¿Coronavirus o nuevos modelos de vida?

Fotografía: Quimy de León

Decido escribir desde el sentir feminista a través de RUDA mujeres+territorio, para poner énfasis en lo que significa una pandemia como el Covid-19. Indudablemente esta situación me obliga a pensar en el territorio-cuerpo, en la tierra, en lo que otras y otrxs siembran para que podamos comer, alimentarnos y tener defensas en nuestro cuerpo ante las enfermedades que nos ha heredado el sistema capitalista, neoliberal y extractivista.

Actualmente el sistema capitalista llegó a niveles de extractivismo y despojo inimaginables. Las formas de resistencia en los territorios por comunidades indígenas en el mundo, sobretodo en Abya Yala están en un momento histórico. Los pueblos han defendido la tierra, el agua, los bosques, los ríos y los lagos con la vida. En esta lucha las mujeres tienen una particularidad en las formas de enfrentarse y negar el sistema y también lamentablemente hay una forma de represión sobre ellas. En el 2012 todo mundo decía que se iba a acabar el mundo, al mismos tiempo las abuelas y abuelos mayas entre fuegos nombraban, que nos urgía hacernos cargo, cuidar la tierra, hacer conciencia, consumir menos, aprender a sembrar, reconectarnos con nosotras y nosotrxs mismxs. Que lo que venía no era la caída de un meteorito y que nos ibamos a extinguir, sino que necesitábamos una transformación de raíz, de espíritu, de formas de vivir. Y que eso iba a llegar.

Fotografía: Quimy De León

En el último año las movilizaciones a nivel mundial han sido históricas, la gente ha hablado de lo que ya no quiere, ha hecho conciencia a través de la quema de La Amazonía, en Australia y otros territorios, en ese acto personal de que no podemos seguir consumiendo de igual manera. Al mismo tiempo las mujeres como nunca se resisten a la violencia machista y al control sobre sus cuerpos.

Mientras pensamos en una pandemia y sus efectos, vale la pena hacer conciencia de cómo en países del tercer mundo como Iximulew, Guatemala en Centro América, la gente muere de hambruna, de enfermedades por no tener un sistema de salud que responda a las necesidades de su población. Mientras la preocupación latente es cómo sobrevivir.

Fotografía: Quimy De León

Algunas personas viven entre el consumo ciego, entre los nuevos modelos de teléfonos  o vehículos, entre quién tiene la mejor calidad de vida cuando esta debería ser vivir en paz, con tranquilidad y con lo necesario, no con lo que sobra.

En menos de un día la gente alrededor del mundo ha vaciado los supermercados abasteciéndose de comida, comprando utencilios de limpieza o papel para no quedarse sin nada. ¿Quién compra? ¿Quién tiene acceso?

En Guatemala las comunidades no tienen ni para un rollo de papel, comen con menos de Q5 diarios y si esta pandemia llegase a propagar no tenemos ni la capacidad económica, mucho menos un sistema de salud pública que resista tal hecho.

El mundo esta desde siempre corriendo sin parar, sin detenerse. Hace unos años tsunamis, luego terremotos, luego #elvioladorerestú alrededor del mundo, hoy una pandemia.

Pienso en mi familia y en el futuro. Pero también pienso y tengo esperanza  que ya es hora de revisarnos, de detenernos, de volver a la tierra,  ensuciarnos las manos y reconectarnos en el sembrar. En el escuchar a la gente que con sus manos nos ha alimentado siempre.

En lo importante que es el agua, la conexión con el tiempo, con la luna, con el decir te amo y te quiero, en saber pedir perdón. En aprovechar el tiempo. Y en dejar de creer que todo funciona solamente a través del dinero. Nuestros antepasados usaban el cacao como trueque. Podemos compartir agua con la vecina, puedo escuchar a alguien que se siente ofuscada porque no está en su país y no sabe cuándo podrá regresar a ver a su familia porque las líneas de avión están quebrando. Las fronteras se están cerrando en tiempos de migración y desde siempre aprendimos a que nos dividieran y no nos dimos cuenta.

Histeria, shock y una caída económica mundial es lo que parece seguro. Ojalá se caiga todo; el capitalismo, el patriarcado, la violencia, el consumo masivo, la rabia y el silencio. Pero también es necesaria una transformación personal y colectiva.

Ojalá esto nos ayude a entender que no necesitamos que las potencias mundiales nos inyecten un virus, como estrategia política para movernos y hacernos cargo de lo que nos toca. Reconectarnos con nosotrxs mismxs. Entre nosotrxs mismxs.

El territorio es nuestro cuerpo y nuestro cuerpo un territorio, es hora de recuperarle…..

Celeste Mayorga

A los 19 años me enteré que mi historia familiar también había sido atravesada por la memoria histórica de Iximulew, Guatemala. Investigadora social porque la memoria de mi abuelo me llevó allí, artista visual porque el arte puede generar nuevos tejidos sociales, fotógrafa del atardecer; lesbiana-feminista y disidente sexual porque lo personal es político, bruja ante los poderes que me heredaron mis ancestras para sanar mi propia historia, la de la violencia sexual. RUDA es mi ofrenda como mestiza y un tributo para mis linajes que no pudieron sanar. Su fuego vive en mi pecho. Soy también parte del equipo de Centro de Formación, Sanación e Investigación Transpersonal Feminista Q’anil como Coordinadora de Memoria Histórica.

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