Abortar: libertad y justicia de nuestros cuerpxs-territorios

“Ser escritora se parece mucho a ser Chicana, o ser queer – mucho retorcerse, darse contra todo tipo de muros –. O lo contrario: nada definido o definitivo, un estado de limbo sin límites en el que floto y pateo con los talones, rumio, filtro, hiberno y espero a que suceda algo”.

 Gloria Anzaldúa (1987), en Borderlands / La frontera

Por Sara García

Activista transfeminista. Lesbiana. Defensora de Derechos Humanos. Centroamericana. Estudiante del Doctorado en Estudios e Intervención Feminista en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.  

Mi primer acercamiento a la lucha por la despenalización del aborto fue cuando introduje misoprostol en mi vagina. Aquella muchacha de 19 años, de familia católica y conservadora, dijo, “No quiero ser madre”. Aún no me consideraba feminista, ni lesbiana, y categorías como el derecho a decidir, la autonomía corporal y la autodeterminación parecían lejanas a mi existencia. Sin embargo, atravesó mi cuerpo una decisión, y en ese contexto salvadoreño de silencio, miedo, vergüenza, culpa y criminalización, aborté.

Fueron muchas las emociones de esa experiencia, fue difícil procesarlas y entenderlas. La angustia había desaparecido, eso me daba alivio. Sin embargo, resonaba en mí la inquietud del silencio. Habitar en territorio salvadoreño implica que te atraviese la censura y estigmatización, no tenés acceso a la educación integral en sexualidad, se criminaliza el aborto y se niega el derecho a decidir. 

Pasaron los días y no podía más con el silencio, lo hablé con una amiga. Me escuchó activamente, fue tierna, amorosa, y reafirmó el cuestionamiento al mandato de la maternidad. Hablamos de los mecanismos de culpabilización y de cómo se inscribe la total prohibición del aborto en nuestros cuerpos. 

Vacarezza y Burton (2023) en su ensayo “Transformar los sentidos y el sentir. El activismo cultural de las redes de acompañantes de abortos en América Latina” plantean: 

Los relatos muestran que el aborto en contextos de ilegalidad puede producir miedo, dolor y angustia, también lo asocian con el alivio, la solidaridad entre mujeres y el amor propio. Las relaciones de solidaridad, sostenimiento mutuo y confianza entre mujeres, por su parte, aparecen como una estrategia de resistencia frente al silencio y la culpabilización que genera la ilegalidad. (p.22) 

Hablar de nuestra experiencia de aborto en contextos de ilegalidad nos lleva a construir estrategias de resistencia frente al silencio; en mi historia fue fundamental saber que las mujeres hemos abortado desde siempre, que son imposiciones patriarcales las que desde el punitivismo y la culpa buscan arrebatarnos la posibilidad de decidir. También, en este camino, encontré en el movimiento feminista un espacio para romper el silencio y denunciar las injusticias que genera la total prohibición del aborto en El Salvador.

Ver reflejada mi historia en la de muchas, acompañar las luchas por la libertad de mujeres criminalizadas debido a la penalización del aborto y construir procesos de transformación para nuestra autonomía corporal, son formas en las que resignifiqué mi experiencia. Además, asumir el acto de rebeldía al mandato de la maternidad es algo que me ha permitido cuestionarme y construir otras formas de ser, conectando cada vez más con mi deseo, proyecto de vida y luchas colectivas. 

Maffeo, Santarelli, Sata, Zurbriggen (2015), hacen referencia a la autonomía corporal en el texto sobre “Parteras de nuevos feminismos. Socorristas en red - feministas que abortamos: una forma de activismo corporizado y sororo”:

La práctica del aborto colabora en poner en jaque el disciplinamiento corporal, trastocando el mandato de la maternidad obligatoria a toda costa, y dando paso a un ejercicio singular de autonomía corporal, quebrando, al menos por un momento, la concepción de mujer-madre, como mera corporalidad a la que se le expropia de su capacidad reproductora. (p.224)

Muchos años han pasado desde aquel momento, luchas acompañadas y esfuerzos colectivos para visibilizar nuestras resistencias. Siento el fuego de mis ancestras al reconocer mi derecho a decidir, cada día y en cada historia reafirmo mi lucha porque las niñas, mujeres, trans y no binaries tengamos vidas dignas, en donde el gozo y el placer nos mueva para construir espacios de ternura, organización y solidaridad. 

Como sostiene Dorotea Gómez (2013) “… mi cuerpo como un territorio con historia, memoria y conocimientos, tanto ancestrales como propios de mi historia personal” . Nuestro cuerpo-territorio como espacio de revoluciones y transgresiones,  que desde el testimonio y lugar de enunciación rompe con el silencio patriarcal y grita : Aborto libre en Centroamérica. 

Referencias 

Gómez, G. Dorotea. (2013). “Mi cuerpo un territorio político”. En: Voces Descolonizadoras. Cuaderno 1. Edit. Brecha Lésbica. Guatemala.

Maffeo, Florencia; Santarelli, Natalia; Satta, Paula & Zurbriggen, Ruth (2015). Parteras de nuevos feminismos. Socorristas en red - Feministas que abortamos: una forma de activismo corporizado y sororo. Revista venezolana de estudios de la mujer, 20(44), 217-227. http://saber.ucv.ve/ojs/index.php/rev_vem/article/view/9108 

Vacarezza, Nayla Luz & Burton, Julia (2023). Transformar los sentidos y el sentir. El activismo cultural de las redes de acompañantes de abortos en América Latina. Debate Feminista, (66), 1-30. https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/221133/CONICET_Digital_Nro.bdfedc91-5a46-4676-8bab-347e8a52f952_B.pdf?sequence=2&isAllowed=y 

Ruda

RUDA surgió en 2017 entre reuniones e ideas del consejo editorial de Prensa Comunitaria bajo la necesidad urgente y latente de tener un espacio digital en dónde evidenciar, publicar y visibilizar las luchas de las mujeres.

Anterior
Anterior

Urge aprobar la Ley de Personas con Discapacidad

Siguiente
Siguiente

Evelyn Morán expondrá su arte en la Basílica de San Andrés del Valle