El feminismo como ciencia y forma de vida: entrevista con Gladys Bailey, precandidata a rectora de la USAC

Fotografía: Andrea Rodríguez

“El feminismo es una forma de vida progresista y solidaria” pronunció Gladys Bailey Vargas a sus 35 años durante una entrevista. Esta misma frase estuvo presente en la Caravana de Jacarandas Rebeldes del 8 de marzo, en empapelados y carteles sostenidos por las jóvenes. Al ver una foto que lo comprueba, Gladys sonríe y expresa su emoción de que las generaciones de mujeres jóvenes conozcan y reivindiquen las ideas pioneras en la defensa de los derechos de las mujeres. Hoy Gladys es una de las tres personas propuestas como candidatas por la agrupación SOS USAC para dirigir la Universidad de San Carlos de Guatemala. El 9 de abril de 2022 la agrupación realizó elecciones internas y definieron como precandidato a Jordán Rodas.

Una joven sostiene un cartel con la foto de Gladys Bailey y la frase “el feminismo es una forma de vida progresista”. Foto: Andrea Rodríguez

Gladys podría ser la primera mujer rectora de la única universidad pública de Guatemala, esta es la segunda vez que es precandidata a la rectoría. Junto a ella fueron propuestos también el exrector Raúl Molina y el actual procurador de los derechos humanos Jordán Rodas Andrade. En esta entrevista Gladys habla sobre estas elecciones, sus experiencias académicas y cómo el feminismo ha estado presente en cada una de sus etapas de vida.

Entender la opresión de las mujeres desde una mirada científica

Gladys Bailey es feminista y librepensadora, médica, fisióloga genetista y neurolingüista. También cerró pensum en derecho, aunque no encontró docentes que comprendieran sus puntos de tesis y como ella afirma “no tenía sentido que yo aprendiera las leyes machistas cuando yo había estudiado para permeabilizar las leyes que estábamos trabajando poco a poco y que al final llegaron a la CEDAW. Había avanzado mucho más allá de lo que hasta la fecha han llegado muchos abogados.”

Su ponencia Sexo-género, género-etnia o metodología de género: hacia una nueva dimensión teórica llamó la atención de estudiantes y docentes internacionales, fue traducida a varios idiomas y ahora puede encontrarse en las bibliotecas de Harvard y La Sorbona. Sin embargo, esta no fue reconocida en su propia casa de estudios, la Universidad de San Carlos, donde se negaron a leerla e integrarla en sus bibliotecas.

– En 1967 ingresé a la universidad a estudiar medicina. Empecé a hacer actividad política estudiantil y entre 1968 y 1969 fui electa democráticamente para representar a la Asociación de Estudiantes de Medicina en el VII Congreso de Estudiantes de Medicina de Centroamérica, Panamá y el Caribe. Quien fue delegada suplente junto conmigo en ese congreso ha sido olvidada, Ladiester Cuellar, colombiana radicada en Guatemala. Las dos presentamos ponencia, ella hizo una semblanza de análisis sociológico muy avanzada sobre la labor social de Eva Perón, considerando que éramos estudiantes de los primeros años. En ese tiempo sucedieron muchísimas cosas terribles. Yo escribí con ese ímpetu de la juventud, y como traíamos ese insulto a la dignidad humana que hizo que en 1962 saliéramos a la calle a protestar en las conocidas Jornadas de Marzo y Abril por todos los despojos que se estaban produciendo. Fuimos todos, nadie sabía quién era de izquierda o de derecha, salimos porque nos indignó la injusticia, esas reacciones que se tienen cuando no se analiza con más profundidad pensando en lo que puede suceder. Para nosotras eran actos lícitos, porque eran de pedir justicia. Entonces cuando sentí comenzaron a perseguirnos, yo me pregunté ¿a mi por qué, si no estoy metida en ninguna cosa rara? Solo escribí lo que me pareció justo, pero tuve que irme a México.

Gladys Bailey en su graduación como médica y cirujana en 1976. Fotografía: Cortesía.

Sus inquietudes sobre la genética, la neurofisiología y la opresión de las mujeres le llevaron a formar parte de varios equipos de investigación, en donde se destaca su integración al Equipo del Genoma Humano en Toronto, Canadá. En sus hipótesis, luego confirmadas en los estudios del genoma humano, afirmó que el genoma humano evidencia la igualdad entre mujeres y hombres en tanto especie humana, independientemente de las diferencias complementarias de los cromosomas sexuales.

Sin embargo, suma a su argumentación, que estas diferencias no son una justificación para la desigualdad social y la categoría de subespecie a la que se ha relegado a las mujeres a lo largo de la historia. Lo que Gladys llama ideología de género, la que sitúa a las mujeres como seres inferiores.

– El que seamos biológicamente, fisiológicamente necesarios para perpetuar la especie es una verdad de la historia evolutiva biológica, ahora, que eso signifique que nuestro cerebro y forma de pensar tenga que estar supeditada a la otra mitad que dispusieron que era el hombre, es una gran falsedad. Ese es el núcleo y el principio científico para la investigación. ¿De dónde vino esto que se configuró en una ideología que funciona como reflejo condicionado?, como los estudios de los reflejos condicionados en psicofisiología. El núcleo de la ideología de género es una definición arbitraria que se le ocurrió a unos biólogos, que además eran curas, la ideología de la inferioridad femenina por razón de la fuerza bruta, que ellos tuvieron que justificar con una pregunta que dispusieron que era científica a partir de esas falsedades. Entonces ellos dicen “masculino=sexo fuerte”. Luego cuando avanzan los estudios de biología, sigue ese mismo criterio del sexo fuerte como representante de la humanidad: el homo sapiens. Ahora ya es el homo sapiens sapiens, pero no se modifica la esencia. Desde esa exclusión tan absoluta de la mujer tenemos todo el efecto ideológico, porque así se fue aprendiendo a través de la palabra. Por eso es que la palabra es la más atacada y la más peleada por el feminismo radical.

¿Puede contar un poco sobre su profesión?

– Soy médica y cirujana, mi especialidad original es la fisiología. Luego, como la fisiología tiene como rectora al cerebro, me enfoqué en la neuropsicofisiología y la neurociencia. Esa ha sido mi especialidad que se fue conformando y fortaleciendo con la docencia de más de 40 años, 25 en la Universidad de San Carlos, 15 en la Facultad de Ciencias Médicas, 10 en investigación y el resto en otras universidades. Antes de entrar a la universidad yo estudié en colegios privados y públicos. Estudié en el INCA y me gradué en el Aqueche. Yo entré a estudiar medicina porque me gustaban las ciencias biológicas, pero me gustaban también las sociales, entonces no quería entrar solo a biología ni solo a sociología. Encontré la medicina, y además en mi ilusión de adolescente supuse que me iba a permitir hacer todo el bien, que son sus objetivos. Ya vimos que dependen de otras fuerzas oscuras, y otras luminosas, en esa interacción de día y noche. Entonces dije que aquí lo que falta es luz sobre nuestra calidad humana y lo que nos debe unir.

¿Actualmente a qué se dedica?

– A la neurolingüística y la genética. Siempre me gustó la genética, pero yo no tengo un título de genetista. Entré en la genética porque soy médica y cirujana, pero desde antes me gustó.

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Su postulación a la rectoría

Gladys es precandidata a la rectoría de la Universidad de San Carlos por el grupo SOS USAC, junto con Raúl Molina y Jordán Rodas. Reafirma la condición de precandidata porque bajo el sistema de elección actual, la figura de “candidatos a rector” no existe, como ella afirma:

– Nuestro proyecto SOS USAC es un proyecto de unidad, de rescatar la idea de que los cuerpos electorales no son privados, es que nadie es candidato si no es seleccionado por los cuerpos electorales.

La forma de elegir la rectoría de la USAC se basa en el voto indirecto, es decir, las votantes eligen a representantes que serán quienes realmente proponen y eligen a la próxima rectora o rector de la universidad. Estudiantes y docentes titulares de las 10 facultades eligen a 5 electores respectivamente, y de igual manera los 14 colegios profesionales. Con ello se conforma el Cuerpo Electoral Universitario, integrado por 50 electores estudiantiles, 50 docentes, 70 profesionales y el rector. En este proceso se excluye a todas las demás unidades académicas como las 9 escuelas no facultativas y los 19 centros universitarios.

Sobre esta exclusión, Gladys también tiene una postura en contra.

¿Promovería una reforma o lo que fuera necesario para que las Escuelas no facultativas puedan votar en la elección a rectoría?

– Sí. Promovería una orden de rectoría, ni siquiera del CSU, porque esa exclusión de la Escuelas está contra la ley. La rectoría tiene las facultades para pronunciarse en contra de eso. Es que la ley, para entenderla y aplicarla, debe leerse funcionalmente. La ignorancia de la ley no justifica ninguna protesta del CSU aduciendo que no sabían que era ilegal. Tienen que corregirlo y eso tiene que hacerse desde la rectoría, porque lo ilegal sencillamente no nace a la vida jurídica y entonces lo que han hecho excluyendo a las escuelas es violentar un derecho que ya está concedido. Con esto, todos los rectores han sido ilegítimos, porque la ley dice que los cuerpos electorales no son propiedad privada de nadie, estamos luchando por un régimen parlamentario e imparcial que elija por méritos y créditos. La exclusión de las escuelas es nula ipso jure, es decir, es nulo de pleno derecho. No se justifica.

Sobre el origen de S.O.S USAC, Gladys hace la referencia de cómo SOS es un código de clave morse utilizado como símbolo de auxilio. Lo vincula también con las inquietudes del feminismo que surgen cuando termina la guerra mundial y las mujeres exigieron traer a la memoria reciente todos los abusos sexuales y violencias sexuales contra las mujeres, y los experimentos con las mujeres.

– El S.O.S de auxilio rebota en nuestro contexto y aparece SOS USAC, auxilio para la USAC, para rescatar a la Universidad de San Carlos. Eso es lo que me da esperanza, que aunque me cueste hablar y caminar porque la edad es nuestra peor enemiga y no podemos contra ella, pero cuando me hablaron me uní; porque la cabeza, mientras la tenga funcionando, seguiré.

¿Cómo se integra al proyecto de S.O.S USAC?

– Me recomendaron mis alumnas, mis amigas. Prácticamente pasé un examen. Es lo que hemos peleado, que quien dirija la universidad atraviese un proceso meritorio y no sea una cuestión meramente política. Fuimos sometidos a exámenes de oposición, de méritos, entre gente muy capaz, que eso ya es un honor. Tres que pasamos y llegamos a ser precandidatos. Quienes estamos no tenemos aspiraciones únicas de llegar a la rectoría, yo ya tuve la experiencia electoral, ya perdí. Sería bueno que llegara una mujer por nuestra lucha y por posicionarnos, pero más allá de eso queremos la reestructura moral de la universidad.

¿Qué le motivó a ser precandidata a la rectoría?

– Que me buscaron, que me seleccionaron mis colegas. Entonces pienso que si me han depositado esa confianza ¿cómo las voy a defraudar? Porque yo honestamente ya no quería estar en eso, porque estoy haciendo política universitaria, somos feministas desde las contribuciones científicas a las que me refería, porque han sido base por ejemplo para la Cedaw.

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El devenir feminista

Al hablar de consciencia feminista Gladys hace referencia a las mujeres de su familia, su abuela, madre y hermanas. Menciona que un primer privilegio reconocido por su abuela fue la posibilidad de aprender a leer y escribir, lo cual abrió posibilidades en un momento histórico donde las mujeres tenían aún más restricciones que ahora. Sobre su madre, menciona que era maestra y que siempre defendió la autonomía de su cuerpo, incluso se identificaba con el feminismo de la diferencia, una corriente teórica distinta al feminismo radical de Gladys.

Pero especialmente recuerda a su hermana Gloria Celeste Gladys Bailey, ya fallecida. Gloria era psicóloga, más joven que Gladys (ella es la mayor de seis hermanos y hermanas) pero con quien se llevaban menos años de diferencia. Y fue ella quien pronunció una frase que marcaría el pensamiento de Gladys: la dignidad de ser humana es consecuencia de la libertad de pensar y de actuar.

– Fue tan lapidario lo que dijo y no se percató. Ella siempre se llamó librepensadora, y yo me llamo librepensadora. Era más pequeña, pero la más cercana a mí, le llevaba yo dos años. Entonces nos llamamos librepensadoras, que se vayan por allá los machos de izquierda que nos quieren utilizar y nos menosprecian, que se vayan para el otro lado los otros machos de derecha. Pero no dejamos de llamarnos feministas.

¿Cómo empezó a llamarse feminista?

– Creo que desde siempre fui feminista. Mi madre María Amanda Vargas Chacón fue feminista de la diferencia. Mi abuela, que nació en 1900, tuvo el privilegio de que como era sobrina de Lázaro Chacón, fue de las pocas mujeres de su época que aprendieron a leer y a escribir. Cuando hablamos de que somos mujeres privilegiadas es dentro de cierto marco, pero sí lo somos y tenemos que reconocerlo. Pero siempre atacadas por ser mujeres en otras esferas de una u otra manera, somos perseguidas por ser librepensadoras. Llegar a ser feminista no es fácil, una se tropieza mucho, comete muchas equivocaciones, como el infantilismo. Pero eso no significa que no se tenga una guía y una postura de rebeldía en esencia. La fenomenología puede ser distinta entre feministas. Por ejemplo, a mi no me gustaría desnudarme para protestar, pero si otras lo hacen para decir “yo puedo estar desnuda y nadie tiene el derecho de violarme”, yo lo apoyo. Jamás lo atacaré.

¿Cómo era la situación de las mujeres cuando fue estudiante en la USAC?

Había mucha rebeldía. Nosotras somos de las mujeres que protestamos. Por ejemplo, cuando asesinaron a Rogelia Cruz. Estuve en distintos nichos feministas, porque había consciencia feminista, no del término en sí, porque como lo volvieron tan peyorativo, era más bien de “yo soy mujer, exijo mis derechos” como postura. En ese tiempo el feminismo era atacado por la gente de izquierda, que nos llamaban “instrumento de los Estados Unidos”. Y los de derecha nos llamaban “instrumento del comunismo”. O sea, a nosotras nos iban a matar por cualquier cosa, los de allá y los de acá. Entonces una negaba el término, pero la resistencia feminista es la indignación ante el abuso sufrido, se tenga o no la consciencia de ser feminista, porque la consciencia feminista no siempre es reconocida por una misma incluso. Todas las mujeres feministas no lo somos por casualidad. Salir de una sujeción y un peso ideológico tan terrible, un condicionamiento psicológico que hace pensar a la mujer como inferior.

¿Cuál fue la experiencia que más le marcó en su vida universitaria?

– Esa resistencia a leer y publicar mi libro cuando ya había tenido una aceptación internacional. Es cierto que fue un congreso de estudiantes, pero éramos de distintos grados. Yo preguntaba por qué, si había delegados calificados, docentes y científicos para darle el respaldo a un congreso internacional donde dos guatemaltecas participamos. Eso fue lo que derivó en el reconocimiento que se me dio cuando el equipo del Genoma Humano en Toronto, Canadá, le dio el visto bueno. Luego vino Harvard, la Sorbona, y ahora ha sido traducido a varios idiomas. Y yo, sin sospecharlo, porque aquí ni siquiera me lo quiso publicar Jafeth Cabrera en su tiempo, que con el director de extensión universitaria me lo negaban. Me cuestionaban “¿de dónde sacó esto? Dónde están los libros que lo fundamentan?” Y yo les decía que no habían, sino que a mi se me ocurrió de la bibliografía amplia con la que aprendimos. Pero esta conclusión es mía. Se me quedaban viendo como “esta atrevida”. Hay una coincidencia, tenemos una comunicación básica. Y es lo que digo también en mi ponencia, lo que mueve la intuición que tanto han querido desprestigiar, pero es que la intuición es el conocimiento evolutivo que salta, el más poderoso y el más certero. También me fui en contra de posturas feministas, incluyendo la de mi mamá, que era la de la diferencia. Es que fui muy atrevida, esa es la verdad. Pero las divergencias son solo de procedimientos. Por eso no me gustan las descalificaciones entre mujeres. No es que no deba haber crítica y autocrítica entre nosotras, pero si tenemos flancos abiertos, y que nos vean pelear entre feministas.

Gladys Bailey en sus años de docente de fisiología en la USAC, 1980. Fotografía: Cortesía.

Hay una frase conocida de usted, que se vio en varios carteles durante la manifestación del 8M. ¿En qué contexto y a qué se refería cuando dijo que el feminismo es una forma de vida progresista?</strong>

– A la evolución, porque no encontré la palabra que mejor lo describiera. A lo que me refiero es que progreso siempre significa “hacia adelante”. Eso me resume renovación, evolución, todo. Se me ocurrió eso, pensar, cómo resumo todo lo que dije en la ponencia: el feminismo es una forma de vida progresista y solidaria. El progreso es la solidaridad humana, de todas maneras. En esa entrevista, después de que explico todo, al final escribieron “ella combina su quehacer feminista con sus labores de ama de casa”, después de toda mi explicación. Es difícil, dejar más o menos coherencia en el resumen, solo la última parte. El feminismo es filosofía, ciencia y evolución. Y por supuesto, es arte, porque si algo hace evolucionar al cerebro es el arte, la música, el canto. Las jóvenes que, aunque no se digan feministas, ya defienden sus derechos, se reconocen como mujeres. Y pienso que el feminismo no puede ser de izquierda ni de derecha machista, a menos que decida llamarse. Los machistas de izquierda y de derecha se dan la mano, y me consta.

Reflexionar sobre feminismo le recuerda a Gladys la experiencia de haber intentado crear una universidad de género, donde ella había sido propuesta como rectora.

– El representante de la San Carlos dijo que no se autorizó porque “no se autoriza la educación sectaria en Guatemala”. Y no fue nada que yo me hubiera inventado, era una réplica de lo que se enseña en la San Carlos y en todos lados. Yo era la rectora electa, hice el proyecto, porque a las feministas eso nos toca, hacer todo no porque nos guste sino porque nos toca. Al final en una nota periodística me citaron como “la vocera” y no como la rectora. No conciben la posibilidad de una rectora, y yo lo era porque había sido electa por mi grupo. Porque con las mujeres, aún teniendo esos pesos académicos, no los ven. Es que hay un condicionamiento de ceguera, no los ven, así de simple. Una feminista es difícil que encuentre gente.

***

El valor de la palabra

Como neurolingüista, Gladys ha investigado el desarrollo de la palabra como símbolo al lado de la evolución del aparato fonador humano. En sus investigaciones sostiene que la lingüística se potenció en las mujeres.

– FEM es un acrónimo que significa Fuerza Eléctrica Matriz. El aparato fonador y el lenguaje evolucionaron al mismo tiempo, en cooperación. Para la neurolingüística se vino a potenciar en nosotras. La palabra es lo más devastador, por eso es que nos quieren mudas. Hasta en el imaginario popular se da como regla de etiqueta “no hables mucho, calladita te ves más bonita”. ¿Y qué hago yo con todo esto que tengo acá, si mi herencia evolutiva es el lenguaje? ¿Lo voy a dejar con todo lo que me dejaron mis ancestras de los matriarcados?

Una joven sostiene un cartel con el rostro de Gladys Bailey y la frase “mujeres a la rectoría”.
Fotografía: Karen Lara

Un ejemplo del desarrollo de lenguajes desde las mujeres es el nü shu, una forma de escritura secreta que las mujeres chinas utilizaban entre ellas. Como menciona Gladys:

– También se han conservado de los matriarcados los códigos. Incluso hace poco descubrieron uno de mujeres chinas, con claves para comunicarse en secreto. Las habían vencido en las actividades públicas, pero el lenguaje y el pensamiento no se los pudieron quitar. Se les olvidó que nuestras ancestras nos dijeron “vuelvan al origen, entiendan eso”.

En esa línea Gladys finaliza con un mensaje a las mujeres universitarias

– Las feministas generalmente somos tres o cuatro que saltamos, pero la voz es muy poderosa porque nadie nos puede rebatir lo que solo a nosotras nos consta de lo que es el sufrimiento y la humillación de la violencia. Yo lo que les pediría es que no perdamos de vista que somos quienes debemos resolver el problema de la morbimortalidad materno-infantil, y que para hacerlo necesitamos saber cuál es el origen de nuestra opresión, que es esa clasificación técnica de la biología, y que eso es la ideología de género: que el hombre es el representante de la especie humana, el homo sapiens sapiens.

Y esa exclusión absoluta de las mujeres a su especie debe ser lo que mueva nuestra dignidad para luchar por todos los espacios que nos lleven a erradicar el producto final que es la tragedia humana del mundo: la morbimortalidad materno infantil. Pero no sabremos cómo combatirla si no sabemos de dónde viene.

Andrea Rodríguez

Socióloga interesada en la relación teoría-práctica, movimientos sociales, feminismo, ecologismo y antiespecismo. Feminista. Abolicionista. Antiespecista.

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