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Adela Ixcoteyac: una vida dedicada a cuidar a las mujeres de Santa María Chiquimula

El don de recibir vidas nuevas, curar y aconsejar es dado a mujeres que se atreven a desafiar los sistemas tradicionales. El ejemplo de Adela Ixcoteyac logró organizar a más de 200 mujeres para que aprendieran a ser comadronas y practicar la medicina ancestral.

Por Prensa Comunitaria

Adela Ixcoteyac es comadrona, curandera y huesera, oficios que desempeña con los conocimientos de la medicina ancestral que aprendió de sus abuelas y a la gracia de una habilidad a la que le llama don.

Ixcoteyac tiene 74 años, de ellos, ha dedicado 51 para atender a las mujeres de Santa María Chiquimula, Totonicapán.

La abuela tiene el don de recibir vidas nuevas, curar y aconsejar. Foto de Hugo Bulux

La mujer maya K’iche’ supo que tenía el don cuando tenía 23 años. Asistía a una actividad religiosa. Esa noche una de sus acompañantes, en estado de gestación, comenzó con dolores de parto y no había tiempo para llevarla con alguna comadrona y la joven Adela Ixcoteyac fue quien asistió el nacimiento.

“Pusimos un poco de fuego en la cocina de la casa comunal para calentar agua y limpiar al niño. Buscamos carrizo (un hilo para costura) para amarrar el ombligo y conseguimos una hoja de afeitar para cortar el cordón umbilical. Llevábamos sábanas y las cortamos para los pañales”, recuerda.

En esta anécdota resalta el detalle de la dificultad del parto: “Esperé que coronara la muchacha, recibí el bebé, le limpié la boquita, le hicimos masaje a la mamá para que bajara la placenta y cuando la vi, tenía una chibolita y otra chibolita y solo alcancé a decir: “¡Ay, Dios! ¡Ya vienen más patojos atrás!”.

El relato de la asistencia de un parto múltiple le hizo construir una reputación en Santa María Chiquimula en la que las mujeres admiraron el recibimiento que realizó de un niño tras otro. Esa sabiduría la atribuye a un don otorgado para desempeñar todas sus funciones para procurar la salud y bienestar de muchas mujeres de su municipio.

Adela recorre el patio de su casa. Foto de Hugo Bulux

Cuidando las plantas medicinales. Foto de Hugo Bulux

La espiritualidad de los ancestros

Los abuelos y abuelas de Adela Ixcoteyac practicaban la espiritualidad maya, aunque sus padres ya no. Pero ella sabía que esta práctica es importante. Cada vez que recibía un niño o niña, iba con un aj q’ij -guía espiritual o contador del tiempo en el calendario maya- para que le dijera cuál era la energía o nawal del recién nacido, entonces regresaba con los padres y madres para explicarles la importancia de conocer el nawal o energía.

“Yo soy cinco B’atz, las personas con esta energía pueden desenredar el hilo, enrollar el hilo, tejer el hilo, es de gran sabiduría”, así define la característica de su nawal.

Ixcoteyac recuerda que antes se buscaba al señor que sabía los días, ahora es tan fácil buscarlo en su celular, explica.

Doña Adela, como la conocen, creció en Santa María Chiquimula, un municipio donde el 98% de su población se identifica como pueblo maya K’iche’. El nombre del municipio en su idioma materno es Tz’olojche’, que significa árbol de sauce.

La comadrona visita el lugar de su altar maya. Foto de Hugo Bulux

El uso de la medicina ancestral es una de sus principales características, sin embargo, en los últimos años, algunas plantas medicinales han dejado de utilizarse debido a la crisis climática.

Asistiendo a sus abuelas

Ella es la segunda hija. Su mamá tuvo 16 partos de los que sobreviven cinco mujeres y cinco hombres. Uno de sus hermanitos falleció después de nacer y la mamá sufrió cinco abortos.

Sus padres decían que las mujeres no podían ir a la escuela, debían quedarse en la casa cocinando, haciendo limpieza y cuidando animales. Su abuela es quien insistió que fuera a la escuela y logró ir dos años, porque la regresaron a encargarse de las labores en la casa.

 Un paisaje natural acompaña la vida de la comadrona Adela Ixcoteyac en Santa María Chiquimula. Foto de Hugo Bulux

Cuando tenía 14 años, empezó a enfermarse de alergias y calambres entre otras enfermedades, sus abuelas la curaban con “sacates” (plantas) que había en la comunidad y le hacían masajes. Como sus papás eran catequistas de la Iglesia católica, encendían sus velas, se hincaban en el patio de la casa y le pedían a Dios que les revelara cuál era el don que tenía. Cuando estaba jugando se cayó de un árbol, sufrió una fractura y nuevamente los papás encendían sus veladoras y le preguntaban a Dios “¿Cuál era su trabajo delante de Dios?”.

“Yo ayudaba a mi mamá cuando se enfermaban mis hermanos, se quebraban o se lastimaban, yo los curaba, solo los tocaba y encontraba donde estaba la herida. Entonces se aliviaban. Si les dolía su estómago les hacía sus masajes y se aliviaban”, relata Ixcoteyac.

En ese entonces, la mamá de la joven Adela Ixcoteyac se enfermó de gravedad durante tres meses, fue entonces que quedó al cuidado y como responsable de sus hermanitos y hermanitas, asumiendo el rol de madre y curandera.

Desafiando costumbres

La comadrona recuerda que a los 13 años querían comprometerla para casarse. Ella rechazó la solicitud, a pesar de que era una costumbre que a temprana edad contrajeran matrimonio. Cinco veces más le insistieron, pero ella ni siquiera conocía quién era la persona que la buscaba.

A los 22 años conoció a su esposo, un día en el que se encontraba lavando la ropa en el río “Pasiwan”, ahí el joven líder de la comunidad católica la conoció. Tres veces hablaron antes de contraer nupcias.

Al casarse, su esposo le dijo que solo tendrían tres hijos por la situación económica, que no era muy buena. Pasaron cuatro años hasta que nació su primer hijo. Las críticas no se hicieron esperar, la primera fue de su suegra, ya que no era bien visto que una mujer casada no quedara embarazada y temían que se perdiera el apellido de la familia.

La vivienda de la abuela Adela está rodeada de árboles frutales, plantas medicinales y siembra de milpa. Foto de Hugo Bulux

Aquel líder catequista tenía una formación distinta y sabía utilizar el método natural para espaciar los embarazos por lo que cumplió su promesa y solo tuvieron tres hijos: dos hijas y un hijo, quienes ahora también han extendido su familia.

Más retos para ejercer su profesión

Al haber iniciado su labor como comadrona, Ixcoteyac fue acusada por el Centro de Salud del municipio por “estar levantando patojos y no tenía papeles”, se refería al servicio de partera.

El Centro de Salud le dijo que debía recibir capacitaciones mensualmente para poder optar a un carné, con el que se le “autorizaba” para ejercer el servicio de comadrona. Fue así como las comadronas empezaron a organizarse, eso fue hace 20 años, en ese entonces eran más de 200. El liderazgo de doña Adela hizo que las mujeres hablaran español y K’iche’.

Solicitó a la municipalidad apoyo para sus capacitaciones, fue así como la eligieron para ser la presidenta de las comadronas. Organizadas las mujeres pensaron en ponerle nombre a su grupo y le denominaron “Consejo de Comadronas Belejeb’ B’atz”, en alusión a los nueves meses de gestación y la relación al nawal B’atz.

El camino que recorre diariamente la abuela comadrona. Foto de Hugo Bulux

Actualmente se ha reducido el número, ahora son aproximadamente 100, pues hay comadronas que están ejerciendo, pero no están participando en el Centro de Salud, algunas porque se les ha prohibido el uso de plantas medicinales.

Sistema de salud ancestral

El uso de las plantas es una práctica importante y gracias a esos conocimientos se ha impulsado la creación de huertos. Doña Adela ha liderado estos espacios y participó en la promoción de la Ley de Comadronas.

Ha buscado apoyo para promover la salud desde el sistema maya. Ella y su hija cuentan con huertos donde plantan salvia santa, ruda, apazote, verbena, manzanilla, flor de muerto, el paxte, calvario, entre otras. Este huerto cuenta con las plantas necesarias para aliviar enfermedades comunes como: lombrices, diarrea, el mal de ojo, el reumatismo, dolor de cabeza, dolor de estómago, golpes o fracturas.

Doña Adela en su altar realiza sus ceremonias y presenta ofrendas en días especiales desde el calendario maya como el Wajxaquib’ B’atz, B’. Junto a su familia piden por la salud de cada persona, por la vida de las comadronas, por sus plantas y por las mujeres embarazadas.

Además de recibir vidas nuevas, la abuela también siembra la milpa junto a su familia en Santa María Chiquimula. Foto de Hugo Bulux

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.