Las feministas nicaragüenses se mantienen resilientes
El trabajo en defensa de los derechos humanos en general y de las mujeres en particular enfrenta desafíos específicos a nivel regional. Nombrarse feminista en el contexto de la dictadura Ortega Murillo conlleva riesgos de persecución, asedio, encarcelamiento, migración forzada, destierro y afectaciones en la salud mental por la política de terror y la criminalización de la protesta que ha instaurado el régimen.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su artículo ¿Quiénes son las defensoras de los derechos humanos?, “el trabajo de las defensoras de los derechos humanos se considera una amenaza al statu quo, su participación en los movimientos feministas, o lo que están tratando de lograr (por ejemplo, la realización de los derechos de las mujeres u otros derechos relacionados con la igualdad de género) también las convierte en blanco de ataques, tratando de desalentar individual y colectivamente”.
Las mujeres feministas que viven en Nicaragua y las que fueron obligadas a reubicarse en otros países han afrontado condiciones de indefensión, adversidad y vulnerabilidad que les han activado procesos de resiliencia. En ese marco de sobreponerse a una serie de eventos complejos, resignificar la identidad feminista y construirse oportunidades para habitar sus presentes, se inscriben las experiencias de Lápiz Rabioso, Lisa, Violeta y Aurora. Ellas son cuatro mujeres feministas, nicaragüenses y profesionales, quienes, desde el año 2018, han atravesado cambios drásticos que se derivan de la represión y han navegado la crisis sociopolítica de Nicaragua: Lisa y Violeta radicadas en el país, y Lápiz Rabioso y Aurora como migrantes en Europa.
Esta primera entrega visibiliza testimonios con prácticas resilientes y lecciones aprendidas basadas en la experiencia de vida de estas mujeres feministas, quienes analizan su realidad y encuentran estrategias para sobreponerse a sus propios desafíos.
Las circunstancias complejas entre 2018 y 2023
Para que acontezca la resiliencia debe suceder un evento o un conjunto de eventos que modifican la cotidianidad, son adversos e implican una crisis para una persona o un grupo de personas. “Se trata de un proceso activo de resistencia, autocorrección y crecimiento como respuesta a las crisis y desafíos de la vida”, dice la autora Forma Walsh en su libro Resiliencia Familiar.
Lápiz Rabioso, Lisa, Violeta y Aurora son mujeres distintas entre sí: tienen diferentes profesiones, historias de vida, personalidad y formas de entender el mundo. Pero tienen la experiencia común de ser feministas nicaragüenses y poseer una actitud crítica al contexto. Como resultado de todo esto, ellas han sufrido, en diferentes niveles de intensidad, los embates de la dictadura y han afrontado desafíos específicos desde sus recursos personales y según sus realidades.
Lápiz Rabioso es una artista feminista en condición de migrante irregular en un país de Europa. Describe los desafíos enfrentados por ella entre el 2018-2023 como una “bola de nieve” porque la vivencia ha sido arrolladora y durante un tiempo sintió que la complejidad iba en aumento. En 2018, ella salió por primera vez de Nicaragua rumbo a Europa, con el propósito de buscar nuevas oportunidades y un contexto con más calma, porque el país la hacía sentir en riesgo constante y le resultaba inseguro.
Al llegar al actual país donde reside tuvo que lidiar con el cuestionamiento de “¿me quedo ilegal o me voy a Nicaragua?”, seguido del shock cultural, las nuevas rutinas, el duelo por dejar a la familia, la precariedad económica y una depresión profunda. “Yo había experimentado depresión pero nunca de esta manera, creo que se me juntaron los traumas que venía acarreando desde Nicaragua a nivel familiar y de violencia. También la pérdida de autonomía, porque siempre luché por ser quien soy y sentía que tenía que volver a luchar por ser de nuevo otra persona aquí y la incertidumbre económica. Yo no estaba preparada. Estando aquí las cosas en Nicaragua se pusieron más crudas, mi padre estuvo preso y salió afectado psicológicamente, entonces me quedé por necesidad, no por gusto”, enfatizó Lápiz Rabioso.
Por su parte Lisa, docente radicada en Nicaragua, explicó que durante los últimos cinco años los desafíos han sido en diferentes niveles, como lo personal, el activismo, lo profesional y lo laboral. Han sido cambios abruptos porque son circunstancias impuestas, gerenciadas por el gobierno y no por voluntad.
“Estás en un país en donde constantemente tenés que estar redefiniendo, reinventando, reelaborando o te quedas estancada o simplemente te lleva la corriente y te ahogás. Obviamente desde el 2018 todo se ha trastocado en diferentes esferas y hemos mutado como personas, como mujer feminista y como docente también, sobre todo en estos últimos meses en Nicaragua. La cantidad de desafíos es grande, tenés que estar constantemente callándote cosas en los entornos laborales, hay desconfianza. En lo personal, no podés sentirte que sos vos misma, en lo familiar ha habido desenlaces, muertes o situaciones familiares que han exigido mucho de mí”, expresó Lisa.
Aurora se mudó a Europa en 2018, su estatus migratorio es regular y tiene un trabajo legal y formal. Aunque ella goza de estos accesos, puede identificar el impacto que le significa estar tan lejos de su país y su círculo de amistades.
“Puedo decir que estoy en una posición privilegiada, tuve la oportunidad de irme a otro país y encontrar trabajo, pero siento que lo más difícil es el desarraigo, es dejar los espacios en los que estabas antes, los grupos a los que pertenecías, la familia, las amistades, no voy a decir trabajo porque no tenía. Es llegar a un lugar nuevo y saber que no tenés ningún apoyo y el único apoyo que hay sos vos misma y tenés que resolverte la vida en un lugar donde nunca has estado, con un idioma que no hablo. Como mujer feminista también ha sido bastante difícil porque aquí no hay activismo feminista, siento que hay un vacío que no he logrado llenar”, explicó Aurora.
Violeta, psicóloga que vive en Nicaragua, expresó que las circunstancias complejas del contexto son históricas, porque el país ha experimentado diferentes violencias que datan desde la colonización hasta el presente. Como retos propios reconoció que convive con el deseo de irse de Nicaragua al ver la falta de espacios de crecimiento profesional, el aumento de la violencia machista y la inseguridad que acarrea, la sensación de estancamiento y de alerta. “Algo malo puede pasar en cualquier momento”, dijo.
“Uno de mis desafíos más grandes ha sido acompañar procesos terapéuticos tan cargados de dolor, de violencias, traumas, de pérdidas. Cuando lo pienso como procesos terapéuticos suenan lejanos, pero cuando lo veo como vidas que están teniendo esas experiencias tan desgarradoras y tan terribles, ha sido especialmente duro para mí ser testigo de esto, ser quien sostiene y acompaña estas situaciones. Lo hago con toda la compasión y amor del mundo y con toda la responsabilidad que puedo tener, pero es bien cargado para el cuerpo”, enfatizó Violeta.
La resiliencia, un proceso dinámico
Los testimonios de las feministas reflejan que las condiciones adversas que afrontan están relacionadas con pensamientos, sensaciones, sentimientos, así como con la necesidad de adaptarse a nuevas realidades y buscar oportunidades. Lisa y Violeta lo hacen desde Nicaragua, un contexto atravesado por la falta de empleos, cierres de espacios, la incertidumbre, la arbitrariedad y la hipervigilancia estatal. Lapiz Rabioso y Aurora, conviven con la experiencia migrante, el desarraigo, afectaciones en la salud mental, la nostalgia por la familia y con la experiencia de mantener un bajo perfil a pesar de los miles de kilómetros de distancia porque saben que la dictadura puede asediar a sus parientes que aún viven en Nicaragua.
En ese camino zigzagueante y de múltiples experiencias, ellas reconocen que han desarrollado prácticas resilientes, recursos de afrontamiento y aumentado sus herramientas personales para situarse en el presente y no dejarse avasallar por las adversidades del contexto y la migración.
Lapiz Rabioso no se identifica como una persona resiliente porque considera que muchas de las experiencias que ha sobrevivido las hizo en modo automático, sin mucha consciencia y que fueron impuestas por entornos específicos como la familia o la crisis sociopolítica. “Muchas cosas de las cuales sobrevivido ni siquiera estaba consciente, me afectaban, pero iba en “modo de supervivencia” y las superaba. Sí creo que tengo cualidades que entrarían en la resiliencia, pero no me siento identificada con el término todavía porque me he visto obligada a estar en situaciones en las que no he tenido ni voz ni voto. La resiliencia es un término que me estoy acercando porque yo ni siquiera tenía idea sobre qué era estar bien o tranquila”, explicó Lápiz.
Lisa se siente cómoda nombrándose resiliente. Reconoció que a partir del 2018 entiende más el concepto, pero era resiliente incluso antes de la crisis sociopolítica de Nicaragua. “Me han pasado muchas cosas en mi vida, muchos problemas que han dolido, pero vengo identificando el concepto de resiliencia gracias a diferentes espacios, lugares y personas dentro del mismo movimiento feminista que me han ayudado a identificar esta habilidad o poder. Considero que soy así porque tengo mucha fuerza para sobrellevar todas las cosas que me han sucedido y que han sido duras, como nicaragüense, en este país”, señaló.
A Aurora le conflictúa el concepto resiliencia porque, si bien reflexiona sobre sus recursos para afrontar la adversidad y sí identifica sus herramientas para navegar los cambios, también reconoce su deseo porque sus procesos de vida fuesen más fluidos y tranquilos para no requerir ser resiliente. “He llegado a la conclusión que soy una mujer resiliente pero a veces quisiera no tener que hacerlo, solo quisiera existir sin tener que recurrir a mi cajita de resiliencia o tener que buscar las herramientas que necesito para sobrevivir”, indicó.
Violeta, con toda certeza, se identifica como resiliente y reivindica en su propio proceso e historia de vida este concepto. Para ella ha sido evolutivo: ha transitado experiencias complicadas con dureza, rabia, autosuficiencia, apoyo, suavidad y vulnerabilidad.
“Yo me considero una mujer resiliente, este término está bien plantado en mi auto concepto y tiene que ver con una experiencia personal con la violencia y el trauma desde la infancia. La resiliencia surge cuando hay una dificultad que mueve tu estructura en tu contexto y esto hace que surja la necesidad de desplegar tus mecanismos para sobrevivir y resurgir de esa situación. Yo tengo este aprendizaje desde la infancia y lo aterricé en la adultez. En los últimos tres años he considerado la resiliencia como algo más complejo y más completo. No solo es dureza, sino también vulnerabilidad porque ser vulnerable te permite saber qué es lo que me está afectando del entorno y eso te lleva a pensar: ¿Cómo puedo afrontarlo de una manera que me sea útil y que además le sirva al colectivo?” concluyó Violeta.
Lapiz Rabioso, Lisa, Aurora y Violeta hablaron de sus mecanismos y estrategias resilientes como aspectos que progresivamente han integrado a su actitud y personalidad. Algunas de las estrategias que identificaron para sobrevivir, reestablecerse y reinventarse son: respirar profundo, crear planes para diferentes escenarios, escribir un diario, hacer un dibujo, desconectarse del mundo, pedir y recibir ayuda, adaptarse a diferentes ambientes laborales, tener una actitud abierta a los cambios, aprender de sí mismas en terapia y entender que se puede tener tranquilidad.
Agradecieron las oportunidades que los espacios feministas les han brindado para poner en común sus sentimientos, pensamientos y necesidades, así como la capacidad de sentirse contenidas, respetadas en sus formas de pensar y articuladas a pesar de la distancia y la “cacería de brujas” que ha desplegado la dictadura.
“Este último año me di cuenta de la importancia de relacionarse. Los humanos somos seres sociales y muchas veces uno cree que es asocial, pero no es que no te guste estar con gente, es que no estás con la gente adecuada. Una ha aprendido que la gente representa una amenaza, pero es bastante curativo salir a hablar, a comer, a fregar, a reír. Ir a conciertos es bonito y no tenés que contar tus grandes intimidades, pero rodearte de personas, no aislarte es un mecanismo clave para mí” concluyó Lápiz Rabioso.