El Estado reconoce su responsabilidad en la desaparición de Alaíde Foppa

Créditos: Gobierno de Guatemala

El presidente Bernardo Arévalo reconoció, en nombre del Estado de Guatemala, la responsabilidad por la desaparición de la poeta, escritora y activista feminista Alaíde Foppa, quien fue detenida y desaparecida en 1980 junto al piloto del vehículo en que se conducía, Leocadio Ajtún.

Por Regina Pérez

La familia de la poeta, escritora, periodista y activista feminista Alaíde Foppa Falla esperó casi 44 años para que el Estado de Guatemala reconociera su responsabilidad en la desaparición forzada de la periodista. Este 3 de diciembre, en el Palacio Nacional de la Cultura, el presidente Bernardo Arévalo encabezó el acto de disculpas por parte del Estado.

Personalidades como la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú y el hijo de la escritora, Julio Solórzano, recordaron a la periodista detenida y desaparecida junto al piloto Leocadio Ajtún Chiroy, cuando visitaba Guatemala, el 19 de diciembre de 1980, hecho que ocurrió en las cercanías del mercado de artesanías de la Placita Quemada de la zona 1, ahora conocido como “El Amate” en la ciudad de Guatemala.

Los presuntos responsables de su desaparición fueron integrantes del Estado de Guatemala. En 2012, el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) presentó una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a petición de los hermanos Solórzano Foppa, y el caso se encuentra en negociación de solución amistosa. Uno de los consensos logrados fue este acto de disculpas públicas.

En este acto estuvieron presentes Silvia y Laura, las dos hijas de la poeta. Sus hermanos Juan Pablo y Mario Solórzano, integrantes del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), murieron en 1980 y 1981, el primero en Nebaj, Quiché, y el segundo en la capital.

En su discurso Julio Solórzano Foppa dijo que el 80 % de las víctimas del conflicto armado interno fueron indígenas, personas civiles, mujeres y niñez. “Nuestra madre es parte de esa represión más selectiva que se dio en contra de estudiantes, catedráticos, líderes sindicales, religiosos progresistas, intelectuales y artistas, eso no puede volver a suceder”, señaló.

La familia de Alaíde Foppa y el presidente Bernardo Arévalo en el acto de disculpas públicas en el Palacio Nacional. Foto de Regina Pérez

Solórzano Foppa recordó que regresó al país hace 15 años para saber qué había pasado con su madre y sus hermanos. “Lamentablemente no hemos avanzado mucho con esa información”, indicó.

Al comenzar su discurso Solórzano Foppa indicó que el acto de disculpas por parte del Estado no hubiera podido ser posible “hace un año, o dos, o 10 o 30” e indicó que el presidente Arévalo asume una responsabilidad terrible, como jefe de Estado, de algo en lo que evidentemente ni él, ni su familia, ni quienes trabajan con él tuvieron responsabilidad.

Sin embargo, ya en el gobierno de Álvaro Colom se realizaron actos de disculpa pública similares a este.

“Es un acto voluntario”

Por su parte, el presidente Bernardo Arévalo manifestó: “El acto que estoy asumiendo como jefe de Estado no es el producto de una obligación, no es una coerción que resulte de una negociación en el marco legal, es un acto voluntario de un Estado que entiende que conocer su historia, reconocer el error, es permitirnos avanzar hacia la verdad”.

Según el presidente, recordar a Alaíde Foppa y pedirle disculpas a su familia por la violencia que los agentes del Estado cometieron en su contra y Ajtún, permite rescatar no solo su memoria y su figura sino rescatar a una generación de intelectuales comprometidos con la posibilidad de un futuro mejor.

Silvia Solórzano Foppa reparte claveles rojos a los asistentes al acto de disculpas públicas por la desaparición de su madre. Foto de Regina Pérez

“Nos permite rescatar a todas las víctimas que en cualquier momento de nuestra historia han sufrido por la utilización de las instituciones del Estado, por quien quiera que lo que esté intentando es abusar de estas instituciones para el beneficio de una élite de turno”, mencionó.

En un momento, la voz del mandatario se quebró, al señalar que este acto “nos permite la posibilidad de creer que a pesar de nuestra historia, esta nación puede construir un futuro diferente”.

Tras una pausa prosiguió para concluir su discurso: “Pedir disculpas a las víctimas de la violencia estatal, como representante del Estado, acto que hago hoy ante la familia, es un elemento fundamental para encontrar nuestra ruta hacia una nación cohesionada y con confianza en sí misma”.

“Es muy valioso”

Silvia Solórzano Foppa, hija de la poeta, dijo que el acto realizado por el gobierno es importante para su familia ya que su madre es conocida en determinados sectores. “Pero le doy un mayor valor de que no sea exclusivamente para una de las víctimas, sino que fue mencionado siempre que es extensivo a las mujeres, a las niñas, a la sociedad en general, a los pueblos indígenas, eso es muy valioso”, indicó.

La alusión se debió a que durante el acto el director de la Comisión Presidencial por la Paz y los Derechos Humanos  (COPADEH), Carlos Amézquita, mencionó a otras mujeres que fueron víctimas de la violencia estatal como Luz Haydée Méndez, Nora y Clemencia Paiz, las niñas Rosaura y Glenda Carrillo Portillo y las 27 mujeres reportadas en el Diario Militar, las mujeres desaparecidas el 21 de junio de 1980 y las miles de mujeres mayas “que posiblemente yacen todavía en las fosas clandestinas y cuyas historias aún claman por ser contadas”.

La hija de Foppa manifestó que el acto fue mandatado por la CIDH, pero ningún gobierno anterior lo había cumplido hasta este gobierno, “lo asume y lo asume de verdad y lo proyecta y lo amplía, y eso es lo valioso, no somos una familia, somos cientos de miles, eso es lo valioso de este acto”.

El sacerdote Ricardo Falla, uno de los asistentes, indicó que Foppa era su prima, a quien conoció cuando era muy joven. Falla indicó que él ha escuchado mucho de gente desaparecida, masacrada en diversas regiones del país, pero sentirlo en carne propia, “hace más viva la relación, lo siente uno más, como decir, yo también lo viví, no solo de otros sino de mi misma familia”.

Para el antropólogo Falla, la muerte de la poeta se debió a que sus dos hijos estaban en la guerrilla. “La matan como la mamá civil que debe saber cosas, ¿y qué es lo que hacen con civiles que saben cosas? Los agarran, los torturan para que den información”.

Reconocer un crimen de estos, dijo Falla, es una apertura, “un camino hacia la reconciliación, uno se pone contento”.

Una intelectual muy reconocida

Durante este acto también se reconoció la trayectoria de Foppa, quien fue catedrática de Literatura en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y creó la cátedra de Sociología de la Mujer, primera en su tipo, en la Facultad de Ciencias Políticas. En la Radio UNAM fundó el programa “Foro de la Mujer”.

Pocos días antes de su desaparición, conoció a Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, a quien entrevistó en México sobre la vida y tragedia de los pueblos mayas en Guatemala. Menchú fue una de las invitadas a este acto, donde recordó que la conoció días antes de su captura.

El padre Ricardo Falla junto a una de sus hermanas. Falla es primo de Foppa. Foto de Regina Pérez

En ese entonces, dijo, no era común para las mujeres indígenas encontrarse con una periodista intelectual con mucho sentimiento y humildad. “A esa mujer es a quien yo he recordado a lo largo de más de 40 años”, indicó la Premio Nobel, quien es cercana a la familia pues la hija de Julio, Alaíde Solórzano Casamayor es su ahijada.

Hasta la fecha, el paradero de la poeta se desconoce, al igual que del piloto Ajtún. Silvia, su hija, manifestó que no se sabe nada. “Precisamente ese es el concepto del desaparecido, que no se sabe cómo, ni dónde murió, o dónde quedó su cuerpo”, manifestó.

Sin embargo, parafraseando a Rigoberta Menchú, Solórzano indicó “aunque no se sepa dónde está, hay una proyección, la sentimos presente”.

Regina Pérez

Periodista y comunicadora. Soy curiosa y me apasionan las redes sociales. Mis raíces son de la cultura Maya K'iche'.

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