Hombre trans, no “chico trans”
Escrito por Colectivo Trans-Formación
Ser un hombre trans no es sinónimo de machismo. Aunque a muchos les parezca contradictorio, habemos muchas transmasculinidades alejadas del modelo hegemónico de lo que es ser un hombre, y no disfrutamos de muchos de los privilegios que nombrarse en masculino supuestamente conlleva, porque sencillamente no cabemos en esa masculinidad. No encajamos en la idea tradicional, rígida y violenta de lo que significa “ser hombre”. Nuestro camino parte de otras experiencias, otras heridas, otras resistencias.
Por Colectivo Transformación
Las personas transmasculinas crecimos siendo socializadas bajo un sistema patriarcal que vigiló nuestros cuerpos, silenció nuestras voces y nos asignó roles que nos doblegaban y relegaban al silencio. Venimos de historias marcadas por el machismo, pero no como beneficiarios: como sobrevivientes. Y, aun así, cuando transitamos hacia nuestra identidad masculina, seguimos enfrentando violencias que se cruzan con nuestra historia corporal, nuestra expresión y nuestra existencia.
Para muchos de nosotros, la masculinidad no es un modelo heredado: es una hoja en blanco. Un territorio por construir donde podemos nombrarnos, cuestionarnos, equivocarnos y volver a empezar. Mientras a los hombres cis se les enseña desde la infancia cómo habitar su género —con mandatos de fuerza, control, éxito y silencio emocional—, nosotros llegamos a la masculinidad desde la reflexión profunda y la conciencia crítica.
Nuestra masculinidad nace de la experiencia doble:
haber vivido oprimidos por el patriarcado y, aún así, caminar el mundo como hombres.
Esa experiencia nos permite reimaginar lo que significa serlo: con ética, vulnerabilidad, respeto, escucha y responsabilidad afectiva. Lejos del machismo, lejos de la violencia, lejos de las imposiciones.
Sin embargo, esta posibilidad expansiva no nos libra de la realidad. Las violencias persisten. Aunque nos nombramos hombres, nuestros cuerpos siguen siendo leídos, vigilados o castigados como cuerpos asignados femeninos al nacer. Muchas veces no somos vistos como hombres “suficientes”, ni como mujeres, ni como sujetos válidos dentro de los espacios que prometen inclusión. Quedamos fuera del sistema cis, pero también fuera de algunos movimientos que dicen defender la diversidad.
La transmasculinidad habita una zona fronteriza: demasiado hombres para ciertos espacios, no lo suficientemente hombres para otros; demasiado “trans” para quienes quieren un género estático, no “lo bastante trans” para quienes esperan una narrativa única. En esa intersección, con frecuencia, nos quedamos sin recursos, sin políticas que nos nombren, sin acompañamiento, sin fondos, sin representación y sin un lugar propio.
Pero nuestra identidad no se reduce a esa exclusión.
Ser hombres trans es también un acto de creación constante.
Es una apuesta por una masculinidad diferente, más honesta y más humana.
Nuestra existencia aporta a las luchas feministas, LGBTIQ+ y sociales porque cuestiona el origen mismo de la violencia patriarcal. No buscamos replicar la masculinidad hegemónica; buscamos transformarla, abrir espacios donde se pueda ser hombre sin dañar, sin dominar y sin ocultar la sensibilidad, la ética o la vulnerabilidad.
Ser un hombre trans es elegirnos todos los días.
Es resistir la invisibilidad.
Es reclamar dignidad y espacio en un mundo que muchas veces prefiere que no existamos.
No somos una amenaza para ninguna lucha.
Somos una posibilidad de transformación.
Participaron de esta nota
Colectivo Trans-Formación
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Ruda
El 28 de agosto, el Colectivo Trans-Formación celebró el comienzo de una nueva etapa con la inauguración de su sede, la cual es el primer centro de atención integral y diferenciada para personas trans en Centroamérica.