Repensar el mestizaje en mi vida
“¿Qué nos mantiene vivos?”, fue la pregunta que dio origen a la conferencia inaugural del “II Congreso Internacional Pueblos Originarios frente al Racismo” organizado por el Movimiento De Mujeres Indígenas Tz'ununija', y por la Comunidad de Estudios Mayas Ixb’alamkyej Junajpu Wunaq (CEMIJW). La actividad tuvo lugar el 16 y 17 de agosto y una de sus frases representativas fue “la lucha de los pueblos originarios traspasa las coyunturas políticas”, en alusión a las votaciones de segunda vuelta. Fue un congreso abierto, sin costo, dirigido a toda persona.
“¿Qué nos mantiene vivos?” fue una pregunta dirigida a los pueblos originarios. ¿Qué hacía yo frente a una pregunta de tal magnitud? ¿Qué hace una mujer mestiza, que trata de reencontrar su historia, de reelaborar sus orígenes, de padres xinka, de abuela afrodescendiente, de tatarabuela blanca, ante una pregunta que estremece? Porque la pregunta trae implícita una realidad e historia brutal: la de un país/sociedad/estado/nación que ha sustraído por todos los medios la vitalidad de los pueblos.
En mi familia siempre nos habíamos pensado como ladinos. Esa idea de ladino, la de la negación. Mi sangre era una mezcla desconocida. Aun con el desconocimiento e incluso la negación, no se borró la historia, los lugares, y la memoria. Fui criada con una mezcla rara de urbanismo y ruralidad; con una clara inclinación hacia el trabajo con las manos y la tierra, con la atención en la luna y el sol, el viento, las lluvias, las energías. Mi papá sigue escogiendo semillas y guardando su propia selección para mejores cultivos y frutos; mi mamá continúa apegada a su tierra a pesar de la distancia, y sus palabras claras y sencillas están ligadas a la vida y la tierra.
Las familias ladinas son mestizas, y ese mestizaje está presente en nuestras vidas y en cada vida se expresa de formas múltiples. Cada mestiza tiene una propia constelación histórica de ideas, lugares, memorias, costumbres y recorridos. Hemos errado al no reconocer ese mestizaje.
Lejos de tener una respuesta a las preguntas que planteó el congreso, tengo la intención de reflexionar y pensar sobre mí y sobre nosotras como un proceso de descolonización, según lo mencionó Aura Cumes durante la discusión en una de las mesas del congreso.
“¿Necesitamos más pruebas de que el sentido humano de lo urgente y lo relevante está mediado, sin duda sobre determinado, por consideraciones claramente políticas?” afirma Žižek en su reflexión sobre la violencia. Al sistema colonial y racista le interesa que la violencia continúe y que no reflexionemos sobre nuestro actuar y cómo nos relacionamos entre nosotras,; porque el racismo se expresa de muchas formas, a veces es claro y preciso, otras veces adquiere formas sutiles como la condescendencia o el paternalismo. El racismo atenta contra la vitalidad de los pueblos, en palabras de Aura Cumes. En el caso de Guatemala, esto ha ocurrido por más de cinco siglos. Erradicar el racismo debe ser una prioridad, una urgencia.
Pienso que aceptar que somos racistas es por lo menos el primer paso. No posterguemos más la discusión, análisis y acciones relacionadas a erradicar el racismo en la sociedad y en nosotras.
Gracias a quienes organizaron y participaron en el congreso.