Violencia sexual y sanación en nuestros cuerpos-territorios
Agradezco la invitación de Ruda para escribir en el lanzamiento de su revista virtual.
Me invitaron a escribir sobre mi experiencia como acompañante en relación a las violencias sexuales de la guerra en Guatemala hacia las mujeres y sus transformaciones a través de la sanación. El recorrido de la Colectiva Actoras de Cambio. Imposible entonces abarcar tanto en tan poco espacio, pero hice el mejor esfuerzo.
Me parece que transitar los anhelos del espíritu y de la energía es lo que me mueve en los mil o infinitos caminos recorridos; completa o en pedazos que luego nombro como historia de vida que, en ocasiones, se volvieron identidades. Ahora mismo tengo la (casi) certeza de ser todo y nada.
Los feminismos (para mí) son la luz inmensa y un legado que otorga la memoria histórica de miles de ancestras en la construcción de la libertad, de la posibilidad de ser y existir con estos cuerpos que materializan nuestra energía y, con la que expresamos la vida como hijas de este planeta y de este universo. Todas imprescindibles. Cada vez que lo nombro me emociona hasta el llanto de gratitud.
La experiencia de vida, como la de muchas, ha sido marcada por opresiones, violencias, carencias, sumisión, dependencias, silencios, confusiones, victimización, rabia. Todo esto que ha estado detrás como el impulso para la búsqueda de soluciones en el acompañamiento propio y de otras.
Las búsquedas me llevaron a la psicología, la revolución, el exilio, el feminismo, la maternidad. Me llevaron al trabajo con mujeres diversas, todas sobrevivientes de violencias por sus parejas, el incesto, estupro o violación sexual. La búsqueda de sanación de este terror vivido por miles de mujeres y el propio terror me acercó entonces a otra psicología; la budista, la bioenergética y también a la transpersonal. Me acercó a recuperar mi ombligo a través de la cosmovisión maya, el chamanismo y terapias propuestas por otras culturas. Me acercó a filosofías milenarias como la hinduista o la china. Todas terapias basadas en el equilibrio de las energías con una visión integral de lo que somos en sincronía con todo lo que existe.
Como centro de las opresiones machistas y patriarcales se nos arrebatan el cuerpo, la vida, el espíritu. Quieren hacernos olvidar que somos la expresión de la vida, de la creación y, en uno o mil acontecimientos cotidianos, perdemos el amor por nosotras mismas. Perdemos la aceptación de nuestros cuerpos, vidas, sexualidades y nos automatizamos en un juego y una danza macabra de perdernos en la complacencia, en la subordinación en el servicio y en el aparente placer del otro. Nuestros cuerpos quedan habitados por el masculino hegemónico patriarcal, sobre todo con la violación sexual, perpetuando el miedo, el terror y la inacción.
En 2006 fui invitada al consorcio “De víctimas a actoras de cambio, la lucha de las mujeres por la justicia”* (http://www.actorasdecambio.org.gt/) donde formé parte del equipo de formación-sanación al lado de Sara Álvarez, con quien construimos la propuesta de sanación y acompañamiento a sobrevivientes de violación y violencia sexual durante la guerra. El proceso fue fortalecido y enriquecido por las experiencias de Amandine Fulchiron, Ma. José Sian y Angélica López. Al día de hoy sigue siendo enriquecido por quienes le damos continuidad a este sueño desde el feminismo, la cosmovisión maya, las terapias energéticas, psico corporales, kinesiología, EFT, AIT, masajes, plantas y autoconciencia. La recuperación de los poderes para la vida de cuerpos en movimiento a través de la danza, la pintura y el teatro.
La construcción protagónica y autónoma de las mujeres mayas para la sanación y la libertad. Sanar el racismo, romper los silencios, reconocer la resiliencia y, sobre todo, el espíritu indomable de las mujeres mayas con las que nos hemos acompañado. Ellas, en una danza co-creadora, amorosa, descubridoras de sí mismas, han vuelto a florecer; atravesando los dolores de las opresiones y violencias por ser mayas, mujeres, rurales, sobrevivientes de la guerra y el genocidio. Mujeres a quienes intentaron una y otra vez arrebatarles el espíritu, borrarles de la tierra y de la historia. Juntas, responsabilizándose personal y colectivamente de elegir, decidir y sanar. Nombrar los horrores de la guerra, del genocidio y, paso a paso, construir el amor propio. Romper con el miedo, con la violencia. Los agresores sexuales perdieron la fuerza sobre sus vidas. La estigmatización ejercida sobre ellas, la vergüenza y la culpa se derrumbaron. Dieron paso a la desestructuración de la víctima, recuperaron sus vidas, su alma-espíritu, sus energías, vitalidad y alegría.
Así sanaron la violencia sexual, el racismo y el genocidio. Cada quien a su ritmo, con límites propios. En colectiva, en redes, caminaron hacia la acción política que se propuso a través de ejemplos y acciones personales. Colectivas y grupos de mujeres comunitarias para la construcción de territorios libres de violencia y violación sexual donde la visión de justicia y reparación esté basada en su bienestar, dignificación, equilibrio y creación de condiciones para que la violencia incluyendo la violación sexual NO SE REPITA NUNCA MÁS, para que las mujeres vivamos libres teniendo un lugar y alas para volar.