Encuentro de Mujeres exige paridad obligatoria e inclusión de pueblos indígenas
Escrito por Nathalie Quan
Bajo la consigna “Sin mujeres indígenas no hay democracia”, el Encuentro Nacional “Hacia una democracia igualitaria, inclusiva y representativa en la búsqueda de la paridad y alternancia”, reunió en la ciudad de Guatemala a cerca de cien mujeres y cerró con un comunicado contundente: exige al Tribunal Supremo Electoral, al Congreso de la República y a la Secretaría Presidencial de la Mujer establecer reglas claras para inscribir y elegir con paridad, alternancia e inclusión, y garantizar transparencia en las elecciones de segundo grado.
Por Nathalie Quan
El Encuentro Nacional “Hacia una democracia igualitaria, inclusiva y representativa en la búsqueda de la paridad y alternancia” reunió, en la ciudad de Guatemala, a alrededor de cien mujeres de distintos territorios. Convocaron la Alianza de Mujeres y Mujeres Indígenas por el Acceso a la Justicia (AMMI), la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), el Movimiento de Mujeres con Poder Constituyente y la Articulación y Diálogo de Organizaciones de Mujeres y Parlamentos Indígenas.
No fue un acto protocolario: fue un espacio de trabajo para convertir en reglas exigibles —no solo en consignas— los principios de paridad, alternancia e inclusión de mujeres y, de forma explícita, mujeres indígenas. Al cierre de la primera jornada, la idea-faro quedó nítida: sin mujeres y sin mujeres indígenas no hay democracia.
La mesa inaugural contó con la participación de la vicepresidenta Karin Herrera, quien delineó los ejes que la institucionalidad debe seguir impulsando para abrir más espacios de incidencia de mujeres y mujeres indígenas. Subrayó que la democracia no puede ser plena ni participativa mientras las mujeres no ocupen los espacios de decisión que les corresponden, y recordó que representan aproximadamente el 52 % de la población, pese a las brechas persistentes en alcaldías, diputaciones y conducción nacional.
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Mujeres con una importante trayectoria política participaron en la mesa inaugural del Encuentro de Mujeres. Foto: Vicepresidencia de la República
Además, Herrera vinculó la discusión de paridad con condiciones materiales para ejercerla: priorizar a la primera infancia (los primeros 1,000 días y los 0–6 años) con salud y alimentación; y una política de empleo y emprendimiento con formación e intermediación laboral —especialmente en zonas rurales— para que las mujeres entren, permanezcan y abran puertas a otras. Cerró con un criterio de base: sin mujeres libres de violencia, la paridad se queda en discurso.
En el primer foro participaron la diputada Sonia Gutiérrez Raguay y Otilia Lux de Cotí, referente histórica del movimiento de mujeres y de los pueblos indígenas. La línea común fue clara: no alcanza con sumar nombres femeninos a planillas si la lógica del poder no cambia. “Lo que queremos transformar es el poder desde la reciprocidad. Se trata de llevar a mujeres a cargos de decisión para cambiar la lógica misma del poder: pasar del poder tradicional y convencional al poder válido y paritario”, aseguró Gutiérrez, y añadió la clave normativa: la igualdad formal (el voto reconocido en 1945) no se tradujo en igualdad sustantiva. Por eso pidió reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que institucionalicen la paridad con alternancia obligatoria (intercalada de inicio a fin) y sancionen su incumplimiento desde la inscripción. Defendió una “paridad con identidad inclusiva” —que incorpore explícitamente a mujeres indígenas, jóvenes y con discapacidad— y reclamó protocolos contra la violencia política por razón de género en partidos y autoridad electoral, junto con educación cívica para una ciudadanía que comprenda y exija participación. “La paridad no es el fin, es la condición necesaria para distribuir el poder al 50 %”, remarcó.
El primer día abrió también un debate sobre las elecciones de segundo grado —los procesos en que el Congreso u otras autoridades eligen magistraturas y cargos clave a partir de nóminas— y la necesidad de transparencia en cada tramo del procedimiento. Entre participantes y moderadoras se insistió en que, sin luz sobre estas decisiones, la representación se diluye y la paridad no alcanza a ese engranaje. Las tareas quedaron planteadas en tres verbos: formarse para entender el proceso, vigilar cada fase y presionar en los momentos exactos en que se decide.
El hilo del segundo día: confluencia, no choque
La continuidad del encuentro alineó el marco de acción y ruta institucional. Sandra Morán Reyes, activista feminista y exdiputada, planteó un esquema de tres democracias que deben articularse: la representativa (urnas y cargos), la participativa (Consejos de Desarrollo y diálogo con autoridades ancestrales) y la comunitaria (asambleas que eligen y mandatan). Su apuesta es operativa y ética: autonomía de las mujeres —del cuerpo, del pensamiento y de las decisiones—, preparación de candidaturas con formación política y técnica pero también espiritual y mental, y una secuencia de trabajo que asume 2026 como antesala de decisiones de segundo grado, y 2027 como meta electoral explícita.

Sandra Morán, durante su participación en el encuentro. Foto: Nathalie Quan
Ese marco tuvo continuidad institucional con Rosalina Tuyuc Velásquez, coordinadora general de CONAVIGUA y lideresa de Comalapa, Chimaltenango. “Nuestra gran tarea ahora es lograr que existan reglas claras para la paridad y la inclusión”, dijo, recordando que un intento anterior fue desestimado por el Congreso y comprometiéndose a relanzar la discusión. La traducción al territorio llegó con ejemplos concretos: inserción de mujeres en los Consejos Comunitarios de Desarrollo (COCODES) y los Consejos Municipales de Desarrollo (COMUDES), y presencia en planillas municipales donde “algunas compañeras ya han sido tomadas en cuenta”.

Rosalina Tuyuc consideró de suma importancia la existencia de reglas claras que garanticen la paridad y la inclusión en la política nacional. Foto: Nathalie Quan
Cleotilde Vásquez, mujer maya Mam de San Juan Ostuncalco, Quetzaltenango, y Coordinadora de Organizaciones Comunitarias de Mujeres Indígenas, enunció la definición que atraviesa todo: paridad significa que hombres, mujeres y pueblos indígenas participen en igualdad. Su pedido fue directo: “abrir el Congreso” a más mujeres —en especial, mujeres indígenas— para que estén, decidan y alcen la voz. La invitación a sumar mujeres de otros espacios organizativos no es retórica: sin músculo territorial, la reforma se queda en letra; sin reforma, el músculo choca contra techos de cristal.
El encuentro de dos días cerró con un comunicado leído por nueve mujeres de distintos territorios, el cual trazó el mapa de responsabilidades. Al Tribunal Supremo Electoral se le pide garantizar inscripciones sin discriminación y hacer cumplir la Ley Electoral y de Partidos Políticos en cada inscripción; al Congreso se le exige dictaminar y aprobar la reforma que incorpora paridad, alternancia e inclusión; a la Secretaría Presidencial de la Mujer se le demanda activar el eje de participación sociopolítica con diálogos e iniciativas que no se agoten en la capital; a los organismos internacionales, sostener la observación y la denuncia frente a la violencia política y la criminalización; y a las organizaciones de sociedad civil, unificar esfuerzos para promover candidaturas que lleguen con respaldo real a cada instancia de decisión. No son saludos a la bandera: son ventanillas concretas donde hoy se habilitan —o se bloquean— derechos.
La medida del cambio
El encuentro dejó una vara sencilla —y verificable— para medir avances: si la reforma se aprueba y se aplica desde la inscripción, la paridad con alternancia y la inclusión de pueblos indígenas se verán en las papeletas, en la integración de los órganos partidarios y, luego, en la forma de gobernar. Que el Tribunal Supremo Electoral rechace listas que no cumplan, que el Congreso cierre el paso a simulaciones y que la Secretaría Presidencial de la Mujer instale procesos sostenidos de participación serán señales concretas de cumplimiento.

Mujeres indígenas participaron en mesas de trabajo para determinar las exigencias que impulsen su participación en la política nacional, para crear una democracia diversa y plural. Foto: Nathalie Quan
Igual de medibles serán los primeros lugares ocupados por mujeres —en particular mujeres indígenas—, la presencia efectiva en comisiones y juntas directivas y la adopción de protocolos contra la violencia política que protejan el ejercicio del cargo.
El calendario que asomó en las salas también sirve de hoja de ruta: definir candidaturas y fortalecerlas ahora; usar 2026 como antesala para incidir en las elecciones de segundo grado con formación, observación y presión pública; y llegar a 2027 con listas alternadas, equipos preparados y respaldo territorial —desde COCODE/COMUDE hasta los partidos—. En paralelo, la agenda social y económica que planteó la Vicepresidencia (primera infancia, empleo y emprendimiento para mujeres, especialmente en áreas rurales) ancla la paridad en condiciones reales para entrar, permanecer y abrir puertas.
Si nada de eso ocurre, la igualdad seguirá dependiendo de excepciones y voluntades aisladas, y la paridad quedará como un asunto decorado. Si ocurre, la democracia se parecerá más a su ciudadanía: diversa, plural, con mujeres —y mujeres indígenas— decidiendo. La frase que atravesó estas jornadas deja entonces de ser consigna para convertirse en criterio: la paridad no es el punto de llegada, es la condición para distribuir el poder al 50 %. El resto —como se trabajó aquí con tareas, plazos y responsables— es hacerlo cumplir. Porque, dicho con fuerza: ¡Sin mujeres y sin mujeres indígenas no hay democracia!
Participaron de esta nota
Nathalie Quan
14 artículos
Andina Ayala
¿Qué dicen los datos sobre las mujeres en política en la región centroamericana? Esta es una de las preguntas que Ruda se hizo para comprender mejor el panorama de participación política, a través de esta infografía podrás conocer cómo está la paridad en los países vecinos.