Ser ajq’ij es también defender la comunidad: la vida de Sebastiana Par
En el centro de la reducción colonial de Santa Cruz Utatlán (o del Quiché) centro político y espiritual de los de los k’iche’ de Q’umarkaj – cuya entidad sagrada, Tojil, tiene su templo/altar antiguo a pocos kilómetros – Sebastiana Par Álvarez hace una breve pausa en sus tareas para poder conversar. Las primeras horas de la jornada no fueron suficientes para ella, pasó toda la mañana y parte de la tarde en una intermediación para la resolución de un conflicto entre pilotos de servicio de autobuses y autoridades indígenas que días antes se habían enfrentado en el cantón Xatinap. Hubo golpes y hasta amenazas de muerte, una situación grave que estuvo afectando la armonía de la comunidad.
Sebastiana confiesa que apenas pudo almorzar. Apenada, informa que la pausa para conversar tampoco puede extenderse mucho y solicita que el tiempo programado para la entrevista se pueda reducir, porque otra comunidad la acaba de llamar para que llegue a intermediar en una nueva situación. La jornada de trabajo seguramente se extenderá hasta altas horas de la noche.
Para fortuna de las comunidades, sobre el problema con las autoridades indígenas y los pilotos que fueron señalados de no querer acatar una serie de medidas comunitarias, (entre ellas no sobrecargar las unidades y respetar a los peatones), se acordó realizar una Asamblea Comunitaria en las aldeas donde se brinda el servicio. “Será la comunidad quien decida y eso se debe respetar”, enfatiza Sebastiana.
El sentido de comunidad, mediación y resolución de conflictos prevalece. La comunidad y sus autoridades comunicarán al alcalde municipal José Francisco Pérez Reyes sobre la decisión de la Asamblea Comunitaria.
Pero el alcalde ya anticipó que esa decisión será elevada al Concejo Municipal que resolverá si revocarán o no los permisos otorgados a los pilotos. Los abogados de los transportistas prometieron apelar si la decisión va en su contra. Si eso sucede, las comunidades, Sebastiana y las autoridades indígenas deberán enfrentarse nuevamente a un proceso que es usual para el sistema ladino legal, pero poco efectivo y en su formalismo, desconectado de las múltiples realidades y formas en que las comunidades toman decisiones y encaminan los procesos que les conciernen.
Siempre se dice que las autoridades indígenas no saben, dicen que no están llevando el debido proceso, comenta Sebastiana, “a veces nos toca escuchar eso para no provocar un conflicto más grande. Pero uno debe entender que en Guatemala y en todo el mundo, hay diversidad de personas y respetarlas. En este caso, el pueblo maya tiene su propio sistema de justicia y su propia organización comunitaria que se debe respetar”.
También se dice que las autoridades comunitarias son un ente que sirve de enlace con las comunidades, agrega Sebastiana, “pero no, nosotros somos autoridades y ejercemos un sistema de justicia propio que los demás deben aprender a investigar y comprender, así como nosotros hemos hecho el esfuerzo con ellos, incluso de hablar su idioma para que nos entiendan, porque aprendimos el español cuando nuestro idioma materno es el k’iche’. Hacemos el esfuerzo de hablar en su idioma para que nos entiendan, para convivir”.
Una contadora del tiempo
Sebastiana es maya K’iche’, tiene 40 años y estudió los primeros años de educación formal en uno de los sectores de Xatinap I. Se graduó de trabajadora social por la Universidad Rafael Landívar, una profesión que le ha permitido realizar consultorías, talleres y algunas investigaciones, pero enfatiza que su trabajo principal se ha enfocado en la defensa de los derechos humanos de los Pueblos Indígenas en el Concejo de Pueblos K’iche’ (CPK) como Autoridad Ancestral. Hace más de 20 años recibió su b’ara.
La b’ara o b’araj, según glosa la antropóloga Barbara Tedlock de la Universidad Estatal de Nueva York, en Buffalo, EE.UU. en su libro El tiempo y los mayas del Altiplano, es un “fajo pequeño de tz’ites -semillas del árbol de Pito- y cristales” que son preparados y entregados a las personas que se han iniciado como especialistas en rituales mayas, reconocidos de manera singular como ajq’ij y de manera plural como ajq’ijab’ en la cultura maya K’iche’.
“Los ajq’ij forman un grupo grande de profesionales activos de la religión maya iniciados como contadores del tiempo, intérpretes de sueños y curanderos”, indica Tedlock, para el caso de Momostenango, otra de las áreas maya k’iche’ donde ella y su esposo fueron preparados como ajq’ij. La palabra “curandero” se cita en el contexto de la persona que se encarga de curar cierto tipo de males, no con un sentido o carácter despectivo, con que usualmente se utiliza en el habla cotidiana de muchas personas.
Para Sebastiana “nuestra espiritualidad no es una religión donde se pide solo por la salvación de las almas, tiene un enfoque político de cuidado de la madre naturaleza, porque incluye acciones concretas para nuestra relación armónica con ella”.
Esos cuidados deben reflejarse en la conducción de la propia vida y la relación con el entorno que incluye elementos como la tierra, al momento de realizar las siembras o conservar las semillas, también abarca la relación con los árboles, los bosques, o los sagrados cerros y los recursos naturales como ríos o lagunas.
“Es una combinación de actividades, como parte de la misión que tenemos”, reafirma Sebastiana. Las actividades que realiza como ajq’ij y defensora de derechos humanos están relacionadas desde lo que ella califica como “principios cosmogónicos” donde la “madre naturaleza es asumida como nuestra madre y la tenemos que cuidar y defender, porque como ajq’ijab’ entendemos que la naturaleza es la base de la vida y sin ella no existimos”.
El cargo que Sebastiana tiene en el CPK, asegura que la define como una “cargadora”, una persona que además de lo político también “carga” los valores comunitarios. “Ahorita dentro del sistema de cargadores no todos están en la espiritualidad maya, algunos están dentro de la espiritualidad cristiana, pero comparten los valores comunitarios, aunque sean católicos o evangélicos ellos reivindican esos derechos”.
Federico Navarrete Linares, antropólogo e historiador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIH-UNAM), en su libro Hacia otra historia de América. Nuevas miradas sobre el cambio cultural y las relaciones Interétnicas en referencia al trabajo de Tedlock en Momostenango y lo que define como “dualismo complementario”, indica que “lo nuevo no invalida ni suprime lo viejo, sino que lo complementa y lo enriquece. Por ello, si bien los mesoamericanos interpretaron la conquista española y la llegada del cristianismo como el inicio de una nueva era cósmica, esta transformación no significó necesariamente la eliminación de lo que existía anteriormente”.
En esas estructuras prehispánicas se encuentra el sistema de los cargos que comenta Sebastiana y que también está apegado a la aplicación del sistema de justicia Mayab’, fundamentado desde los valores de vida: el Pixab’ y el Awa’s, que desde el idioma K’iche’ refieren a “consejo” y “transgresión”, ahora aplicados desde una agenda política de defensa del territorio, la liberación y derechos de los pueblos, juventud, niñez y mujeres.
El pepián criollo que cocinaba una guerrera
Sebastiana no duda en afirmar que la principal motivación para todas sus actividades la encuentra en su familia. Tampoco duda, entre sonrisas y suspiros, en decir que su platillo de comida favorito es el Pepián criollo, “siempre lo preparaba mi mamá. No con todo lo que ahora le echan. Ella doraba el pollo criollo y por eso agarraba buen sabor. Le ponía su sazón, también zanahoria, tomate, ajo, cebolla, queda muy delicioso así”.
Su voz languidece cuando recuerda a su mamá, pero continúa con fuerza y potencia cuando dice: “mi mamá fue una guerrera con nosotros” y, cuando se le pregunta qué palabras le podría decir si la tuviera en ese momento frente a ella, reafirma “que la quiero, la respeto y admiro por la enorme fuerza que tuvo para sacarnos adelante, éramos ocho hermanos”.
Otra de las mujeres que Sebastiana admira es a Lolita Chávez, también lideresa maya K’iche’ que tuvo que salir al exilio después de una serie de situaciones de persecución, acoso y atentados en su contra.
Sebastiana dice que entre algunas actividades, para las que todavía saca un poco de tiempo los domingos, las realiza junto a su familia. “Me dedico a trabajar nuestra tierra, porque en mi familia cultivamos maíz, frijol, arvejas, en esto usamos nuestro tiempo, en nuestras tierras, nuestras flores”.
La defensora y ajq’ij tiene a su cuidado una planta de albahaca, que es de su predilección, porque le genera paz, tiene un aroma delicioso y también la utiliza como té en el sistema de medicina natural tradicional maya.
Las plantas en la medicina tradicional maya son clasificadas por su aroma y por su composición material y energética, porque son capaces de provocar cambios en el organismo humano y se cosechan según las áreas geográficas, según José Sanic Chanchavac, lingüística y ajq’ij K’iche’ de Momostenango, en su libro Medicina Maya.
Sanic Chanchavac añade que “la salud forma un concepto fundamental y sumamente importante en el pensamiento maya, puesto que la subsistencia física depende de las relaciones respetuosas y equilibradas con las energías cósmicas. La salud en el pensamiento maya es un concepto integral, puesto que la vida del ser humano guarda una estrecha relación a todos los seres que existen”.
Sebastiana indica que procura poner en práctica esa relación armónica. “Ahora me conecto conmigo primero y luego puedo atender lo demás, pero es muy difícil, porque sigue siendo poco tiempo para nosotras. Hubo un tiempo donde yo me dormía y me levantaba pensando en la defensa de la madre naturaleza, incluso no tenía un espacio ni para mí misma, ni para mis hijos y mi familia. Estoy comiendo, estoy durmiendo, estoy pensando en las acciones, porque las necesidades de la gente y de nuestras comunidades son muy fuertes”.
Desde la cosmovisión y desde el CPK la defensora asegura que ahora intenta ver esa interioridad y autocuidado desde el feminismo comunitario, “identificamos que a veces también replicamos un sistema patriarcal donde nosotras tampoco existimos. Ustedes se dieron cuenta ahora -en referencia a la actividad con los transportistas y las autoridades comunitarias antes de la entrevista- desde las 6 de la mañana ya estaba atendiendo casos, aquí no se puede decir yo solo estoy de 8 a 12 del mediodía, almuerzo y después a las 5 de la tarde ya me retiro”.
La disputa al machismo y al racismo
Atender los problemas de la comunidad, también conlleva riesgos. Empresas madereras, hidroeléctricas o empresas de cableado de alta tensión, “todos han querido pasar sin tomar en cuenta la opinión y derechos de las mujeres y hombres indígenas”, agrega Sebastiana.
Ante esa situación, defensoras como Sebastiana asumen la defensa del territorio bajo un proceso que incluye la sanación desde la cosmogonía maya, porque asegura que “vimos la sanación como algo importante, porque somos muy humilladas, criminalizadas, invisibilizadas”.
Esa sanación, en opinión de Sanic Chanchavac sirve para restablecer en forma integral el estado físico y psicológico del ser humano y también puede incluir procesos desde la medicina maya, “se parte de la terapia psíquica y física mediante los consejos, ritos, discursos, ceremonias y la aplicación de plantas medicinales”.
Sebastiana agrega que estar en la defensa de los derechos y de las comunidades es un riesgo y una constante disputa. “Nosotras ocupamos hoy un espacio es porque hemos enfrentado mucho machismo y racismo, también intimidaciones, amenazas. Estar en la defensa es un riesgo”.
Ese riesgo también lo vivió Lolita Chávez según Sebastiana porque “el sistema de justicia ordinario no respondió y ella se vio obligada a salir al exilio. El sistema solo sirve para reprimir. No hay seguridad, se judicializa, se persigue políticamente y se ataca psicológicamente. No se garantiza la seguridad de los pueblos, el sistema de justicia está colapsado, tenemos miedo de andar en la calle, las mujeres ya no denuncian porque no saben cuándo las atenderán”.
Otro de los casos que Sebastiana también recuerda y que se enmarca en lo que comenta, es el de la periodista Anastasia Mejía, que fue acusada junto a otras personas, por el alcalde de Joyabaj, Florencio Carrascoza Gámez de incitar a la destrucción y quema de la municipalidad, durante una manifestación de comerciantes que pasaron varios meses sin poder trabajar por el confinamiento obligatorio a inicios de la pandemia de coronavirus. La periodista ha reiterado que se encontraba transmitiendo y haciendo su trabajo. Recientemente el alcalde Carrascoza fue incluido en la lista Engel, un documento divulgado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos con personajes señalados de actos de corrupción, socavamiento a las instituciones democráticas o persecución a opositores políticos.
Sebastiana recuerda que en el caso de Anastasia, “tuvo que pasar mucho para que se pusiera atención a las agresiones a sus derechos como mujer indígena, pero si fuera un hombre, incluso maya, esa justicia sería más rápida. La corrupción y la maldad nos persigue”.
El acoso, la intimidación sexual y contra todos los tipos de derechos específicos de las mujeres, constituyen otros focos de amenazas al trabajo que realizan las mujeres defensoras de derechos humanos y del territorio como Sebastiana, que expone que “Ahí es donde nos atacan o nos desgastan, dicen que somos chismosas, cuestionan qué andamos haciendo afuera, porque deberíamos estar en nuestra casa. Corremos muchos riesgos, porque hay hombres muy abusivos que pueden abusar de una persona, esos son los hombres que violentan cuando las mujeres participan públicamente, nos dicen bochincheras, chismosas. Todas estas actitudes machistas que nos tratan de invisibilizar”.
Sebastiana comenta que a lo interno de las organizaciones y las comunidades también se presentan esa problemática, porque “hay hombres a los que a veces uno los tiene que enfrentar y poner denuncias públicas a lo interno de las comunidades”. La diferencia en el trato entre hombres y mujeres en todos los espacios es algo marcado y que percibe la lideresa, “entre hombres no se tratan así, hasta diminutivos se dicen entre ellos cuando se hablan”.
“No botamos un árbol en luna tierna”
Para la entrevistada, existen algunas leyes de protección de los recursos naturales de las comunidades, pero asegura que son leyes que no favorecen, porque solo utilizan el mecanismo de convertirlas en áreas de reserva, “pero no hay una ley que prohíba la minería y la tala inmoderada. Si tenés licencia sos legal, si no tenés y cortás un árbol para tu subsistencia sos ilegal. Ni el acuerdo de Escazú está ratificado por Guatemala, por ejemplo”.
Con esas actividades de tala autorizadas a empresas madereras, con las hidroeléctricas, las mineras, “es demasiado lo que estamos perdiendo”, agrega Sebastiana, “porque nos estamos quedando sin bosques, a nivel mundial hay calentamiento global y toda la explotación que se está haciendo de la madre naturaleza. Desde el calendario maya tenemos el mandato del nawal I’x, que tenemos que estar en armonía con la naturaleza, sembrar árboles y cuidarlos. Este año como CPK logramos sembrar 8 mil árboles y se está educando a la niñez sobre ese tema”.
Sebastiana agrega que, por esa forma de concebir su entorno, “nosotros no botamos un árbol en luna tierna, porque seguramente ya no retoñará, hay ancianos en las comunidades que ellos administran sus bosques y dicen este árbol ya está grande, este sí se puede usar para nuestra subsistencia, hay prácticas comunitarias de las que se va aprendiendo y preservando”.
Sanic Chanchavac agrega que para las comunidades mayas “la madera cortada en luna llena es resistente a la polilla y la cortada en luna tierna, no resiste, luego se apolilla”, sobre la relación y efectos de la luna en ese sistema.
Esa forma de relación con el entorno, sus elementos visibles o no y con otros seres humanos, permite acercarse a una amplia gama de conocimientos y prácticas cotidianas que han persistido a lo largo del tiempo y que para las comunidades son de vital importancia, además que permite alejarse de un punto de vista simplista que califica de “decadente” en algunos casos a la cultura K’iche’ en relación a la cultura maya clásica, según el antropólogo Robert M. Carmack en su libro Kik’umaltajem le K’ichea’aab’/Evolución del Reino K’iche’ quien cita al sociólogo Carlos Guzmán Böckler y afirma compartir su criterio sobre ese tema.
“Simpatizo con la idea de Guzmán Böckler de que ver a la cultura K’iche’ solo como decadente con respecto a la cultura maya clásica es percibirla incorrectamente. Viene a mi mente Mayapán y otras culturas post-clásicas tardías de Yucatán que han sido objeto de este tipo de comparaciones injustas…”, afirma Carmack.
El aroma a naranja y tres deseos
Cuando Sebastiana rememora su niñez y le asigna un aroma rápidamente dice: ¡una naranja! Ya casi se acaba el tiempo pactado para la entrevista y recuerda sobre su próxima reunión. Sus acompañantes y las otras comunidades ya la están esperando.
Rápidamente, se le pide a la entrevistada que pueda compartir cuáles serían sus tres principales deseos, ante la situación imaginaria de estar frente a alguien que se los pudiera cumplir en ese momento: “que la gente cambie su mentalidad y tome más conciencia con la madre naturaleza, que se respeten los derechos y la autonomía de todos los pueblos y que se saque a la gente del empobrecimiento en el que se encuentra”, dice rápidamente.
Todos sus deseos fueron para la colectividad, por eso la entrevistadora insiste en que debido a ese gesto se le concederán otros tres solo para ella, a lo que Sebastiana responde: “Pediría seguridad, que yo pueda caminar libremente, porque a veces caminamos con miedo, que también tenga derecho a la formación, me gustaría seguir estudiando una maestría, un doctorado y que estén bien mis hijos y mi familia”.
La ajq’ij y defensora de derechos humanos del CPK se despide y se va. Un detalle importante sobre la lista de sus seis deseos es que cuatro son para la comunidad, uno para ella y otro que le preparará para apoyar a la comunidad. Es decir, cinco de seis refieren a la colectividad. Estar mejor como persona es estar mejor como comunidad.