Negma Coy, una tejedora del idioma kaqchikel

Fotografía: Karen Lara

En San Juan Comalapa, Chimaltenango se encuentra una artista, poeta, pintora, gestora cultural, tejedora y madre que desde que se reencontró con su idioma ha unido todos sus talentos para tejer y crear obras que llevan la esencia del idioma kaqchikel. Ella es Negma Coy, mujer maya Kaqchikel.
El idioma Kaqchikel la acompaña desde su niñez a través de su bisabuela, abuela y tías quienes la cuidaron desde los cinco años mientras sus padres se dedicaban a trabajar en La Antigua Guatemala, una ciudad colonial conocida por el comercio y el turismo en Guatemala.

Fotografía: Cortesía

“Cuando yo crecí ellas fueron las que me hablaban siempre en kaqchikel. Mi papá me empezó a hablar en español y me dijo que tenía que aprender a hablar a español. Sentía que ellas me estaban obligando pero ahora agradezco porque nunca me dejaron de hablar en Kaqchikel”, expresa Negma con una sonrisa en su rostro, recordando partes de su niñez.
Narra que su abuela hasta le cantaba en Kaqchikel, “mi abuela materna me cargó desde que nací, me envolvió en su Nïm po’t – sobre huipil- y me habló y me cantó en Kaqchikel, ella no sabía español. Siempre que me cargaba hacía lo mismo”, así se lo contó su madre.

Las dinámicas cambiaban cuando estaba con sus padres, quienes experimentaron el problema de que en Guatemala el idioma oficial el español. Esto, señala Negma, ha generado que entre la población indígena a veces se le dé prioridad al castellano. “Mi mamá hacía el esfuerzo, no podía hablar muy bien el español, sin embargo hacía el esfuerzo de hablar en español para que nosotros sus hijos siguiéramos aprendiendo el español. Mi papá y mi mamá, por ejemplo, ellos nunca dejaron de hablar en kaqchikel, siempre se hablaron en kaqchikel, no hablaban en español, pero a nosotros si nos hablaban en español”. A pesar de que eso sucedía, Negma recuerda que ella y sus hermanos siempre estaban pendientes de lo que hacían su mamá y papá, para también aprender de ellos el idioma.

Aunque todo el Kaqchikel durante su niñez se quedaba para su abuela y tías mientras para sus padres el español, desde que murió su papá a Negma le surgió la idea de darle más fuerza a su idioma materno. Incluso con su mamá ahora las cosas han cambiado, porque lo que no hicieron en la niñez y adolescencia, hablar en su idioma, ahora lo hacen.

“Mi mamá quería hablarnos completamente kaqchikel en la niñez pero también le costaba porque tenía eso encima, que nosotros aprendiéramos español, y tal vez ella pensó que era bien así. Ahora las dos nos tratamos en kaqchikel. También me ha costado un poquito con toda la gente de mi niñez y adolescencia con quienes siempre hablé en español, empezar hablar en kaqchikel”.

En Guatemala, el idioma oficial es el Español predominando en todas las instancias públicas como educación, salud, economía y la academia. En el país se reconocen los 22 idiomas mayas, el garífuna y xinca, pero las instancias públicas no han logrado garantizar dignamente el acceso a servicios en estos idiomas teniendo como consecuencia el fácil acceso para estas poblaciones. Es por esto que muchas familias optan por decidir solo enseñarle a sus hijas e hijos el dioma Español, para que el acceso a servicios no sea una limitante, así como la exposición al racismo y discriminación. Brindar información en todos los idiomas o en un idioma maya aun es un tema pendiente de resolver en el país.

Fotografía: Cortesía

El arte le acompaña

Cuando se visita Comalapa, que en Kaqchikel es llamada “Chi xot” y en español significa “donde el comal” es común ver galerías de arte, murales y artistas por las calles en esta época. “No sé en otros espacios pero aquí en Comalapa ves el arte un poco más cerca, es más común, más parte de la cotidianidad, entonces escuchas hablar de los pintores”. Ese acercamiento con el arte y artistas hizo que un día también en ella naciera ese deseo. Todo empezó cuando escuchaba a los abuelos de la localidad contar historias y se dijo “En algún momento ellos ya no van a estar, me gustaría que alguien escuchara sus historias, su pensamiento”. Y en la adolescencia fue cuando empezó a escribir.

El teatro entró también en esa edad a su vida, porque una tía que era muy católica la llevaba y en ese espacio empezó con el arte del drama.
Encuentro con el Kaqchikel

La vida de Negma tomó un hilo más fuerte cuando se encontró a sus 30 años con los glifos mayas, ese ha sido el momento que ha marcado un encuentro inolvidable con el idioma kaqchikel. “Cuando yo me encontré con el mundo de los glifos, para mí eso fue lo más significativo en mi vida y mi cultura. Fue ahí cuando sentí que yo me estaba encontrando, sentí que mi idioma era parte de mí y que tenía que empezarlo a sacar, a que florezca, a darle vida. Desde los glifos fue que empecé a abrir mi corazón y dejar que fluyera el kaqchikel en mi trabajo y en mi cotidianidad”.

Aunque siempre lo hablara, le daba pena escribirlo porque no sabía. Pero a partir de recibir cursos de epigrafía maya todo cambió. Descubrió lo que ella llama “reaprender la escritura” y llegó el momento de plasmarlo, por eso en algunos de los murales que hace suele colocar frases o palabras en Kaqchikel.

El tiempo para dedicarse al arte está dividido con su faceta de madre, porque sus hijos ocupan un espacio importante en su vida y quiere verlos crecer mientras están con ella. A tal punto que una de sus hijas, Lupita, es la que más se une al arte que hace su madre, sobre todo en el teatro y en las artes plásticas. “Digo estamos porque siempre se involucra mi hija, y Noé que es mi pareja, entonces nuestras actividades son más familiares y eso a mí me ha gustado mucho. A veces cuesta un poco, nos toca dejar la casa y nos vamos los tres por ejemplo a trabajar en teatro o trabajar un mural”.

Fotografía: Cortesía

Kaqchikel, la fuerza de su arte

En cada pieza, obra y creación de Negma el Kaqchikel está ahí, presente, porque quiere que el idioma no se quede guardado sino que llegue a más personas. “Trabajamos teatro y en el teatro generalmente involucramos los dos idiomas, Kaqchikel y español siempre, porque desde ahí estamos llevando nuestro idioma como nuestra bandera, como nuestro representante. Y desde que la gente escucha, sea de dónde sea, la gente preguntará ¿y qué idioma es?”. Y ella diría, “ese es el kaqchikel, somos de Comalapa, de una región Kaqchikel”.

En ocasiones le han solicitado que en las obras de teatro no se incluya el kaqchikel, a lo que Negma se ha negado porque es parte de la esencia de lo que ella busca. “Desde mi arte le estoy dando fuerza a un espacio muy importante, a mi idioma”.

De todas las disciplinas artísticas a las que se dedica Negma, cree que a la que más le dedica tiempo y está impregnado su idioma materno es la escritura. Ella cuenta con 6 libros publicados: XXXK’ (2015; Chiapas, México), Soy un búho (2016), Lienzos de herencia (2017), A orillas del fuego (2017), Tz’ula’, Guardianes de los caminos (2019) Además ha sido invitada a festivales de poesía de Latinoamérica. Sus últimos libros son una colección Kikotem – Historias, cuentos y poesía kaqchikel que incluye tres ejemplares, literatura infantil, porque se interesa en trasladar su idioma a la niñez.

Fotografía: Cortesía

Hilos entre la colectividad

Actualmente es parte del consejo de tejedoras de Comalapa “Kemonela” porque cree en la organización, en la comunidad. “Estar en colectivos es muy grande para mí, yo siempre siento esa necesidad. Está bien, yo estoy trabajando en la escritura, en el teatro, en la pintura, pero hace falta siempre estar en colectivo, en comunidad porque ya si dos o tres personas pensamos en seguir compartiendo el trabajo a las generaciones jóvenes, creo que eso fue precisamente lo que me llamó la atención para sumarme”.

Como maestra siempre le ha gustado enseñar, trasladar el conocimiento y sobre todo compartir con la niñez. En el consejo de tejedoras ha estado con niñas y niños. “A mí me correspondió trabajar con el grupo de niñas y desde que empezamos lo primero que hicimos fue que se aprendieran los nombres de cada parte del tejido y todos los nombres están en Kaqchikel eso es importante porque desde ahí empezamos a darle importancia a nuestro idioma. ¿Por qué le vamos a cambiar de nombre o buscar un nombre en español, si tiene su nombre en kaqchikel?, entonces empezamos a trabajar”.

La artista cuenta que, si hubiera pasado más de dos días a la semana con las niñas, seguramente el Kaqchikel habría quedado más impregnado en las alumnas porque en las dos veces a la semana que las veía, absorbía todo lo que podía enseñarles durante la hora del tejido.

“En este tiempo tristemente no se está enseñando a las niñas desde su nacimiento el idioma, algunas sí tenían, entendían cuando les decíamos algunas frases en kaqchikel, entendían rapidito y otras se reían como ¿qué dijo la seño, qué está diciendo, qué pidió?. Hicimos el ejercicio de escribir el nombre en Kaqchikel en cada uno de los palos del tejido. Ellas tenían que decirlo así. Si las mamás hicieran eso en las casas también fuera diferente, les estaríamos dando más fuerza al idioma desde el nacimiento de nuestras hijas e hijos, entonces se le va dando más fuerza”.

En su pueblo, la casa de Negma es visitada por artistas y en partes de su casa se pueden ver obras de ella y su pareja. Además en su recorrido por el arte ha sido parte de Festival R’ukux’ y del colectivo Ajtz’ib’ Escritores de Comalapa. La colectividad la llevado a ser conocida en su natal Comalapa. Incluso en murales que hay en el parque del pueblo hay parte de su arte y su idioma.

Fotografía: Bilmer Poyón

“El idioma Kaqchikel ha sobrevivido porque nuestros antepasados han puesto el corazón y su acción. Existe por las mismas acciones que han estado antes de mí. Y si todas pensáramos: desde mi espacio, ¿qué puedo hacer para seguir dando vida y fuerza a mi idioma, para que esto se siga reproduciendo?, si nuestros abuelos no hubieran dejado estos escritos, no supiéramos muchas cosas. Si no, lo hemos empezado hacer, desde el espacio que ocupo”. El idioma Kaqchikel es el hilo que lleva en sus venas y hoy la mueve a hacer todo lo que crea.

Ana Alfaro

Mujer, bisexual. Me he dedicado al periodismo, fotografía, gestión cultural y realización audiovisual.
La comunicación y el arte me han permitido recorrer otras miradas y posibilidades de crear. Me gusta escribir, viajar y cuando no hago eso cocino. En el 2020 publiqué el libro “Vulcánica”.

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