Testimonio sobre el camino de la justicia después de la violencia contra las mujeres y la importancia del acompañamiento

Fotografía: Nefelifatas Huehuetenango

Los procesos de justicia penal en casos de violencia contra las mujeres en Guatemala suelen acabar en la impunidad. Más del 90% de los casos continúan en investigación, y menos de 2% han logrado llegar a una sentencia. Procesos que inician con la decisión de las mujeres que acuden al sistema de justicia para denunciar a sus agresores y en donde se topan con distintos obstáculos: personal no capacitado, revictimización, culpabilización, falta de explicaciones.

Esta es la historia de Sofía*, quien decidió denunciar a su expareja por agredirla físicamente. Era 2016 cuando ella tenía 25 años, planeaba tener un futuro junto a su novio de varios años de relación. Se habían graduado el mismo año del colegio, pero ella se graduó antes que él de la universidad. Se convirtió en psicóloga y obtuvo su primer trabajo en un hospital estatal donde atendía a mujeres y adolescentes sobrevivientes de violencia o que atravesaban embarazos no deseados. También estaba aprendiendo mucho de sus compañeras:

– Era el trabajo de mis sueños. Ese fue mi acercamiento, y en ese entonces tengo muy presente en mi cabeza a esas mujeres. Me mostraron cosas que en mi relación estaban prohibidas. Por ejemplo, el ser yo misma. Y yo con una de ellas aprendí qué significa ser celosa y por qué ella no era celosa con su prometido. Muchas enseñanzas de la vida real que me hicieron cuestionar mi relación.

Era su segundo año de trabajo y todos estos cuestionamientos le hicieron cambiar hábitos para sentirse mejor y establecer límites. Buscaba hacer las cosas que le daban paz, porque tendía a enfermarse por tantas peleas y discusiones.

Un sábado en la noche, su novio le habló

– Mira, vamos a salir a cenar y mis papás no están.

Sofía dijo que estaba bien, pero sentía pena de decirle que también tenía ganas de tomar una cerveza. Finalmente le dijo que para él estaba bien. Luego de dar unas vueltas en el carro entraron a un bar de la zona 4 de la Ciudad de Guatemala casi vacío. Luego comenzó a llegar más gente. En la televisión se transmitía una pelea de boxeo.

– De pronto el ambiente se empezó a poner feo, y yo no sé si era la pelea, yo no sé. Porque empezó a sonar mi celular por notificación de un juego y él se empezó a poner muy celoso, extremadamente celoso, nunca lo había visto de esa manera.

Comenzaron a discutir sobre sus ideas de futuro y sobre la estabilidad económica. Él no había terminado la carrera de derecho y comenzó a atacar a Sofía diciéndole que “desde que trabaja ya no es humilde” y que “saber qué hombre le estaba llenando la cabeza de ideas y por eso estás tan radical”.

Mientras comían él pidió una cerveza. Sofía intentaba bajar la tensión en la discusión, hablando de otras parejas que conocían e identificaban como relaciones abusivas, expresando que habían cosas con las que ella no estaba de acuerdo en una relación. Por ejemplo, los golpes; a lo que él respondía “es que así tiene que ser”.

Sofía fue al baño a lavarse la cara y le dejó su celular. Él conocía la clave.

– Y me acuerdo que cuando regresé la cara le cambió, estaba como que se había terminado super rápido su cerveza y había pedido otra, y callado.

Siguieron hablando sobre el futuro, revisando unos apartamentos. Ella le enseñó unos y él le respondió “igual no me iría con usted, mis planes no son con usted”. En ese punto Sofía estaba muy enojada, y en esos momentos sabía que su cara se estaba poniendo roja. Ella fue al baño a lavarse la cara pero esta vez se llevó su celular. Al regresar él le dijo “¿ya le contestó al otro?” Un “otro” inexistente.

Sofía le reiteró que podía revisar su celular y no encontrar nada, pero él se negaba a verlo y seguía bebiendo. Ella le propuso ver una película después de comer, la pelea en la televisión del bar estaba en el momento más acalorado, ya había más gente en el lugar. En eso, él la comienza a ahorcar.

-Nadie me ayudó. Había dos mesas llenas y nadie me ayudó, ni los dueños, ni el mesero, ni nadie.

Y la siguió ahorcando mientras ella le decía que la soltara y que la estaba lastimando. Sos una mierda, sos una estúpida” repetía.

– Yo le decía ¿pero qué hice? Solo te estoy diciendo lo que quiero y no quiero en mi relación. Estaba poniendo límites, después entendí que estaba poniendo límites.

Cuando finalmente la suelta, Sofía no sabe qué hacer. Se dirige a pagar y él la jala del suéter arrancándole una pita. Ella paga y cuando regresa él ya no está, se había subido al carro y estaba a punto de irse sin ella. Luego le dice que se suba.

​​- Me acuerdo que me subí y empezamos a alegar, por ejemplo como la universidad me había cambiado, mi carrera me había cambiado, que yo no tenía por qué cambiar de pensamiento, que así no me conoció a mi, que era muchísimo más fácil estar con alguien tonto. Y yo no entendía. Me empezó a decir que gracias a él yo me había graduado, gracias a él yo había conseguido mis cosas.

Él manejaba a una velocidad peligrosa y Sofía sentía miedo. Le pedía que bajara la velocidad y él le seguía agrediendo verbalmente.

– Me decía que por mi culpa a él le iba mal en todo lo que emprendía de sus trabajos, en su familia, con su carrera, porque si estábamos peleados él ya no podía concentrarse ya no podía ni siquiera presentar un examen porque entonces se quedaba encerrado y triste.

Le reclamó de amistades anteriores, le dijo que “él podía detectar cuando ella mentía” y que él “tenía amigos poderosos, con una llamada puedo saber todo”. Le recordó de una vez cuando Sofía tuvo un accidente y le dijo “yo sé quiénes fueron y yo te salvé la vida”.

Es así como, manejando a toda velocidad, él comienza a golpearla en la espalda y en la cara. Sofía trata de cubrirse la cara mientras se escucha el rechinido de las llantas contra el pavimento. Era de noche y todo estaba muy oscuro, pero en un momento donde les alumbra una luz ella puede ver que está sangrando de la nariz y de la boca, y no puede ver de un ojo. Sofía sentía que ya no podía defenderse y trató de tomar el timón mientras le pedía que bajara la velocidad.

Eran aproximadamente las 11 de la noche cuando llegan a la casa de Sofía. Él se baja del carro y comienza a tocar el timbre compulsivamente. Ella baja del carro, toma sus cosas y él se va inmediatamente. Cuando Sofía entra a su casa busca entrar rápidamente al baño sin que la vean, llama a una amiga para pedirle ayuda mientras ve en el espejo que su ojo está cerrado por los golpes, la nariz y la boca seguían sangrando y le dolían las costillas.

Su amiga le dice que le avise inmediatamente a su mamá. Le cuenta a su mamá y a su papá, y decide que quiere denunciar al día siguiente.

– Recuerdo que me lo dijo así: el problema es que si vamos así no te van a creer porque olés a alcohol, le dijo su padre.

Sofía sabía que su papá tenía razón porque había llevado casos así en el hospital. Acordaron que él se quedaría con su celular para mientras.

– Entonces me fui a dormir, mi mamá se durmió conmigo. Mi mamá dice que mientras dormía me cubría como si me estuvieran pegando en la cabeza. No sé cómo logré dormir y me repetía “es mi culpa y es mi culpa y de plano, yo le dije que yo quiero una cerveza, Él me decía que no quería tomar Y entonces de plano, yo lo obligué”.

Llegó la mañana y toda la familia fue al hospital. No tenía quebraduras, lo más grave era su ojo que tenía la córnea rota.

– El momento en que yo pisé el hospital tenía mucho miedo de que él estuviera afuera, muchísimo miedo. Y yo le decía “mami ahí está, me está siguiendo. Va a terminar lo que hizo”.

Denunciar: un proceso de revictimización

Sofía recuerda que cuando llegaron al Ministerio Público para poner la denuncia fue un proceso horrible.

– La fiscal me trató como un objeto. Porque obviamente por ser mayor de edad, entré sola a, después con el tiempo me enteré que imprimió tres veces mi declaración porque la cambiaba sin que yo haya cambiado algo.

La fiscal le pedía detalles sobre el recorrido que habían hecho en el carro mientras su novio le pegaba. Sofía no recordaba las calles ni avenidas, pues iba concentrada en defenderse de los golpes. Estuvo por tres horas hablando con la fiscal en un proceso que recuerda como revictimizante, hasta que fue atendida por la médica legal. Sofía Afirma que ella fue la única persona que le habló con empatía.

Antes de salir le preguntan si proseguía con su denuncia, ella afirma que sí aunque resalta que no le explicaron cómo sería el proceso. Finalmente pide medidas de restricción y regresa a su casa. Su papá le da su celular y se encuentra con 15 mensajes de voz de su expareja.

– Tenía los mensajes más denigrantes del mundo, que yo era una puta, que yo era una mierda, que qué exagerada había sido, si no había sido para tanto, habló mal de mis papás. “Sos una basura ya me vinieron a notificar, qué exagerada. Ojalá te mueras Ojalá te pudras, espera que te encuentre. Me arruinaste la carrera”, un montón de cosas.

Llegó el lunes y Sofía no fue a trabajar porque estaba muy golpeada. Cuando regresó se topó con nuevas agresiones: la discriminación laboral. Ella cuenta que sus superiores no la apoyaron con los días de reposo, sino que le descontaron esos días. Se burlaban de ella y decían que no servía. Entonces encontró apoyo en las enfermeras, quienes la apoyaron en el trabajo y le dieron remedios naturales.

El proceso en el MP estaba dificultando más su situación laboral. Tenía que cancelar pacientes para acudir a citaciones y no entendía bien el proceso. Un día se comunica con ella el abogado del agresor, quien también era docente de él, para pedirle que cambie su declaración.

El abogado le recalcaba que “él es muy buen estudiante, él la quiere mucho, está muy asustado, esto va a manchar su currículum” para que Sofía modificara su denuncia. Ella se sentía confundida, como si le hubieran lavado el cerebro. Pero estaba segura de que necesitaba acompañamiento legal. Finalmente ellos le consiguieron una abogada.

– La abogada me dijo que pidamos que siga el proceso pero que ya no me llamen, o sea ahí están las pruebas ¿que más pruebas quieren? Porque seguían insistiendo que necesitaban calle, número, o sea esos detallitos que no estaban en mi cabeza

Llega al MP con su abogada y le atiende otra fiscal. Con ella se entera de que la primera fiscal había impreso su declaración tres veces en tres versiones distintas, y que eso era un problema.

– Le dije que estaba por perder mi trabajo, que si siguen el proceso está bien pero ya no me manden a llamar porque quieren detalles que yo no tengo. Mientras que el agresor no faltaba a clases, no ha faltado a sus cosas, yo sí está faltando y nadie me está recuperando ese tiempo. Entonces le dije que estaba perdiendo muchas cosas y todavía quieren que yo venga a declarar cosas que no sé.

La fiscal accedió no sin antes recalcarle dos cosas: lo que le pasó fue su culpa por estar en el lugar equivocado y haber bebido alcohol. Sofía finalmente perdió su trabajo, ya que no podía con toda la discriminación que estaba viviendo.

– No solo me había costado que respetaran mi nombre, mi título, sino que ahorita respetarme con golpes físicos.

Tuvo una sola conversación con su agresor, mediada por el abogado de él. El agresor insistía en que lo que le hizo “no había sido tan grave.

– Él prendió la cámara, yo puse la cámara y le dije “mírame cómo está mi cara”. Y él “¿en qué momento te hice eso? Deplano cuando frené”.

Semanas después su caso se detuvo, porque súbitamente el abogado de su agresor murió. Había tenido un accidente de carretera y ningún otro abogado asumió el caso y no llegaron a dar la primera declaración.

Un proceso de resiliencia

A partir de lo que vivió Sofía experimentó mucho miedo durante más de un año. Había tenido varios incidentes con personas que le insinuaban que conocían a su agresor o que le daban mensajes de él. Sentía que la seguían, y tuvo que cambiar de carro por lo mismo.

Lo último que escuche de él, o por lo menos que manda decir, fue que él iba a hacer una tesis en donde pudiera exponer ante Guatemala “cómo la ley de femicidio es anti constitucional”.

Sofía ha trabajado sus procesos desde la terapia, y también se ha apoyado mucho en sus experiencias laborales para conocer más de leyes y apoyar a otras sobrevivientes. Menciona que un sentimiento que más ha buscado trabajar es el de la culpa.

La he trabajado, he hecho terapias, ahí fue cuando conocí más a profundidad la violencia psicológica. No está tipificado en el manual que usamos los psicólogos pero me dijeron que tenía muchas secuelas de gaslighting. También he llevado a mujeres a ese proceso entonces estoy más tranquila. De alguna manera, mi experiencia me ha ayudado a acompañar a otras para que no sea tan fea esta situación.

Cuando se le pregunta a Sofía qué se debería hacer para que estas situaciones no ocurran, enfatiza en la importancia del acompañamiento a las sobrevivientes. También espera que si otras pueden conocer su historia esto les ayude a salir de la violencia y saber que no están solas

Creo que una de las cosas que ayudarían un montón es que la víctima no está sola en las denuncias. A mi me hubiera servido mucho tomar a mi mamá en ese momento y que la fiscal no fuera tan abusiva conmigo. Creo que uno de los errores que normalmente pasan aquí es que ya te sientes mal estando ahí, ya tienes miedo estando ahí, ya tienes, o sea, tienes la ansiedad espantosa y que te culpen por estar ahí haciendo lo correcto es lo que muchas nos queda grabado. a mi nunca me preguntaron cómo estoy, nunca me preguntaron tiene miedo, nunca me preguntaron y pasó algo más, o sea yo tuve que buscar con mis propios recursos mi propia recuperación y eso era porque me estaba enfermando por dentro.

También resalta que sería importante que se le brinde apoyo laboral a las denunciantes, para que en sus trabajos no se les sancione por faltas cuando necesitan ausentarse para declarar.

Y otra cosa también que te puedo agregar es que una como mujer a veces se queda callada pensando que la otra persona, su agresor, tiene cierto nivel de contactos o está estudiando algo. Porque en ese entonces no sabía mucho de la ley, que ahora ya sé pero en ese momento esos dos factores a uno le congelan el pensamiento.

Es por ello que uno de los mensajes de Sofía es

– Si yo puedo ayudar a que alguien mejore su calidad de vida y salga de esto lo hago, nadie merece esto, nadie. Por eso es que decidí contar mi historia, porque algunas terminan mal, a otras el proceso sale bien. Pero sé que algunas son manipuladas como yo a decir “mejor ya no sigo”. Ya no más, simplemente ya no más.

*Sofía es un nombre ficticio para proteger la identidad de la sobreviviente.

Andrea Rodríguez

Socióloga interesada en la relación teoría-práctica, movimientos sociales, feminismo, ecologismo y antiespecismo. Feminista. Abolicionista. Antiespecista.

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