La resiliencia de las mujeres sobrevivientes de violencia
En Quetzaltenango 70 mujeres participaron de una feria de emprendimientos para reactivar la economía local de las mujeres, con el objetivo de garantizar su libertad financiera y romper con el círculo de la violencia de género.
Por Mirna Alvarado
La Feria de emprendimiento se realizó con el apoyo de las organizaciones sociales que conforman la Coordinadora de Incidencia de Mujeres de Quetzaltenango. Alicia Agustín Vicente explicó que la mayoría de emprendedoras son sobrevivientes de violencia en sus diferentes formas.
“Más de la mitad ha sufrido de violencia económica de parte de sus esposos, convivientes, incluso de sus hijos y suegras. Las acompañamos y como resultado de su proceso de sanación están aquí exponiendo sus productos, que en su mayoría son artesanales”, explicó Agustín.
A sus 64 años Zoila Natareno no imaginó quedarse sola, su esposo falleció hace dos años, él era quien llevaba el sustento al hogar. Natareno vive en el área urbana de la ciudad Quetzaltenango y motivada por su hija se involucró en los procesos de formación productiva promovidos por CARE Guatemala.
Aprendió a preparar conservas de frutas, pero su pasión la encontró en la preparación de vinagres, productos a base de miel y sus derivados. “Llevo unos ocho meses con el negocio, pero me ha dejado mucha satisfacción, genero mi propio dinero, gracias a mi creatividad”, dijo.
Y además de preparar el vinagre tradicional también tiene variedades como la de manzana, frutos rojos, ajo, orégano y romero, además de los compuestos medicinales que obtiene de combinaciones entre la miel y otros productos naturales. “Hace unos meses experimenté hacer una salsa usando de base el melocotón, lo vendí en una feria como esta, me dieron algunas recomendaciones y traté de mejorar el producto, ahora hago entregas cada 15 días”, explicó.
Durante esa feria, Natareno también cuidaba el puesto de su hija Sucely Colindres quien hace seis años inició con el negocio de cosméticos naturales. Natareno cuenta que Sucely debió enfrentarse a la vida con su nieta de apenas un año, tras la ruptura de su matrimonio. “Ella vivió momentos duros con su exesposo, pasó por mucho, pero encontró las puertas de organizaciones que la ayudaron a sanar”, comentó.
También contó que al igual que ella, su hija se involucró en cursos donde aprendió de cosméticos y empezó a hacer sus primeros productos. “Comenzó con jabones, pero ahora ya tiene variedad de productos como tónicos para el rostro, cremas, aceites naturales para masajes y otros para el cuidado del cabello”.
Uno de los desafíos que han enfrentado es la falta de apoyo para dar a conocer sus productos, la falta de credibilidad bancaria para obtener un préstamo para capital, así como la apatía de la población ante los productos nuevos.
“Fuimos a solicitar un préstamo y nos lo negaron porque no tenía fuentes de ingreso que respaldaran que yo podía pagar las mensualidades, luego fui a una cooperativa que sí autorizó el crédito, pero con una tasa de interés altísima. Al final, por gestiones de una de las organizaciones, obtuve capital semilla y en cuatro meses logré cancelar”, agregó Natareno.
Astrid López representó a las 20 mujeres de la organización Flor del Campo, ubicada en el cantón Xecaracoj, Quetzaltenango, todas dedicadas a la producción agrícola. “La fundadora fue mi abuela, empezó hace 25 años juntando a las mujeres viudas, madres solteras y sobrevivientes de violencia, hace 12 años que la asociación obtuvo su legalidad”, comentó.
Las mujeres de Flor del Campo se dedican a la producción de cebolla, tomate, repollo, zanahoria, brócoli y otros, uno de los retos más grandes ha sido trabajar la tierra con sus propias manos, la falta de agua en su comunidad nos les permite tener una buena producción durante el verano, además de intentar combatir las plagas en las hortalizas.
“A veces contratamos trabajadores para que nos ayuden a componer la tierra y a sembrar, pero estamos sujetas a los prejuicios de los vecinos, algunas tienen esposos, hermanos o hijos ya grandecitos, entonces nos enfocamos en una cooperación comunal, para evitar malas interpretaciones de la gente”, dijo López.
Tomasa Gómez López, originaria de San Juan Ostuncalco, confecciona perrajes, servilletas, monederos con telas típicas, inició hace 25 años vendiendo este tipo de telas que en su mayoría son tejidas por medio de telares de cintura.
“Tenemos listones para el cabello, estos los hace una señora (Amalia), que fue abandonada por su marido, tenía a sus cuatro hijos pequeños, el más chiquito tenía tal vez unos siete meses de nacido, le fue muy mal a ella, entonces comenzó a tejer y llegó con nosotras a vender los listones, ‘Siquiera para mi molida, para comprar un poco de maíz’, dijo, entonces con mi familia decidimos apoyarla y desde entonces trabaja con nosotras”, contó Gómez.
Otra clase de sobrevivientes
Jaqueline Chávez de 38 años, es sobreviviente de cáncer. Hace tres años le diagnosticaron cáncer en sus pulmones, fue sometida a varios tratamientos médicos que la dejaron sin cabello y sin fuerzas para trabajar.
Su familia, dedicada a la elaboración de chocolate artesanal, la apoyó en los momentos más críticos de su enfermedad, después de dos años de batalla logró vencer la enfermedad y entonces comenzó a trabajar otras variedades del chocolate.
“Nosotros vendemos el chocolate Doña Miriam, pero después de la enfermedad decidí buscar opciones para mejorar los ingresos y fui a estudiar cursos de dulcería y bombonería, y es así como nació nuestra línea de bombones Doña Miriam”, refirió.
El reto para Chávez ha sido mejorar su producto y hacerlo competitivo, pues en Quetzaltenango existen varias familias que se dedican al chocolate artesanal. “El desafío es mantener un buen sabor con las recetas de la abuela”, agregó.
Las historias de estas mujeres tienen en común la resiliencia ante la violencia, y la sororidad que las mantiene de pie para desarrollarse plenamente.