Proyecto Parutz: Memoria y resistencia alrededor del fuego
El fuego ha sido un elemento importante en la historia de la humanidad. Sus interpretaciones incluyen desde el crecimiento de civilizaciones hasta el ser una forma de resistir a las opresiones. En este último radica un proyecto nacido en el municipio de San Andrés Semetabaj, Sololá, en el que la memoria y la resistencia se cocinan alrededor del fuego.
Después de un viaje de 111 kilómetros, San Andrés Semetabaj nos recibe a mí y a la fotógrafa Karen Lara con una tímida llovizna acompañada de neblina, que baja como manto desde las montañas, característica de las regiones frías del país.
El olor a frijoles y café baila en el hogar de la familia Muj Cúmes, donde conversamos con Edizon y Marlene Muj, y su abuela Florencia Tohom sobre cocina, resistencia e investigación, acogidos en el calor del poyo con leña.
–Crear nuestra propia ciencia para alimentar la vida – dice Marlene con una sonrisa mientras coloca tortillas de maíz en el poyo.
Marlene es una educadora y estudiante de Agroforestería, encaminada en su tema de investigación de tesis sobre el registro de los sistemas alimentarios en los pueblos originarios, es integrante del Proyecto Parutz.
– Nuestra cocina es al cálculo, pero lo sabemos, lo tenemos en nuestra sangre y nuestras manos que tienen memoria – responde Marlene cuando le pregunto a qué se refiere con crear la ciencia.
– Conocemos nuestro cuerpo para cocinar – resalta con emoción.
Un recetario fue la primera idea para crear el Proyecto Parutz en 2019. El registro audiovisual se convirtió en una de las principales herramientas del proyecto, con el que vieron cocinar a sus abuelas y compartieron conversaciones trascendentales, pero había más por explorar.
Tanto Marlene como Edizon, educador e ingeniero agroforestal, están de acuerdo en que la cocina es la transformación de los alimentos gestionados en la tierra y recolectados por comunidades con saberes y tecnologías ancestrales. El enfoque de sistemas alimentarios, que son para alimentar a la comunidad, es una postura política del proyecto.
Florencia, cocinera y especiera experimental Kaqchikel quien ha impartido ponencias a nivel nacional y regional, destaca que los pueblos se apoyan entre sí. Esto pudo observarse en San Andrés Semetabaj durante el inicio de la pandemia del Covid-19, señala.
La entrevista, que más parece una conversación cotidiana, se detiene para desayunar. La abuela Florencia coloca un chile 7 caldos, uno de los chiles picantes distribuidos en el altiplano central y occidental del país, dentro de la olla con frijoles, mientras Marlene revuelve huevos con cebolla picada.
Edizon nos pregunta si los huevos los queremos normales o como se comen en la comunidad. No dudamos en elegir la segunda opción. En un comal, Marlene cocina los huevos en torta, y por su lado Edizon prepara agua con sal y un poco de cebolla picada. En un plato hondo de barro nos sirvieron la torta con esa mezcla inesperada, que te hace imaginar que estará salado, pero que en realidad le da una textura esponjosa al huevo.
-La cocina empieza desde el momento en que los abuelos van al campo a trabajar la tierra – recalca Edizon mientras nos sirve frijoles.
-Lo que se cultiva en la tierra, lo que se hace en la cocina, es finalmente la cotidianidad – dice al darle vuelta a las tortillas. La gente se levanta a tener relación directamente con sus alimentos, agrega.
Con esta raíz, el proyecto de investigación gastronómica ha avanzado, resaltando la importancia de tener referentes de los pueblos originarios.
Una de las referentes para Edizon es la activista y socióloga K’iche’ Gladys Tzul Tzul, quien considera que habla con el mismo sentido comunitario como el de sus hermanas y sus abuelas. Menciona también a la investigadora Kaqchikel Aura Cúmes, a la socióloga Kaqchikel Emma Chirix, y a la antropóloga K’iche’ María Jacinta Xón.
-Se han metido a la academia para contradecir a la misma academia y aportar desde la misma epistemología maya – explica Edizon confirmando la línea del proyecto y la creación del centro de investigación gastronómica que involucra a sus abuelas, abuelos y su hermana Marlene. Lo importante de Parutz es que nos vean como sujetos políticos, concluye.
Espacios de formación Parutz
La reflexión y el cuestionamiento son parte de Parutz, siendo estos un eje en los espacios de formación y convivencia que gestionan, y que con los aportes económicos de las personas crece el proyecto.
Durante este año, Parutz llevó a cabo el taller “Sembrar, Cosechar y Cocinar para Alimentar la Vida”, en el que varias personas de Guatemala y México aprendieron sobre la siembra y cosecha de hongos ostra, y de los sistemas alimentarios como defensa del territorio.
Este concluyó con un espacio de cocina abierto al público en general en la Ciudad de Guatemala, en el que se cocinó atol de ceniza con pepita, pepián de hongos ostra, horchata de arroz quebrado y tamalitos de masa con hoja de milpa. La conversación sobre el trabajo colectivo de alimentación estuvo presente en toda la velada.
Este es solo el principio del proyecto al que Marlene, Edizon y Florencia le han puesto leña.