Asesorar tesis, un proceso poderoso de interaprendizaje

Escrito por Ana Lucía Ramazzini Morales

Por Ana Lucía Ramazzini Morales

Al final del año, junto con los cierres de ciclos universitarios, se llevan a cabo varias graduaciones en donde se presentan brevemente las tesis trabajadas o, por lo menos, se menciona el título de las mismas.  Sin embargo, poco se habla del proceso que la elaboración de tesis conlleva, y menos de las implicaciones del acompañamiento de quienes asesoran. El origen etimológico de la palabra “asesorar” sugiere la acción de "sentarse al lado de".  Y es que quienes realizamos ese trabajo sabemos que asesorar a una persona en su proceso investigativo es también acompañarla en su manera de mirar el mundo. Y cuando esa mirada incluye la perspectiva de género feminista, los desafíos se multiplican, ya que implica cuestionar categorías de análisis patriarcales, revisar los supuestos de neutralidad y abrir preguntas incómodas, que muchas veces, incluso las instituciones de educación superior, no están dispuestas a acoger.

Ser asesora de tesis no es un ejercicio unilateral de “transferencia de conocimientos”. Es, más bien, un proceso de interaprendizaje, donde quienes acompañamos no solo orientamos teórica y metodológicamente, sino que muchas veces nos involucramos en sostener emocionalmente a lo largo del camino, que a veces pareciera inacabable.  Al mismo tiempo, es dejarnos tocar por las apuestas de tesistas, aprender de sus lógicas de pensamiento y de sus nuevas perspectivas. En síntesis, puede llegar a ser un potente encuentro intergeneracional mediado por el placer epistémico.

Pero ser asesora de tesis también implica enfrentar una diversidad de límites. A veces, ha tocado acompañar en la defensa de los temas de investigación que se perciben como amenazantes, por ejemplo aquellos que se relacionan con el aborto, con los derechos sexuales y reproductivos o con las violencias contra las mujeres y disidencias sexogenéricas. Otras veces, los protocolos de investigación institucionales encajonan el pensamiento en una serie de requerimientos que ahogan las propuestas. Y otras, como recién me pasó este año, se pretenden negar las asesorías externas especializadas planteando que solo pueden asesorar tesis quienes forman parte de determinado claustro, buscando incluso invalidar procesos de asesoría aprobados institucionalmente desde el inicio. Eso es violencia epistémica y un atentado contra la libertad académica.

En este trayecto he tenido la oportunidad de acompañar y aprender acerca de muchas problemáticas que las juventudes están poniendo en la mesa académica y la palestra pública, entre estas: El sexo asignado al nacer en el Documento Personal de Identificación como violencia estructural hacia transmasculinos en Guatemala (Gabriel Álvarez); El debate político sobre la despenalización del aborto en Guatemala,  actores, discursos e ideologías (Karen Molina);  La construcción simbólica del cuerpo en las adolescentes de la ciudad de Guatemala (Luisa Madrigal); La población k-poper en la Ciudad de Guatemala, sus relacionamientos músico-sociales, estilo de vida, problemáticas culturales y contradicciones (Daniela Velásquez).

También han sido muy valiosas aquellas tesis que rompen con los estereotipos de género al posicionar a mujeres diversas en el espacio público y reconocerlas como sujetas políticas y epistémicas: Mujeres jóvenes organizadas resignificando las experiencias de violencia en el espacio público del centro histórico de la ciudad de Guatemala (Diriá Berna); La participación política de las mujeres como candidatas a alcaldías en el departamento de Guatemala durante las elecciones generales de Guatemala 2015 (Cristina Hernández); La construcción de los sujetos políticos feministas en Guatemala: las corrientes teóricas en las que se fundamenta el pensamiento y acción de las mujeres feministas (Mónica Mendizábal).

Existe importantes trabajos de tesis que retoman el ámbito educativo desde una mirada crítica feminista y vinculada a derechos humanos:  Percepciones de directores, directoras y decanos de las ciencias social-humanísticas y de la salud de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en torno a la  Educación Integral en Sexualidad (Emma López); Multiculturalismo en la educación formal: ¿Cambio de paradigma o reproducción de la ideología del capitalismo multinacional? (Silvia Romero); Maestras en la disyuntiva: guardianas del sistema patriarcal o promotoras de cambio hacia un sistema educativo igualitario (Marialuisa Aumesquet); Cumplimiento de la educación de calidad de los objetivos de desarrollo sostenible -ODS- y su impacto en la educación preprimaria en comunidades indígenas de Guatemala y Costa Rica (Ingrid Morales).

También se encuentran los trabajos que amplían la mirada hacia procesos políticos regionales, como La transnacionalización del movimiento feminista en América Latina y su impacto en políticas públicas: Argentina y Chile (Flor de María Estrada). Y las que se atreven a cuestionar los grandes relatos y cánones establecidos, ampliando los márgenes de lo pensable: Hacia una historia de la filosofía de las mujeres (Tristán López).

Cada una de estas tesis, y otras que se están desarrollando, permite analizar la complejidad de nuestro tiempo, el continuum de la violencia, la refuncionalización de las problemáticas y los nuevos temas necesarios de estudiar.  Como asesora he aprendido que acompañar significa respetar los ritmos personales, pero también apoyar a acelerar cuando la inercia va al frente; celebrar cuando se logra superar un obstáculo por más pequeño que sea; hacer sentir la presencia de quien asesora de distintas formas; y sobre todo, reconocer conjuntamente el potencial de la investigación desde la perspectiva de género feminista.

Gracias Diriá, Irene, Ale,  Gabriel, Daniela, Emma, Flor, Ingrid, Cristina, Karen, Lucía, Tristán, Luisa, Silvia, Mónica, Marialuisa…por invitarme a ser parte de un proceso vivo de interaprendizaje.

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Ana Lucía Ramazzini Morales

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