Mujeres desplazadas por la violencia cuentan con apoyo y refugio en Quetzaltenango
*Marina Pérez, de 29 años, es madre autónoma, proviene de un municipio del departamento de Quetzaltenango, la violencia en ese lugar le obligó a dejar su casa y familia, decidió huir luego de recibir llamadas en las que le pedían dinero a cambio de no dañar su negocio, a su hija y a ella misma.
Por Mirna Alvarado
En la puerta principal de la vivienda que alquilaba abrió una pequeña venta de jugos naturales, esto porque después de cuatro años de matrimonio su esposo la abandonó. “Éramos mi hija y yo, al principio pedían una cantidad que yo podía pagar y estuve dándoles dinero a los extorsionistas por varios meses”.
A medida que fueron pasando los días, la cifra de dinero que los delincuentes le pedían, aumentó y sobrepasó la capacidad económica de Marina. “Ya no podía más, caí en depresión, comencé a enfermar, ya no estaba tranquila, me esforzaba por estar siempre acompañada de mi hija y trataba de no dejarla sola, porque tenía miedo de que en mi ausencia los malhechores cumplieran sus amenazas”.
Las amenazas se intensificaron, dejaron de ser solo por vía telefónica y pasaron a ser más directas. “Venían a dejarme notas debajo de la puerta de la casa o si no, las dejaban en el mostrador del negocio. Yo me sentía más vulnerable y no sabía qué hacer”. La impotencia de no saber qué hacer le motivó a tomar lo que ahora califica como la mejor decisión de su vida.
En una mochila vieja guardó sueños y esperanzas, cuatro mudadas de ropa, dos para ella y dos para la niña de seis años; una madrugada se despidió de sus familiares y comenzó su viaje a Estados Unidos, “la intención era alejarnos y estar en un lugar seguro, en el que mi hija creciera tranquila”.
Después de cinco semanas, cuando estaban cerca de la frontera entre México y Estados Unidos, fueron sorprendidas por la policía. “La pasamos muy mal, fui separada de mi nena. No sé cuánto tiempo pasó hasta que nos regresaron, en el camino mi cabeza se llenó de pensamientos negativos”, dijo entre sollozos.
“Estaba con mucho miedo porque sabía que me encontrarían y volveríamos a vivir sin paz y tranquilidad, temía volver a la casa y encontrar de nuevo los anónimos otra vez. Pero conocí al equipo de Cristosal, ellos me buscaron un lugar donde dormir esa noche y en los días siguientes coordinaron con el comité de apoyo de la Iglesia Episcopal y me brindaron refugio aquí en Quetzaltenango”.
La organización Cristosal y la Iglesia Episcopal brindan apoyo a las personas desplazadas, víctimas de violencia intrafamiliar, migrantes y aquellos que han tenido que abandonar su casa y familia debido a su preferencia sexual.
En el caso de Marina, esta organización no solo le ayudó con el refugio, también le brindó apoyo psicológico y atención médica, además recibió un capital semilla para emprender un negocio y valerse por sí misma.
Ahora se dedica a la confección de indumentaria maya, vive en otro lugar por su seguridad. “El cambio fue drástico, no tengo contacto con mi familia, sí saben que no logramos llegar a Estados Unidos”, Marina es una de las beneficiarias que forma parte del equipo de los voluntarios que han puesto en marcha la Casa del Amigo, recientemente inaugurada en la sede de la Iglesia Episcopal, en la zona 3 de la ciudad de Quetzaltenango.
*Berenice Bámaca y su familia pasaron por una situación similar, dejaron su casa, negocio y otros familiares en Izabal por miedo a ser asesinados. “Por muchos años aguantamos las amenazas de los extorsionistas, no había tranquilidad y decidimos buscar otro lugar donde vivir”.
Al inicio, su objetivo era quedarse en ciudad Guatemala, pero al no encontrar un lugar donde establecerse, decidieron llegar a otro departamento. Su condición empeoró al ser asaltadas en el transporte extraurbano. “Sin dinero y sin nada llegamos a Xela, estuvimos dando vueltas por los mercados, pedíamos ayuda y conocimos a una señora que dijo que aquí en la iglesia podríamos encontrar ayuda”.
Hablamos con el padre Roberto Armas y nos puso en contacto con Cristosal, nos ayudaron con el alquiler de la casa por cerca de tres meses y luego ayuda para abrir un emprendimiento. Por esa experiencia que tuvimos es que decidimos dar nuestro tiempo y participar de los grupos de apoyo psicológico, hay muchas personas que como nosotros tienen traumas y hablar, platicar de ello en un círculo de confianza descarga el alma”, mencionó.
*Cristal, una mujer trans, es otra de las beneficiarias de los programas sociales que promueve Cristosal y la Iglesia Episcopal. “Mis padres me sacaron de la casa cuando les dije que me sentía mujer, atrapada en el cuerpo de un hombre y que había llegado el momento de vivir como me sentía; no me comprendieron y llegaron al extremo de golpearme”.
Cristal añadió que afortunadamente conoció a alguien que le habló de Cristosal. “Ellos me ayudaron y me trajeron hasta aquí, en la iglesia Episcopal también encontré apoyo emocional, es un lugar seguro. Aquí encontré sanación emocional porque hay psicólogos, doctores y abogados, ahora yo me siento muy feliz y estoy aquí para ayudar a otros como yo”, refirió.
Estrenan oficinas
Recientemente el centro de atención integral para personas en condición de tránsito y desplazamiento interno de Quetzaltenango, ubicado en las instalaciones de la Iglesia Episcopal en 16 avenida y zona 3 de la ciudad, abrió oficinas donde se ofrecen servicios de salud, psicología y asistencia legal.
El centro funciona también gracias al apoyo de voluntarios y voluntarias beneficiados con los programas de estas organizaciones. “Nuestro sueño es contar con habitaciones para poder darle un lugar donde dormir y comer a las personas que lo necesiten”, dijo el padre Roberto Armas de la iglesia Episcopal.
Mauricio Quijano, director de Protección de Cristosal, explicó que este es el primer centro de atención integral y que el modelo se pretende aplicar en otras regiones. “Tenemos otros centros como el de apoyo integral para mujeres víctimas de violencia de género, la experiencia adquirida en ese y este centro nos motiva abrir otros en el futuro. Lo que se valora en este caso es que las personas que han sido beneficiarias de nuestros programas, forman parte de los voluntarios”, afirmó.
(*** estos nombres fueron cambiados por protección de las entrevistadas, debido la situación de vulnerabilidad en la que se encontraban)