La sanación como camino cósmico-político. Parte II

 –   Luego de contarnos tu recorrido personal, ¿dónde estás hoy, Lorena?

Caminando territorios en Iximulew (Guatemala) que están en resistencia ante las lógicas extractivistas (no menciono los nombres de los lugares por seguridad). Acompañando y siendo acompañada. Llevando diferentes procesos de sanación con mujeres en distintas comunidades. Antes, durante y después de procesos de justicia y criminalización.

Aportando a diálogos y reflexiones plurales desde la oralidad, cuerpos plurales, sexualidades plurales e identidades plurales como otros abordajes en comunidades indígenas. Llevando intenciones sin nombrarnos feministas comunitarias territoriales, sin nombrar sistema patriarcal. Pero si con una intencionalidad feminista para poder interpelar amorosamente las relaciones desiguales de poder en la comunidad y el machismo indígena desde códigos comunitarios para sanar también las relaciones de esta. Acuerpando procesos para acompañar la violencia sexual sobre las mujeres. Haciendo alianzas con mujeres en Iximulew y en otros territorios.

Siendo crítica con interpelaciones amorosas. Aportando algunas reflexiones en universidades que se han interesado en cómo se relaciona la psicología con sus diferentes corrientes actuales que van desde el trauma y eso que llaman situaciones post-conflicto, pero que yo en lo personal no llamo así porque la temporalidad del trauma en la interpretación de la psicología occidental es una temporalidad diferente de como mujer indígena y feminista comunitaria territorial, ya que hago una interpretación del entramado histórico-estructural de opresión sobre los cuerpos, y es esa una temporalidad mucho más larga que habla de un continuo histórico de violencia contras los cuerpos. Por ello es que no puedo asumirlo como psicóloga.

Haciéndolo como mujer indígena y feminista comunitaria. Caminando con mi hija por la vida. Conmemorando el 8 de cada mes el fuego ceremonial en memoria de las niñas calcinadas en el Hogar ”Seguro” Virgen de la Asunción y las sobrevivientes. Sosteniendo el fuego ceremonial en la plaza central de la Ciudad de Guatemala, a orillas de un lago, en algún centro ceremonial, en algún territorio en resistencia, o en algún lugar donde estemos cada una que conformamos esta Red Sanadora. 

–  Desde ese recorrido personal nos comentas que la sanación es un acto político, ¿por qué?

La sanación es un acto personal, político y consciente que puede colectivizarse, a diferencia de la psicología que lo deja en un plano individual. A nosotras nos gusta decir: Sanando yo, sanas tú. Sanas con el agua pero el agua también tiene que ser sanada.

Yo no puedo decirle a alguien, “tú necesitas ser sanada”; no puedo. Creo que es un acto que cruza la conciencia profundamente. Por ello pongo en cuestión todo lo que hoy es el autocuidado que está siendo sumamente mercantilizado por lo tanto despolitizado, así como también que los tutelajes sean académicos, feministas o que dejen en un plano de abordaje de medicina o de psicología occidentalizada los procesos de recuperación de las dimensiones profundas de conciencia a las mujeres indígenas. Y esto porque la dimensión espiritual para ser sanadas únicamente es posible que se pueda dar a partir de los códigos de mujeres indígenas sanando con mujeres indígenas.

Sanar es personal, político y consciente. 

–    ¿Qué puede llegar a ser entonces la sanación en los movimientos de mujeres en Guatemala y otros territorios?

Creo que cuando hablamos de sanación, esta no solo está en la dimensión de lo corporal; está también en lo emocional, en las memorias políticas de mujeres que hemos caminado y que en algún momento nos hemos tejido o en algún momento nos hemos desencontrado. Es traer al presente otras relaciones de conciencia de cómo hemos ejercido el poder, los privilegios, la usurpación, la representación. Esas son relaciones para ser sanadas políticamente, como acto consciente.

Cuestiono mucho cuando pasamos por procesos de formación y entramos en repetir actos de sanación sin estar conscientes. Creo que con los movimientos políticos de mujeres tenemos también desencuentros porque estamos en distintas lógicas. A mí los proyectos, marco lógico, marco teórico, resultados y debates teóricos nebulosos hace años que ya no me convocan. Y allí hay una ruptura.

Me desencuentro cuando veo tutelajes, como cuando veo a las hermanas mayas tuteladas por feministas urbanas y académicas que quieren que todas se nombren feministas para ser fuerza social. Creo que necesitamos sanar esas relaciones de poder. Creo que tenemos que descolonizar y despatriarcalizar las relaciones entre feministas. Llegar al respeto por nuestras diferencias sin hegemonías. Hemos construido relaciones hermosas desde nuestras pluralidades con hermanas y compañeras en territorios indígenas que aunque no se nombran feministas tienen una coherencia con el deseo profundo de sanar. Y con algunas feministas de las que años atrás nos alejamos y que hoy están en la búsqueda del deseo profundo de sanar esas relaciones de poder.

Es la primera vez en muchos años que hablo. Veniste en un 5 Noj y era tu camino; no veniste solo por venir. Te digo esto porque creo que hay una competencia epistémica que también es necesario sanar. No es lo mismo hablar de violencia sexual si no ha pasado por tu cuerpo; sanar y seguir sanando; yo misma sigo sanando. 

–  Estamos terminando la entrevista, Lorena. ¿Quisieras decir algo o dejar algún mensaje a quienes te leen?

Celebro la memoria ancestral sanadora de las generaciones de miles y miles de mujeres que en todo el mundo han aportado para que hoy estemos acá con actos de dignificación otras mujeres. Celebro la naturalización de la alegría y no de la violencia en mi hija, porque a esa edad era otra mi historia.

Reconozco profundamente a mis abuelas mayas, q’eqchi’s y xinkas, mis abuelas espirituales, pero también a las abuelas de los diferentes pueblos que han abierto su corazón, su palabra, su sabiduría y que, con profundo respeto, hemos compartido saberes. Reconozco a las mujeres que hoy caminan en comunidades y en otros espacios territoriales y con quienes hemos caminado, no solo como Lorena Cabnal, sino como la Red. Sigo sintiendo ese profundo amor para seguir caminando.

Termina la entrevista. Lorena me invita a encender unas velas en el espacio simbólico espiritual antes de que desayunemos frijoles y tortillas calientes. En el altar me encuentro fotos con rostros conocidos: Berta Cáceres, Marielle Franco, los nombres de las 56 niñas del Hogar Seguro y el sin fin de mujeres defensoras que nos han arrebatado, pero que hoy florecen a través de miles de semillas en este Abya Yala que resiste y arde… Por nosotras, las mujeres.

Celeste Mayorga

A los 19 años me enteré que mi historia familiar también había sido atravesada por la memoria histórica de Iximulew, Guatemala. Investigadora social porque la memoria de mi abuelo me llevó allí, artista visual porque el arte puede generar nuevos tejidos sociales, fotógrafa del atardecer; lesbiana-feminista y disidente sexual porque lo personal es político, bruja ante los poderes que me heredaron mis ancestras para sanar mi propia historia, la de la violencia sexual. RUDA es mi ofrenda como mestiza y un tributo para mis linajes que no pudieron sanar. Su fuego vive en mi pecho. Soy también parte del equipo de Centro de Formación, Sanación e Investigación Transpersonal Feminista Q’anil como Coordinadora de Memoria Histórica.

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