Trenzando arte, sanación y cosmovisión en mi caminar.
Empecé haciendo teatro porque me hacía sentir libre. Me enamoré de este arte, empecé a formarme con talleres e investigué. Al principio no pensé que fuera a vivir de este arte, tampoco las personas de mi alrededor lo veían como algo rentable.
En el arte no siempre hay trabajo pagado, porque trabajo siempre hay; creo que es una razón por la cual constantemente veo qué hacer paralelamente al oficio artístico.
Con la llegada de la pandemia, las presentaciones del montaje “La pesadilla del sueño” quedaron estancadas.
Estas las realizamos desde la Colectiva Teatro, y en esta obra se habla de lo que viven las mujeres que migran y lo que las obliga a migrar. Teníamos una obra que pensábamos estrenar en mayo con Moloj Wa’ix, a la cual le faltaba únicamente los vestuarios. También quedó estancada.
En esas circunstancias me cuestioné ¿para qué el teatro?, pues no era solo un camino elegido sino sentido, pero quedamos estancados y sin nada. A estas alturas no podíamos quedarnos paralizados, pues tengo la alegría de tener en mi vida a dos niños a los que amo tanto. Llorar, lamentar, quedarme estancada no era ni es un camino por el cual quiero caminar. Decidimos sembrar en un poquito de tierra que tenemos y en algunos espacios que fuimos acomodando; truequeamos algunas plantas que teníamos por semillas y otras se nos fueron regaladas por una amiga, entonces sembramos güicoy, papas, tomate, cebolla, zanahoria, miltomate. Hemos cosechado algunas y otras no las hemos logrado por que no somos muy buenos para la agricultura; por ejemplo, el tomate no se dio, lo demás sí y de miltomate cosechamos un montón, también güicoy.
También compramos pollos criollos y empecé con mi lombricompost, ahora que me quedaba en casa por muchos meses en realidad no sabía cuánto era necesario hacer otras cosas para seguir.
En el 2017 empecé a tejer conocimientos que ya tenía incorporados desde ya hace algunos años, a partir que trabajamos un montaje que abordaba el tema de la violencia sexual. Tejí la sanación – cosmovisión maya – teatro y en el 2019 di mis primeros talleres. En realidad, cuando empecé no sabía muy bien hacia dónde iba ni cómo trabajarlo con claridad.
Pero entre todo lo que cruzó por mi mente a inicios de la pandemia, el tema de sanación, teatro y cosmovisión se fue tejiendo y actualmente es lo que me está manteniendo a flote económicamente. He aprovechado el encierro para seguir formándome en espacios de talleres gratuitos o por trueque entre artistas. He ayudado a traducir algunos textos al idioma kaqchikel.
A pesar de que mi vida siempre ha sido muy movida, pues no me considero una mujer de casa (viajar, conocer y aprender es lo mío) he de decir que la pandemia me sigue
dejando algunos aprendizajes. Disfruto de la compañía de mi hija, hijo y compañero, agradezco tener un espacio físico donde compartimos y donde hemos sembrado no solo semillas de vegetales, flores, sino también semillas de amor, escucha, apoyo mutuo.
Hubo momentos en los que pensé seriamente la necesidad de prestar dinero o meterme a trabajar de lo que sea para conseguir dinero, pues lamentablemente es indispensable para adquirir artículos de consumo, pues aunque siembre, no todo el tiempo hay cosecha, todo tiene su tiempo y su proceso. Porque no veía que el trabajo remunerado llegara.
Pero realicé mis primeros trabajos en línea y la persona con la que trabajé me recomendó. Y poco a poco me fueron recomendando, cuento con lo necesario para comer e ir solventando otras necesidades. Estoy trabajando en ir escribiendo procesos de los grupos en los que he estado, y sobretodo del último proceso que llevamos porque fue casi un año de investigación, escribir el libreto, ensayar. No puede quedar olvidado, queremos retomar el trabajo con el grupo. No tenemos claridad para cuándo, porque el virus sigue allí, estamos propensos.
La virtualidad no es lo mismo, trabajar en un arte en el que interactúas con el público, sientes su energía, los escuchas, los ves a los ojos, es algo muy humano y muy necesario. Replantearnos, readecuarnos, no sé qué más cosas hagan falta. Pero sé que volveremos. No extraño los teatros por que no eran mis espacios, extraño las comunidades, los espacios comunales. Donde nos construimos y deconstruimos juntas y juntos, porque en un país donde hasta el arte de los pueblos es invisivilizado o reducido a folclor, es necesario replantearnos el arte y los espacios artísticos.