La salud de las mujeres debe ser prioridad en todo el mundo
Es necesario revertir el hechizo.
Ese,
que borra a las mujeres de los libros de historia,
de las esferas de poder,
de las antologías (...)
Es necesario - Guisela López
Cuántas veces cuidamos con ahínco nuestro cuerpo para habitarlo desde el amor y no desde el desprecio, para que una situación fuera de nuestro alcance, como una enfermedad o una mala atención médica, venga a quebrantarlo. Esta es una realidad para muchas mujeres, a quienes se les enseña a anteponer el cuidado de los otros sobre sí mismas, o ignorar temas referentes a su salud sexual y reproductiva, por la falta de acceso de información a la educación sexual, aprendida desde el miedo y no desde el respeto.
Ante esto, es importante tener conocimiento de lo valiosa que es la salud en la mujer, contar con herramientas para reconocer cuando algo anda mal y tener oportunidades para tomar agencia sobre ella. Aunque, estamos conscientes que la educación -sobretodo la sexual y reproductiva, por mencionar sólo un rubro- tiene su propia brecha de género.
En este artículo abordaremos la brecha que existe respecto de la atención sanitaria en mujeres y compartiremos algunos datos de organizaciones tanto públicas como privadas que se han obtenido en estudios recientes.
En 1987, se declaró al día 28 de mayo como el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, durante la reunión de la Red Global de Mujeres por los Derechos Reproductivos en Costa Rica. A partir de entonces, cada año, en esta fecha se celebran los avances en materia de salud de las mujeres a nivel internacional y se enfatiza el trabajo a cada actor nacional e internacional del área de la salud para garantizar su compromiso con las mujeres.
Este día no es solamente un checkpoint en el calendario, sino que busca hacer énfasis en padecimientos y condiciones a los cuales las mujeres están sujetas y que, provienen de características biológicas y condiciones en su entorno social, con el objetivo de reducir la mortalidad por maternidad, impulsar los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres.
Pese a los avances en materia de salud en los últimos años, siguen existiendo lagunas en la investigación y tratamiento en enfermedades exclusivas de la mujer, como salud menstrual o materna, además de todas las afecciones que son distintas en las mujeres. Dando lugar a problemas por las disparidades en tratamientos de prevención o daños colaterales en la salud.
En Estados Unidos 4 de 5 muertes relacionadas por el embarazo podrían evitarse, la cifra se pone aún peor cuando hablamos de la población afroamericana que tiene más probabilidades de morir por causas relacionadas con la salud sexual que las mujeres blancas.
La brecha de género sanitaria no es ninguna novedad. En el 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que en la Unión Europea las mujeres pasan más años de su vida con mala salud. A pesar del revuelo que desataron esos datos, la noticia no duró mucho, pues no se impulsó cambio alguno en materia sanitaria. El problema reside en que la prevención de la salud femenina recibe menor atención que los servicios de intervención y la pandemia por COVID-19 lo puso de manifiesto.
Durante esos 3 años, han sido las infancias y las mujeres los más vulnerables -aunque no sólo en temas de salud-. Datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), revelaron que al menos en 8 países de América, 447 mujeres embarazadas murieron entre el 1 de marzo del 2020 y el 29 de noviembre del 2021, ya que no pudieron ir al médico. 90% de ellas, ya presentaban síntomas en los que peligraba su vida, 77% dio a luz de manera prematura y 60% de los bebés nacieron por debajo del peso, cuestión que podría afectar la calidad de vida del infante en sus próximos años. No sólo eso, sino que para ese entonces, las mujeres eran el 72% del personal que se encontraba en la llamada primera línea, quienes ponían en riesgo su salud frente a la emergencia sanitaria, una vez más estaban desproporcionadamente afectadas.
Aquí la razón para reconocer la importancia de la salud femenina y de la prevención; la pandemia sólo dejó entrever que seguimos muy lejos de cerrar la brecha, aunque también abrió una oportunidad para hacerle frente.
En este punto, identificamos tres áreas en las que las empresas pueden y deben tener un impacto significativo: ampliar el conocimiento médico y científico, reducir los prejuicios en la cabecera del cuerpo de enfermería y abordar las barreras sociales.
Aumentar la representación femenina en la investigación como primer paso para cerrar la brecha
Una razón clara de la brecha sanitaria entre hombres y mujeres es la falta de financiación que, durante décadas ha visibilizado mayores problemas de salud en las mujeres. Una estadística del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) indica que la salud sexual y reproductiva sólo representa el 4% del financiamiento de la investigación y el desarrollo de productos y servicios sanitarios en América Latina. Esa falta de financiamiento tiene un impacto profundo en las tasas de mortalidad materna y recién nacidos, que impactan a su vez en la atención médica y las tasas de pobreza.
Otro análisis en Estados Unidos reveló que el gasto sanitario de las mujeres de 44 a 64 años de edad, era un 24% superior al de los hombres. En el caso de las mujeres de 18 a 44 años, el gasto era un 84% superior; el parto era un factor importante en esta cohorte de edad. La diferencia de gasto no sólo se aplica a afecciones específicas de la mujer, sino a afecciones en las que las mujeres se ven desproporcionadamente afectadas, como la enfermedad de Alzheimer o las enfermedades cardiovasculares.
La infrafinanciación no se ha producido en el vacío. No fue hasta 1993 cuando los legisladores estadounidenses ordenaron la inclusión de las mujeres y las minorías raciales y étnicas en los ensayos clínicos. A pesar de las actualizaciones normativas y políticas a lo largo de los años las mujeres, así como las minorías, siguen estando infrarrepresentadas en los ensayos clínicos, especialmente en las fases 1 y 2.
La brecha de género sigue calando hondo en el ámbito de la formulación de políticas. A nivel mundial, las mujeres sólo representaron el 24% de los grupos de trabajo y consejos asesores gubernamentales de COVID-19.
Estas limitaciones tienen implicaciones en el mundo real. Recientemente, investigadores de la UC Berkely y la Universidad de Chicago descubrieron que las mujeres sufren más reacciones adversas a los medicamentos que los hombres, esto se debe a que la mayoría de las directrices sobre dosificación de fármacos se basan en ensayos clínicos en los que predominan los hombres. Los efectos adversos de los medicamentos suponen un grave problema para los sistemas sanitarios de todo el mundo. En Australia suponen hasta el 18% de los ingresos hospitalarios, mientras que en Europa hasta el 20% de los pacientes ambulatorios sufren un acontecimiento adverso a un medicamento.
Incluir a más mujeres en los ensayos clínicos mejoraría los conocimientos médicos del sector y contribuiría en gran medida a mejorar la seguridad, además de aliviar la carga económica.
Abordar la representación femenina en los ensayos clínicos es otra área importante que requiere atención. Muchas empresas farmacéuticas se han comprometido a aumentar el número de mujeres que participan en los ensayos. Pero crear la infraestructura necesaria para lograr la diversidad de género en los ensayos lleva tiempo y requiere algo más que un compromiso estratégico. Las empresas que tienen éxito en este frente diseñan cuidadosamente los criterios de inclusión y la logística de sus ensayos, se asocian con diferentes organizaciones y se aseguran que los centros de ensayos clínicos cuenten con los mecanismos y el personal adecuados para apoyar a las mujeres participantes.
Los beneficios a corto y largo plazo de cerrar la brecha sanitaria de género son muchísimos. Conseguirlo requiere un esfuerzo colectivo entre los sectores público y privado. Los responsables políticos y los pagadores deben seguir apoyando y financiando la investigación sobre la salud de la mujer, y los principales agentes de la industria deben hacer de la salud de la mujer una prioridad estratégica.
Es momento de trabajar en unidad para tomar agencia en las lecciones que la pandemia nos dejó y transformar la atención sanitaria actual. Poner bajo el reflector a las mujeres en toda la industria sanitaria, ofrecer datos y perspectivas no sólo inclusivas, sino más accesibles y efectivas, darán como resultado una mejor atención para las mujeres en cada región del mundo.
Conciencia, salud y cuidado son fenómenos que revelan los datos de vida de las personas que habitan los límites de la fragilidad. El cuidado y más puntualmente, el autocuidado construye nuestra propia intimidad, a partir de la conciencia de nuestro cuerpo nos relacionamos con los otros y con el entorno. Es por ello que debemos visibilizar días como este, que conmemoran y ponen sobre la agenda todo lo que falta por lograr.