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Embarazos en niñas: la problemática que el Estado ignora

Foto: María José España

Son niñas que aún querían jugar con sus muñecas porque apenas estaban tomando consciencia de su entorno, descubriendolo y adaptándose, un proceso normal a los 9 o 10 años de edad. Pero sus sueños fueron destruídos de golpe y la vida les cambió para siempre por culpa de un abusador y depredador sexual, que en la mayoría de casos convive todos los días con ellas, sigue en el anonimato e impunidad.

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Laura* tiene 11 años y acaba de tener a su bebé. Ella fue agredida y abusada sexualmente en dos ocasiones. Brenda* tenía 13 años cuando nació su hijo y dice que apenas ha comenzado a recuperar sus proyectos de vida. Miriam*, otra niña, se puso a llorar cuando le dijeron que sería mamá, porque pensó que el bebé le quitaría sus  juguetes. Estos casos no son solo estadísticas, son testimonios de niñas que constantemente se repiten en Guatemala, porque fueron abusadas y obligadas a convertirse en madres. 

 

Para la coordinadora del área de atención psicológica de Fundación Sobrevivientes, Irma López, los casos de niñas madres que han acompañado tienen secuelas psicopatológicas a largo plazo, con alteraciones fuertes en los estados emocionales de las víctimas. “Las niñas tienen que lidiar con sentimientos de culpa y de vergüenza. Algunas no tienen la menor idea de lo que está pasando, incluso, creen que el bebé podría salir por la boca. Es un desconocimiento de la situación”, explica Irma.

 

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) reporta que todos los días 20 mil niñas de menos de 18 años dan a luz en países en desarrollo. Esto equivale a 7.3 millones de partos cada año. UNFPA subraya enfáticamente que cuando una niña queda embarazada, su vida cambia radicalmente. Las niñas forzadas a una maternidad dejan la escuela y desvanecen sus perspectivas de trabajo. Se vuelven más vulnerables frente a la pobreza y con poco acceso a la educación. 

 

En el primer semestre del 2023, según el Observatorio de Salud Reproductiva (OSAR), en Guatemala se registraron 33 mil 240 nacimientos de madres niñas y jóvenes, con edades entre 10 a 19 años. Un total de 1 mil 242, en niñas madres que tienen edades entre 10 a 14 años, una estadística alarmante si se considera que en muchos embarazos de mujeres menores de 18 años se reporta o se tienen indicios de algún abuso sexual. 

 

Mirna Montenegro, directora del OSAR, dice que la violencia sexual recurrente se inicia en niñas entre los 6 y 7 años, hasta que se llega a un embarazo. Se plantean en situaciones familiares en las que el silencio se convierte en cómplice, muchas veces son patrones patriarcales que infunden temor. 

 

En el 90% de los casos los agresores son los familiares cercanos y el papá biológico un 30%. “Ejercen violencia física y sexual, violencia psicológica y pocas opciones de denuncia. Las niñas llegan a los servicios de salud con 4 y 5 meses de embarazo, algunas al momento del parto”, explica Mirna.

 

Riesgos de salud para las niñas

Las niñas obligadas a ser madres arriesgan su salud con peligros de abortos espontáneos, infecciones urinarias, desnutrición, partos prematuros o anemia. “La maternidad es un derecho libre y voluntario que debe vivirse a plenitud. Sin embargo, en Guatemala, al no existir acceso a métodos anticonceptivos o educación, existen embarazos no deseados y en el caso de las niñas menores de 14 años, según el Decreto 9-2009, el embarazo es producto de la violencia sexual contínua, añade Mirna. 

 

Los embarazos en menores se identifican cuando se les atiende en los lugares en los que buscan atención médica, como los hospitales nacionales y centros de salud. En muchos casos se da aviso a la Procuraduría General de la Nación (PGN) para que den seguimiento a la situación de violencia. Pero es imprescindible la atención con terapia, según las organizaciones que brindan acompañamiento a estos casos. 

 

En la Fundación Sobrevivientes, por ejemplo, se ofrece acompañamiento psicológico en diferentes escalas. De acuerdo con los protocolos, pueden ser hasta 12 terapias pero dependerá de las necesidades del caso y los traumas que cada paciente presente. Irma considera que en muchas ocasiones, cuando el caso pasa a la investigación penal porque se ha denunciado al agresor, también se revictimiza a las niñas sometiéndolas a procesos difíciles para ellas. 

 

Otra secuela es el cierre de espacios para las niñas porque abandonan la escuela, no tienen oportunidad para continuar con su formación académica y en otras ocasiones cuando son mayores de 14 años, tampoco encuentran oportunidades de trabajo. Sin embargo, Sobrevivientes les acompaña para que puedan recuperar su vida y tener proyectos, expresa la psicóloga de esa fundación. “Hay niñas de 13 años que cuidan a su bebé por la mañana, van a la escuela en la tarde y por las noches estudian”, refiere Irma. 

 

Urgen medidas de prevención

 

La región de América Latina y el Caribe ocupa el segundo lugar en cuanto a maternidad adolescente, con 62 nacimientos por cada 1 mil niñas adolescentes entre 15 y 19 años, quienes por lo general, viven en una situación de pobreza y con un limitado acceso a servicios sociales básicos, según los datos de los organismos internacionales como Unfpa. 

 

Durante la pandemia de COVID-19, el OSAR identificó un subregistro del 30% de embarazos en niñas y adolescentes. La sociedad debe estar consciente del problema. “Muchos se preocupan cuando las niñas están embarazadas que continúe el embarazo, pero cuando nace el bebé y necesita leche, pañales, comida, las niñas se quedan solas”, enfatiza Mirna.

 

Las entrevistadas coinciden en que la educación sexual para prevenir es fundamental para reducir los índices de violencia sexual contra las niñas.  Actualmente en el país existen 30 clínicas especializadas en los hospitales para atención. “Se debe trabajar con padres, autoridades y con todos los actores involucrados para reducir los números que tenemos hoy”, indica Irma.