Seguras y Educadas: la articulación interuniversitaria está liderada por mujeres
La problemática del acoso sexual en los espacios educativos se enuncia cada vez con más fuerza. Desde los colegios hasta las universidades, las estudiantes han compartido sus testimonios, algunos públicos y otros en encuestas, sobre sus experiencias de acoso sexual por parte de profesores, estudiantes y personas desconocidas dentro de los campus. Ante esta realidad, en el año 2019 la Comisión de Género de la Asociación de Estudiantes Universitarios –AEU- de la Universidad de San Carlos –USAC- presentó un estudio exploratorio sobre el acoso sexual en la universidad, llegando a recopilar más de 700 reportes que demostraron cómo el acoso sexual está presente en todas las unidades académicas y que es ejercido mayoritariamente por los docentes.
De esta experiencia, varias estudiantes de la Universidad del Valle de Guatemala tuvieron la inquietud de realizar un estudio sobre el acoso en las universidades privadas. Este fue el objetivo, junto al hacer activismo feminista, con el que a finales del año 2020 nace RISE: Red Interuniversitaria Seguras y Educadas, un espacio donde convergen estudiantes de la USAC, UVG, URL y UFM para investigar, difundir información y demandar acciones reales de las autoridades universitarias para prevenir y sancionar el acoso sexual dentro de los campus.
De acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística -INE- la población total de personas matriculadas en las universidades en 2018 fue de 388,828. De estas, más de la mitad fueron mujeres (206,186). La mayoría de las mujeres matriculadas eran de 20-29 años. En la Universidad de San Carlos se ha evidenciado cómo la matrícula femenina fue aumentando, hasta llegar a un 53% de mujeres en la población estudiantil. Este dato es relevante considerando el pasado exclusivamente masculino de la universidad, que no fue hasta 1919, 243 años después de la fundación de la universidad, que se graduó la primera mujer, Olimpia Altuve, de la carrera de farmacia.
Las mujeres son mayoría en la matrícula estudiantil, y también las que más denuncian haber vivido experiencias de acoso sexual de acuerdo con el Estudio exploratorio sobre acoso sexual en la USAC. Esta realidad puede verse también en las universidades privadas, como lo manifestó RISE el 7 de marzo en el bloque universitario donde estudiantes de todas las universidades que conforman la red salieron a las calles en la Caravana de Jacarandas Rebeldes como primera acción pública de la Red.
Ni en la pública ni en las privadas seremos acosadas
El movimiento estudiantil en Guatemala se ha transformado en liderazgos y demandas desde el 2015, cuando durante las manifestaciones contra la corrupción se vio una articulación universitaria conformada por colectivos, algunos de los cuales siguen accionando con nuevos integrantes. En el caso de las asociaciones estudiantiles de la USAC, los liderazgos de mujeres fueron notorios desde el proceso de recuperación de la AEU hasta las últimas dos elecciones, con Lenina García y Laura Aguiar al frente de la asociación.
La puesta en escena de mujeres en representaciones estudiantiles y en colectivos universitarios ha resaltado en los últimos años, posibilitando la visibilización de problemas que antes no eran prioritarios para las agendas estudiantiles, por ejemplo el acoso sexual. Un momento clave fue el performance de Un violador en tu camino realizado a finales de enero de 2020 al frente de la Rectoría de la USAC, cuando a raíz de la difusión de un caso de abuso por parte de integrantes del Comité de Huelga de Dolores hacia mujeres estudiantes se despertó la indignación de las universitarias ante la apatía de las autoridades. En este acto, las estudiantes manifestaron a coro “el Consejo Superior es un Macho Violador”.
Cuando se piensa en el problema del acoso sexual en las universidades se pueden pensar en casos mediáticos, en denuncias hechas desde las redes digitales y en el estudio exploratorio que la comisión de género de AEU presentó en el 2019. Pero en cada historia de acoso hay un agravante común: se está afectando el derecho a la educación de las mujeres. Una universidad insegura dificulta el aprendizaje, lo interrumpe o, en el peor de los casos, las estudiantes abandonan su carrera debido al acoso sexual.
Los problemas dentro de espacios universitarios también pueden ser sometidos a investigación. Y esa es la idea con la que se crea RISE, específicamente con la problemática del acoso sexual. La red está conformada por estudiantes universitarias de distintas carreras, generando un espacio interdisciplinario para investigar, divulgar y discutir sobre las distintas situaciones que las mujeres enfrentan en sus universidades y cómo proponer alternativas para la prevención, sanción y atención a las sobrevivientes.
– Vemos una deficiencia brutal en las universidades. No existen protocolos. Por lo menos en mi universidad, existen 19 incisos que regulan cómo cobrarte, hay más de 20 incisos que regulan tus notas.
Pero ningún inciso sobre faltas de acoso sexual. Así lo explica Nicolle Mansilla, estudiante de administración de empresas de la Universidad Francisco Marroquín y parte del comité de finanzas de RISE.
Básicamente el propósito de la red es ser una plataforma para las estudiantas universitarias, donde todas cooperemos juntas y que esté conformada por mujeres de diferentes instituciones universitarias del país, incluyendo la pública y las privadas.
Al constatar que el acoso sexual es un problema común a todas las universidades, surge el carácter interuniversitario de la red. De esta manera, también se realizan los pronunciamientos públicos ante las denuncias realizadas desde cualquier universidad, como los casos de acoso sexual en la Universidad Rafael Landívar denunciados durante el mes de marzo de 2021.
En esta articulación interuniversitaria, se puede ven las herramientas del diálogo sobre situaciones comunes a las mujeres. Hacer que lo personal sea político porque la experiencia de una no es solitaria, sino parte de una situación común, social, que llama a la acción política.
La falta de protocolos contra el acoso
La Universidad de San Carlos, la Universidad del Valle, la Universidad Rafael Landívar y la Universidad Francisco Marroquín han sido escenario de múltiples tipos de violencia contra las mujeres. Desde más de 700 reportes de acoso en la USAC, el caso de un decano acusado de violación en la UVG y las denuncias públicas de acoso sexual en la URL, las universidades tienen una ausencia en común: falta de sanciones. En los últimos años se han mediatizado algunos casos que despertaron la indignación y solidaridad entre estudiantes, en rechazo hacia la violencia y la impunidad dentro de los campus.
El Consejo Superior Universitario de la USAC recibió en septiembre de 2019 una propuesta realizada por estudiantes de derecho para prevenir, sancionar y erradicar el acoso sexual junto con el estudio exploratorio sobre acoso en la USAC. En ese acto, el entonces secretario general de la universidad Carlos Valladares, y el decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas Gustavo Bonilla, se comprometieron a llevar la propuesta al CSU e incluso a proponer una iniciativa de ley para tipificar el acoso sexual como delito en Guatemala. Ninguna de estas acciones se realizó, hasta que con el caso de varias estudiantes agredidas por integrantes del “Honorable Comité de Huelga de Dolores” se mediatizó la crisis de violencia sexual en la USAC.
Es entonces cuando el CSU activa una comisión para discutir el reglamento contra el acoso sexual. Sin embargo, sin una representación vinculante de las organizaciones de mujeres en la universidad, la comisión aprobó un reglamento muy distinto al que demandaban las estudiantes. Para Stephanie Tello, integrante del comité de redacción de la RISE, el reglamento aprobado por el CSU es una forma de limpiar la imagen de la universidad ante la opinión pública.
– Pero la pregunta es qué tipo de protocolo fue el que se aprobó. Me parece muy molesto y vergonzoso que se aprobara un protocolo que borraba por completo el trabajo de compañeras, y que por el contrario quisiera tomarse el protagonismo de hacer uno y que estuviera mal hecho. Según lo establece el reglamento, serían hombres quienes terminarían juzgando qué es y qué no es acoso.
En la URL existe una Unidad de Convivencia Estudiantil que, en teoría, es la encargada de atender las denuncias de estudiantes. Sin embargo, esta es percibida como ineficaz y revictimizante para quienes acuden a ella. Gabriela Morales, integrante del comité de comunicación de RISE explica que
– Lamentablemente es algo que no funciona. Se han hecho denuncia y allí quedan, algunas ni siquiera por escrito. Recientemente se hicieron las denuncias públicas que la U dijo como ah bueno, sí, ahí tenemos las denuncias. Entonces es preocupante realmente que te digan que podés acudir a estos espacios y que no hagan nada al respecto. Esta unidad está dirigida por autoridades, entonces además de toda la burocracia y la ideología tan conservadora que se tiene, pasa que las chicas llegan y dicen “Mire me están acosando” y les responden “pero es que mire cómo se está vistiendo”, entonces es terrible.
Investigar para proponer
La Red nace con el objetivo de realizar una investigación sobre el acoso sexual en las universidades privadas, idea con la cual lograron recibir los fondos del Plan Internacional para la Aceleradora de la Igualdad. De esta forma, RISE se organiza en comités de trabajo, uno de los cuales es el de investigación. Larisa Rodas, estudiante de antropología y sociología de la UVG e integrante de este comité explica que actualmente están en el proceso de elaboración de la encuesta que se utilizará para el estudio exploratorio.
– Básicamente lo que queremos hacer es conseguir datos para analizar y luego sacar un informe para poder llegar a las universidades y proponer o buscar algunas soluciones de la violencia y acoso sexual en las instituciones de educación superior.
La multidisciplinariedad de la red también es una característica que favorece la investigación y el activismo feminista. Con integrantes de ciencias sociales, ciencias de la comunicación, ciencias naturales y ciencias económicas, el trabajo a lo interno y el activismo hacia afuera son parte de las actividades de la red. También, la conciencia de la responsabilidad de haber accedido a educación superior es un sentido común en las estudiantes organizadas.
– Nosotras creemos firmemente que el acceso a la educación es un privilegio, el hecho que estemos nosotras en educación superior significa que también debemos traducir lo que aprendemos para hacerlo más digerible y reproducirlo de mejor manera. – comenta Stephanie.
Es así como se desprenden dos objetivos principales de la red: la investigación y el activismo feminista. En torno a ellos se organizan seis comités: de logística, redacción, finanzas, investigación, comunicación y alianzas.
Desde esta articulación se busca visibilizar que el acoso sexual interrumpe el acceso a la educación para las mujeres, y que, así como la investigación que se hizo USAC desde la AEU, investigar la situación en las universidades privadas para tener un marco empírico sobre el cual trabajar para demandar protocolos y acciones concretas en las universidades.
Una universidad para las mujeres
Hay un consenso entre las estudiantes: las universidades no son seguras. Ya sea por condiciones materiales como la falta de infraestructura de iluminación, por falta de protocolos para sancionar el acoso o por la normalización de la violencia por parte de las autoridades y docentes. Otro tema importante es la ausencia del abordaje de las teorías feministas en los currículos de estudio. Como menciona Stepanie Tello
– Parte de la violencia contra las mujeres dentro de la universidad es que nos borren todo lo que hacemos desde nuestras disciplinas, por ejemplo.
Las estudiantes coinciden en que el contexto social y familiar les generó una sensibilidad por cuestionar las razones que explican la situación de las mujeres. Las experiencias vitales del acoso, de la violencia y de la discriminación en distintos contextos, pero también la coincidencia con otras mujeres que promovían una visión crítica de estas desigualdades, ya fuera una mamá, una maestra, una compañera o amiga.
Volver estos diálogos colectivos ha sido, desde la historia del feminismo, uno de los motores y herramientas para la transformación de la situación de las mujeres. Escuchar las voces de otras y encontrar coincidencias generaría una posibilidad de tener autoconciencia sobre la propia experiencia como mujer en la sociedad. Es un proceso que coincide con una de las aspiraciones de Nicolle Mansilla
– Me encantaría que se le diera el micrófono a las mujeres de la UFM y me encantaría escuchar su voz. A mí me pasó porque me acosaron y he vivido dentro del machismo en toda mi vida. Me quitó la benda de los ojos, y quiero que eso le pase a más mujeres. Y quisiera que fuera no solo en la U, sino en la sociedad entera.
Empezar con la universidad como espacio de incidencia directo, que además es la defensa de un derecho humano: la educación. Cuando se le pregunta a Larisa Rodas cómo le gustaría que fuera su universidad menciona:
– Poderla ver como un espacio seguro, donde me pueda desenvolver libremente, donde no camine con miedo. También desde las redes sociales donde actualmente nos desenvolvemos. Las plataformas virtuales también se tienen que considerar como espacios donde se puede ejercer violencia hacia nosotras.
Y es precisamente en los espacios digitales donde se ha desarrollado el activismo feminista de RISE desde el inicio, además de acciones públicas en las calles. De hecho, por medio de las redes digitales están llevando un proceso de reclutamiento para nuevas integrantes. El objetivo es que todas las universidades estén representadas en la red, y todas las mujeres universitarias pueden escribir a las redes sociales de RISE para solicitar unirse.
Una universidad segura, para Gabriela Morales, también se empieza botando los estigmas y la evasión de los problemas como el acoso.
– Hablar las cosas porque, si no se hablan es como que no existieran. Entonces el darnos espacio para hablar, para participar, para ser escuchadas. Y para realmente formarnos como profesionales como cualquier hombre, porque lamentablemente son los que tienen los privilegios.
Una política de alianzas
Las alianzas entre mujeres han demostrado ser potenciales para el cambio social y el avance de los derechos humanos. En esta red interuniversitaria este es un eje fundamental, para conocer y poner en diálogo las experiencias y demandas de las estudiantes de acuerdo con lo que han vivido en sus universidades. De acuerdo con Larisa Rodas, contar con el respaldo de asociaciones como la AEU y organizaciones estudiantiles como Landivarianos, Acción Delvalleriana ha sido importante para la red.
Esta articulación estudiantil en torno a un objetivo común, el de erradicar el acoso sexual en las universidades, sigue creciendo en participantes y alcances. Desde varios frentes, como la formación política, la discusión en foros y la divulgación de contenido, las estudiantes hacen política.
Investigar y realizar reglamentos y protocolos contra el acoso preside a otros procesos, como en el caso de la USAC donde el CSU aprobó un reglamento deficiente y con el rechazo de las organizaciones de mujeres universitarias. Será durante la discusión de estos reglamentos donde la articulación del movimiento de mujeres universitarias será nuevamente clave para que las medidas sí respondan a sus necesidades y demandas.
Para conocer más sobre la Red Interuniversitaria Seguras y Educadas o unirse a ella:
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