.
Las niñas y adolescentes también acuden a otras mujeres en diversos espacios como la clínica de apoyo psicológico del hospital regional de Cobán, donde Marta Barahona, es psicóloga.
Marta comenta que ha acompañado cientos de casos de niñas menores de 14 años en estado de gestación. “Mi trabajo desde acá es la atención personalizada a cada paciente que busca este espacio, incluyendo a sobrevivientes de violencia, en este caso, enfocándome a niñas menores de 14 años de edad que en algún momento han resultado embarazadas como producto de una violación sexual”, agrega.
La psicóloga cuenta que el apoyo es integral, primero está la detección, seguido de la atención médica para conocer su proceso y luego la atención social. “Si en algún momento se puede, también la nutricional, tratando de dar la atención integral en apoyo a las mujeres para que en algún momento se encuentren fortalecidas, no se sientan solas y sepan que cuentan con todo el apoyo de cada una en este lugar”.
Marta también explica que la salud mental de las niñas antes del parto es de aflicción y desconcierto frente a la situación que atraviesan, por lo que tratan de apoyar en todo sentido ya que después del parto no dejan de buscar ayuda, dándoles seguimiento, asesoramiento, hasta donde ellas se lo permitan.
Según información de la Organización Mundial de la Salud (OMS) las madres adolescentes (de 10 a 19 años) tienen mayor riesgo de eclampsia, endometritis puerperal e infecciones sistémicas, en comparación a las mujeres de 20 a 24 años. Los bebés de madres adolescentes tienen un mayor riesgo de padecer bajo peso al nacer, nacimiento prematuro y afección neonatal grave.
María Carmelina Chocooj, técnica en salud sexual y reproductiva de la Instancia por la Salud y el Desarrollo de las Mujeres en Alta Verapaz, también ha acompañado a cientos de casos de embarazos forzados trabajando en conjunto con OSAR.
Su principal función es acompañar a las niñas víctimas de violencia sexual, en este caso cuando son menores de 14 años de edad. “Acompañamos para colaborar y minimizar ese dolor donde principalmente las niñas, las madres y la familia en general sufren durante los 9 meses. Y no solo termina ahí el dolor y sufrimiento porque luego viene el crecimiento del recién nacido que significa tiempo y gastos económicos, que muchas veces las familias no tienen, pero que los asumen a través de la responsabilidad que el agresor le ha endosado a la familia”, explica.
La mayoría que ha pasado esta situación, sabe todo lo que implicarán los años que vienen, los cuidados de día y de noche. “Aunque es demasiada la necesidad, es mínimo nuestro apoyo en movilización, alimentación, hospedaje y compra de algunas vitaminas, medicamento y si es necesario, algunas consultas especializadas porque no todos los bebés nacen bien y muchas veces el puesto de salud no está disponible por las noches, nosotras damos el acompañamiento cuando más lo necesitan”, comenta María Carmelina.
Carmelina agrega que uno de los cuadros más fuertes que ha presenciado son los embarazos forzados en niñas de 10 o 12 años, siendo ellas las principales víctimas de la violencia sexual en las comunidades lejanas, pero que también hay muchas en el pueblo y en los barrios urbanos.
“La atención primaria es la que tanto la comadrona como la enfermera tienen que detectar a tiempo para que la victima sea vitaminada, esté apoyada tanto por la familia y la comunidad, pero también es muy necesario que las niñas sepan y estén conscientes de que están embarazadas, pues la mayoría no sabe por qué no están menstruando en caso de las mayores, aunque si reconocen que sufrieron de agresión sexual”, puntualiza la técnica.
Incremento de agresiones
Durante el año 2021, se registró un incremento del 14% en el número de mujeres agraviadas por violencia sexual comparado con el año anterior, ésta alza podría explicarse por una menor asistencia de las mujeres a denunciar derivado de las medidas de contención y las restricciones de movilidad en 2020 por la pandemia de la COVID-19. En el 2021 los departamentos con mayor tasa de mujeres víctimas de violación y violación agravada fueron Petén, Escuintla y Alta Verapaz, ocurridos en su mayoría en la vía pública, según el Instituto Nacional de Estadística (INE)
De los 2 mil 187 casos de embarazos forzados en niñas de entre 10 a 14 años que registró OSAR en el 2022, y que según la ley son violación, únicamente hubo 58 sentencias condenatorias con cifras del Organismo Judicial.
Carmelina concluye que ante esta situación se necesita de mucha comunicación e información para las niñas y sus familias, porque las niñas presentan mucho miedo ante esas situaciones. Añade que debe fortalecerse también la comunicación en la escuela, la familia y en todo espacio público para poder denunciarlo.
También hace un llamado a que la justicia sea pronta y que se cumpla, porque las víctimas en este departamento son muchas.