El acoso callejero no es normal, aunque insistan en que lo es
Escrito por Viviana Bran
A las mujeres nos enseñaron desde pequeñas a “tener cuidado”. A no andar solas de noche, a no confiar, a caminar rápido, a estar pendientes de todo. Crecemos pensando que eso es lo normal, pero no: es miedo. Un miedo tan metido en nuestra vida que ya ni lo cuestionamos.
Por Viviana Bran
El acoso callejero no es un “piropo”, no es que “los hombres así son”, y tampoco es que “nosotras exageramos”. Es una forma de recordarnos, todos los días, que para muchos nuestro cuerpo sigue siendo público, disponible para comentarios.
Y lo peor es cómo lo hemos ido normalizando:
“Solo fue un silbido”
“Solo me siguió un rato”
“Por suerte no me tocó”
Como si debiéramos agradecer que no pasó algo peor, normalizar el acoso ya habla de nuestra cultura. Hace poco una amiga me dijo algo que resonó en mi casa sobre lo que tienen que vivir ciertas mujeres por necesidad, y que como parte de esa necesidad se volvió “normal” tolerar algo que afecta nuestro físico o estar vulnerables en cualquier aspecto. “¿Sabés? He tenido que aguantar acoso de Uber, pero es lo que toca por la necesidad”.
Muchas mujeres están obligadas a moverse entre opciones inseguras porque no hay alternativas, y tanto Uber como el transporte público se han convertido en canales de inseguridad. Cada vez que sales mandas tu ubicación en tiempo real a un familiar o amigos y amigas para sentirme más segura.
Para una mujer el usar cierta ropa o a veces el solo existir también representa un peligro. El hecho de ver cómo hombres de todas las edades te devoran con la mirada, esa mirada que incomoda, esa mirada de años y años que nadie cuestiona y que todos dejan pasar. Uno se sube al bus y ya sabe que viene una prueba más de paciencia, de tensión, de aguantar un día más siendo mujer.
El acoso callejero es un síntoma de un país donde caminar siendo mujer es un riesgo constante. Un país donde las instituciones minimizan, donde la gente justifica, donde muchas veces la culpa termina cayendo sobre nosotras: por la ropa, por la hora, por la ruta que elegimos.
Y aun así seguimos saliendo de nuestras casas, porque no hay opción: trabajamos, estudiamos, hacemos trámites, vivimos. Salimos cansadas, alertas, pero también con la fuerza de saber que no estamos solas al final del día, somos una red de mujeres que tenemos solidaridad entre nosotras para cuidarnos y nos avisamos en el grupo de WhatsApp que llegamos bien a nuestras casas.
Los colectivos, las amigas que se acompañan, las que comparten su ubicación en tiempo real, las que denuncian, las que ya no se callan, están empujando otra manera de vivir la ciudad: una donde el espacio público también nos pertenece y donde no deberíamos sentir miedo de usarlo.
Porque caminar no debería ser un acto de valentía. No deberíamos andar planeando rutas de escape ni estrategias de defensa, no deberíamos aceptar que “así toca”. Queremos caminar tranquilas. Solo eso. Y en este país, pedir algo tan básico ya es una forma de resistencia.
Participaron de esta nota
Viviana Bran
9 artículos
Ana Lucía Ramazzini Morales
El acoso en las universidades no es un hecho aislado, es una expresión de poder patriarcal que atraviesa a las instituciones educativas. Lo que debería ser un espacio para pensar, aprender y crear, se convierte para muchas mujeres en un territorio de riesgo y violencia. El acoso conlleva efectos psicológicos necesarios de visibilizar. La reciente investigación del Observatorio Contra el Acoso Callejero Guatemala (OCACGT) lo evidencia con rigurosidad: estudiar sin acoso todavía es un derecho pendiente.
Ruda
En un acto conmemorativo por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, el presidente Bernardo Arévalo firmó este 25 de noviembre los Lineamientos del Organismo Ejecutivo para el abordaje del acoso sexual contra las mujeres. Estos constituyen una herramienta para definir, prevenir y combatir la violencia sexual en las dependencias del Ejecutivo.