Las sufragistas de Guatemala

Elegir y ser electa: un derecho conquistado por las mujeres en la historia de Guatemala

La Unión Femenina Guatemalteca Prociudadanía se fundó a finales de 1944 en el contexto del proceso revolucionario iniciado en octubre de ese año. Su formación incidió para que un sector de las mujeres iniciaran la conquista del derecho a la ciudadanía, enmarcado en el derecho político al sufragio, como una de sus demandas principales.

Al respecto, Glenda García, investigadora, antropóloga y psicóloga, mencionó que “más que un legado y un triunfo, ese proceso es un reflejo de la organización y lucha que las mujeres ya traían en Guatemala”, porque desde el primer año en que comenzó el proceso revolucionario que derrocó a Jorge Ubico, las mujeres propusieron temas fundamentales.

Otra organización impulsada por mujeres fue el Club Nacional Femenino de la Prensa en 1945, desde donde pronunciaron discursos problematizando la situación de las mujeres guatemaltecas. En uno de esos mensajes pronunciado en Washington D.C., Estados Unidos, plasmado en la tesis de grado de la socióloga Patricia Borrayo, se lee: “En Guatemala, mi país, debo decir que recién empezamos, espero la mujer nueva, las generaciones que surgen van tomando su lugar en la moderna orientación de los pueblos en marcha; las mujeres adentran en la universidad, ocupan cátedras, oficinas comerciales, centros de trabajo y de cultura que antaño les hubieran vedado, es así, como al iniciarse la campaña pre otorgamiento del sufragio femenino, no surgió ningún problema y solo se espera el decreto que ampare ese derecho por la Asamblea Nacional, que se reunirá próximamente en mi país para que las guatemaltecas podamos votar.” (Menéndez, 1945, en Borrayo, 2015).

En el contexto de la Asamblea Nacional Constituyente, la Unión Femenina Guatemalteca Prociudadanía demandó el reconocimiento al sufragio femenino. Durante 1945 las discusiones en la asamblea eran fuertes y algunos personajes importantes en la Revolución de Octubre, como el líder comunista José Manuel Fortuny, que se oponía al voto de las mujeres argumentando “que por cuestión psicológica serían fácil instrumento del sentimentalismo religioso», según Borrayo en su publicación de 2015. Este tipo de argumentos pueden observarse recientemente ante las demandas del cese a la violencia de las mujeres.

Para la socióloga Ana Silvia Monzón durante el siglo XIX, las noticias sobre las movilizaciones sufragistas en otros países habían llegado a Guatemala: “las ideas viajan. Se hablaba del voto, tuve acceso a un catálogo de tesis de derecho desde el siglo 1800 y algunos hombres hicieron sus tesis sobre el sufragio femenino”. Otro antecedente se remonta hasta la época cuando existía la Federación de Repúblicas Centroamericanas: “allí se reconoció el voto para las mujeres centroamericanas con una serie de requisitos de edad y propiedades. Duró menos de un año”, mencionó.

Cuando las mujeres lograron acceder a la Universidad la vida intelectual abrió espacios de diálogo. Crearon revistas y debates sobre el papel de las mujeres en la sociedad y la posibilidad de alcanzar la ciudadanía. Estos espacios eran limitados a una minoría de ellas que  tuvieron acceso a la educación. «La organización y movilización se dio entre mujeres de clase media y de élite, quienes tenían acceso a esta discusión», agregó Monzón.

Las sufragistas guatemaltecas

La Unión Femenina Guatemalteca estaba integrada por periodistas, universitarias y escritoras que demandaban derechos políticos para que las mujeres aptas para ejercerlos fueran ciudadanas, según la tesis de Borrayo. Entre las integrantes se puede mencionar, como presidenta a Graciela Quan, quien también fue la primera mujer en graduarse de abogada y que con su tesis “Ciudadanía opcional para la mujer guatemalteca” respaldó a las mujeres en la discusión por el derecho al voto. Ella y Gloria Menéndez Mina eran reconocidas como las principales dirigentes de la Unión.

En esa discusión hubo varias corrientes, una de las cuales abogaba porque el voto se diera solo a las mujeres alfabetas. Esta idea era apoyada tanto por hombres como por mujeres, mencionó Monzón. «El alegato de algunos hombres de la revolución planteaba que no debería darse el voto a las mujeres porque votarían aconsejadas por sus esposos o por los curas”, precisó.

Sobre el perfil de las mujeres que iniciaron la demanda por el sufragio,  la antropóloga García señaló que eran mujeres “preparadas teórica y conceptualmente para buscar el derecho al voto, mujeres que tuvieron acceso a la educación y se habían graduado de maestras, otras que habían ingresado a la universidad”, como el caso de Graciela Quan.

Además del perfil académico, eran mujeres que se estaban organizando en torno a distintos temas. Para García “las escritoras estaban discutiendo y aportando al debate desde medios de comunicación, producción de revistas y espacios con un pensamiento desde la mirada de las mujeres y cómo transformar la realidad que estaban viviendo”.

En esta iniciativa, según se cita en el trabajo de Borrayo, participó como vocal Hortensia de Herrarte y bajo la figura de mujeres honorarias María Herrera de Ashkel, quien también fue la fundadora de la Casa del Niño y la poeta Alaíde Foppa.

La junta directiva se conformó así: presidenta: Graciela Quan Valenzuela; vicepresidenta: Elisa Hall de Asturias; secretaria 1: Gloria Menéndez Mina de Padilla; secretaria 2: Angelina Acula de Castañeda; tesorera: María del Pilar Vásquez de García; protesorera: Zoila de Putzey; vocales: Magdalena Spínola, Romelia Alarcón Folgar, Clemencia Rubio de Herrarte, Laura Zachrisson, Adriana Sarabria de Palarea, Julia Paíz y María Albertina Gálvez; vocales honorarias: Irene de Peyré, María de Ashkel, Alaíde Foppa, Elsa de Barrios Klée y Dominga Álvarez.

En esas condiciones, desde septiembre de 1944 a febrero de 1945 las mujeres publicaron comunicados y realizaron campañas nacionales demandando a la Asamblea Constituyente que se aprobara el sufragio femenino.

Finalmente, el 6 de febrero de 1945 se reconoció constitucionalmente la ciudadanía para las mujeres mayores de edad y alfabetas. El voto fue aprobado con la condición de ser «optativo» y no obligatorio. Esta condición establecida por los legisladores implicaba que las mujeres que les interesara votar y pudieran hacerlo “bien”, lo hicieran, bajo la concepción de que “las mujeres eran irracionales e irresponsables”menciona Menéndez Mina como se encuentra en el trabajo de Borrayo.

Al final de la coyuntura de lucha por el derecho al voto, según lo estableció Gloria Menéndez Mina en 1945 y se encuentra en el trabajo de Borrayo, el grupo se desintegró. Fue hasta 1965 que este derecho se amplió  sin discriminación por saber leer y escribir.

El sufragio femenino en la historia mundial

Cuando se habla de sufragismo usualmente algunas feministas europeas definen este momento como la “la segunda ola feminista”, mientras que sus pares norteamericanas la consideran como  la “primera ola”. En esas olas se reconocieron las movilizaciones, acciones de hecho y campañas de las mujeres inglesas que desde la segunda mitad del siglo XIX demandaron el derecho al voto.

Las sufragistas inglesas tenían diversos métodos para luchar por el derecho al voto. Esto las distinguió entre quienes abogaban por vías legales y pacíficas, representadas por Millicent Flowcett en la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio de las Mujeres, y quienes realizaban acciones de hecho, arriesgando la vida y optando por incendiar edificios si lo consideraban necesario.

Este segundo grupo era liderado por Emmeliene Pankhrusk, de la Unión Social y Política de las Mujeres, y su historia se reflejó en la película de Suffragette de 2015.

En esas circunstancias, en algunos medios de comunicación de la época al primer grupo se le conocía como las «sufragistas”; y al segundo, despectivamente le llamaban suffragettes. Algunas de las mujeres de este último grupo fueron encarceladas múltiples veces, aunque no utilizaran la violencia. También participaron en huelgas de hambre con su lema más conocido: “votos para las mujeres”.

Participación y representación de las mujeres en los cargos de elección popular

El Índice de Paridad Política (IPP) ha analizado que la participación de las mujeres en política nacional sigue siendo baja y expuesta a distintos tipos de agresiones. Sobre las condiciones formales mínimas para garantizar la igualdad de las mujeres en derechos humanos y políticos Guatemala tiene una puntuación de 40/100; sobre la paridad como concepto constitucional, 0/100; sobre la protección legal al principio de la igualdad, 50/100; sobre los mecanismos de cuotas de género o paridad, 0/100.

Por su parte, el Informe Atenea de ONU Mujeres, registra que en las elecciones generales de 2015, el 55.1% de las personas que votaron fueron mujeres, y casi en la misma proporción señalan que el 53% de las personas empadronadas corresponde a este grupo de población. Este mismo informe incluye la medición de la presencia de mujeres en el Ejecutivo, obteniendo un 41.8%.

En 2015 se presentaron dos candidatas a la presidencia y en 2019 tres. El porcentaje de mujeres ministras se ha mantenido en 14-15%, siendo entre dos y tres mujeres por Gabinete.

Sobre este tema, la investigadora García explicó que “el avance de la participación política de las mujeres no es un problema de ellas, como algunos liderazgos lo plantean. Tiene que ver con la falta de formación política de los partidos. Si eso no está en la estructura política de los partidos y no tienen formación política enfocada en la participación de las mujeres, sigue imperando el rol y el papel de los líderes hombres en los partidos y son quienes disputan generalmente los primeros lugares en las casillas a puestos públicos”.

Asimismo, existen percepciones distintas hacia las mujeres en cargos públicos que hacia los hombres: “Al no tener esta formación, lo que primero ocupa las opiniones o cuestionamientos sobre las mujeres en los medios o cualquier espacio social son miradas críticas sobre el papel de las mujeres en la política. Son pocas las mujeres reconocidas por su liderazgo político y muchas tiene esa carga de prejuicio social sobre su participación”, puntualizó García.

La socióloga Monzón  coindice con García sobre la importancia de la formación política: “Es muy evidente que hay un trato diferenciado. Conseguir el voto es un paso que debe sumarse con procesos de formación política. La política está marcada por toda la experiencia masculina, los intereses masculinos y de clase. Allí no entran las mujeres. Las han ido incorporando desde la perspectiva de los votos”, opinó Monzón.

Deudas pendientes para garantizar paridad y equidad

El Tribunal Supremo Electoral realizó varias propuestas de reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP). En la última propuesta de 2017, incluyó “establecer la paridad en la participación de mujeres y pueblos indígenas en los listados de candidatos a diputados y las corporaciones municipales”. Este criterio también se aplicaría para la elección de las direcciones de los partidos políticos.

Esta propuesta se realizó considerando los temas pendientes que no se incluyeron en las reformas aprobadas por el Congreso de la República en 2016, aunque eran demandas ciudadanas planteadas en las manifestaciones de 2015. En el Congreso se dejaron fuera los temas relativos a la paridad de género y etnia.

De esta cuenta, puede observarse una amplia deuda con la formación política de las mujeres desde un enfoque de derechos humanos, donde se fortalezcan los liderazgos y la política no siga inclinada hacia los hombres.

Sumar formación y representación parece ser la clave desde los análisis de varias mujeres feministas actualmente, además, se plantea la importancia de recordar la historia política de las mujeres: “Para las mujeres hoy es necesario reconstruir la historia de la participación de las mujeres. Siempre está esa idea de que las mujeres en épocas pasadas no se movilizaban, no se organizaban, no eran críticas. Y no es así. Es importante darle el valor que tiene”, concluyó Monzón.

Referencias:

  • Borrayo, P. (2015) Mujeres y ciudadanía, un enfoque histórico-social. Los inicios 1921 y 1944. (tesis) Escuela de Ciencia Política. USAC. Guatemala. Pp 46-61.

  • TSE (2017) Iniciativas de Reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Guatemala.

  • PNUD, ONU-Mujeres (2016) Si somos más de la mitad, ¿por qué no tenemos paridad? Guatemala.

Andrea Rodríguez

Socióloga interesada en la relación teoría-práctica, movimientos sociales, feminismo, ecologismo y antiespecismo. Feminista. Abolicionista. Antiespecista.

Anterior
Anterior

Rina Lazo: la muralista guatemalteca que hoy cumpliría 97 años

Siguiente
Siguiente

Anecdotario: pequeño viaje a través de un corazón hulero.