La homofobia, otra causa para migrar, la historia de Fredy migrante salvadoreño
«No he tenido una vida fácil», dice Fredy Medina, de 42 años. Es originario de San Salvador, El Salvador. Fue criado en el seno de una familia pudiente y conservadora, una familia que no era la suya. Dice que en cuanto supo que era gay, sus familiares lo rechazaron y tuvo que salir de su casa. Desde los 16 años vive en las calles y es allí donde empieza su camino como servidor sexual.
La vida de Fredy no es como la de algunos otros migrantes que salen de sus países como resultado de una expulsión sistemática por la violencia que las pandillas y el crimen organizado ejercen en ese país. Él es un migrante que se considera un visitante porque ha vivido entre Guatemala y otros países de Centroamérica, desde el 2001.
No tiene apego por ninguno. Guatemala ha sido su hogar por varios años, pero tiene claro que EE. UU. es la meta. Todo lo que quiere es encontrar un oficio que le permita autoemplearse, ya que sabe muy bien que tiene pocas probabilidades de encontrar un trabajo formal debido a que no terminó sus estudios y porque, además, es portador del VIH desde hace 17 años.
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En una sala de paredes blancas, con colchonetas y sillas plásticas de colores, que parece ser un área de juegos para niños, está Fredy sentado en un sillón de cuerina viendo hacia los ventanales. Hacia el horizonte. Mide cerca de 1.70 metros, es de tez blanca rosada, pelo castaño oscuro y ojos cafés. Tiene barba, pero solo se la descubre para poder tomarle una foto.
Fredy lleva casi una semana viviendo en el anexo de la Casa del Migrante, en zona 1. Él es uno de las migrantes que está de paso en la sede y que ese día tendrán una entrevista con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para regresar a su país de origen.
Él como otros más, intentó pasarse al lado mexicano con miras a Estados Unidos, pero solo llegó hasta la frontera porque se quedó sin dinero. Junto a un grupo de migrantes que fueron expulsados de EE. UU. tras cuatro meses de haber llegado, fue conducido hacia la capital.
Ruda: ¿Qué te trae a Guatemala?
Fredy Medina: “Desde el año 2000 quise conocer otro país. En mi país, una persona con preferencias sexuales distintas, como es mi caso, hemos sido muy marginados. En todas partes del mundo, pero El Salvador, mucho más, en aquellos tiempos. Ahora ya están más abiertos. He tenido una vida de calle y he intentado irme a EE. UU., pero Guatemala ha sido mi segundo país.
He viajado a Nicaragua, Costa Rica y Panamá, siempre con pocos recursos que genero como masajista, pero ya no ejerzo porque ya no tengo la camilla. Caí en este problema porque soy VIH positivo. Afortunadamente, ya tengo un tratamiento en Guatemala”.
R: Tu caso es distinto al de los demás migrantes que están de paso…
FM: “En dos ocasiones he tratado de irme para México. He llegado hasta Petén nada más. Me he quedado en la frontera y me he visto en problemas por quedarme sin dinero. Me han robado y he tenido problemas con muchas personas. También he sufrido abusos de parte de la autoridad. De hecho, perdí algunas cosas en la Alcaldía Auxiliar de zona 5.
Puse la denuncia en el MP. Estaba durmiendo a la intemperie. Me quise defender cuando vi a los agentes de la alcaldía. Traté de correr, pero me agarraron. Llamaron a otros agentes de la policía, me dieron una golpiza y me echaron gas lacrimógeno. Querían quedarse con mis cosas. Allí se quedó una mochila, un teléfono, un documento. Un montón de cosas”.
R: Parece que te has establecido bastante bien en Guatemala.
FM: “Lo que sucede es que soy escritor. Una persona que escribe anda de un lado para el otro. Soy como los roqueros que son como pájaro que anda en todos lados.
A veces me critican porque no un tengo lugar, no tengo dinero. Prácticamente, no tengo dónde caerme muerto. Buena expresión tengo, lo que me hace falta es algún taller, tener oportunidades de un trabajo”.
Y es cierto que tiene buenas habilidades para comunicarse. A lo largo de la entrevista, Fredy habla como si las cámaras fueran familiares. Es desinhibido y desenvuelto, por eso no tiene duda en decir que es telépata y que le gustaría establecer una clínica parapsicológica.
R: ¿Qué escribes?
FM: “Es una novela, está basada en las guerras de El Salvador y en los viajes que he hecho a Centroamérica. La inicié hace 15 años. Hace dos años pagué una edición. Todavía tiene unos errores por ajustar. He pensado hacer otras cien páginas. Lo que no tengo es recursos para publicarlo, pero una vez conozca personas, se me pueden abrir las puertas”.
R: ¿De dónde te viene el impulso por escribir?
FM: “Vengo de una familia adoptiva. Me fui a los 16 años de la casa de mi familia adoptiva. Me gustaba ver muchas novelas y leer libros. A pesar de no haber estudiado mucho, he tratado la manera de escribir lo mejor posible. mi novela empieza en El Salvador y termina en Costa Rica”.
Dice que estudió teatro y que le encantaría retomar el dibujo pues ha perdido práctica.
R: ¿Tu último año en El Salvador fue en el 2000?
FM: “Siempre voy por tiempos. La pandemia me agarró por allá. Me quedé sin medicamentos, así que me vine. Ya tengo los medicamentos”.
Esta no es la primera vez que Fredy pasa por la Casa del Migrante, sino la segunda. Dice que tienen tres tiempos de comida, y que trata de colaborar con la limpieza, pero no lo permiten porque ya hay gente que lo hace. “Me parece una casa con buena calidad”, comenta.
En el año, otras 42 personas que se identifican como diversas se han refugiado en la casa en lo que va del 2021.
Normalmente, los migrantes salen en las mañanas para vender y/o trabajar, y así, reunir dinero para reemprender el viaje, pero debido a la pandemia les ha aconsejado quedarse para evitar contagiarse de Covid-19.
R: ¿Cómo has invertido tu tiempo aquí?
FM: “Por la cuestión de los masajes tenía un ahorro. El problema fue que perdí parte de mi ropa, de mi identidad. Mi pasaporte. He dado compañía sexual buscando la manera de sobrevivir, pero acá no lo he hecho por el Covid-19. En otras ocasiones, he preferido pedirle a las personas -limosna-, o dormir en la calle.
Me siento muy encontrado al viajar y, al mismo tiempo, me desencuentro. He estado escribiendo estos días sobre lo que me pasa. Las experiencias que tengo con las personas con quienes me comunico. La telepatía es una cuestión sobre situaciones hipotéticas. No es que yo vaya a encontrar a una persona haciendo exactamente la actividad que me imagino sino que de pronto está allí. Para venir acá -Casa del Migrante- hice una meditación y vine pensando que solo me quedaría una noche, pero se me dio la oportunidad de quedarme más”.
R: Te ves seguro…
FM: “Estoy tan acostumbrado a las experiencias. Hoy puedo dormir en la calle, mañana puedo comer. Al siguiente día no. He tenido tantas experiencias. No es que así haya tenido que ser, pero las decisiones nos cobran factura”.
R: ¿Qué motivo te empujo a dejar El Salvador?
FM: “La homofobia, los problemas con mi familia con la no aceptación de mi preferencia sexual”.
R: ¿Te asumes como persona diversa?
FM: “Sí. Soy gay universal.
Vengo de dos familias que tienen propiedades. De parte de mi mamá, que está en EE. UU., hay un derecho retroactivo. Una especie de pensión que podría cobrar por todo lo que ella no me dio desde los 2 años a los 18.
Ya no estoy dispuesto a vivir en la calle. Estar acá -en Casa del Migrante- es para recuperarme. No estoy en calidad de migrante sino de visitante”.
Fredy planea regresar a El Salvador en unos pocos días y reintentar el viaje hacia EE. UU., esta vez, acompañado de otros migrantes que viajan sin un coyote, porque es más barato y más seguro, sobre todo para las mujeres.
En la casa, algunos migrantes se agrupan para viajar. También se dan casos en los que si las familias se separan. Generalmente, las mujeres deciden regresar y los hombres eligen continuar la ruta hacia el Norte.
“No me gusta ese riesgo”, dice Fredy. “Sí es un riesgo que nos estafen -los coyotes- porque se pagan como 8 mil dólares por persona. La verdad de las cosas es que en el camino puedo trabajar de lo mío. Recuperarme en un tiempo e irme con dinero. La última vez que estuve acá un grupo de Honduras me invitó a que nos fuéramos. En ese momento no estaba listo”.
R: ¿Visitas a tu familia cuando regresas a El Salvador?
FM: “Tengo mucha distancia con ellos. Todavía no están preparados para saber de mi diagnóstico. La verdad es que vivo dos vidas. Muchas veces, me pregunto de qué estoy hecho, cómo soporto esta situación.
R: ¿Cómo fueron los días previos a tu diagnóstico de VIH?
FM: “Viví una psicosis, fue horrible. Me fui a arrodillar ante una imagen de San Judas Tadeo pidiendo que se diera un milagro. Me veía en el espejo y sentía que se quebraba el espejo. Pensé que moriría en una semana. Luego, me rehusé a recibir el tratamiento porque no creía en el diagnóstico. Lo recibí hasta un año después”.
R: ¿Te contagiaste en Guatemala?
FM: “Sí, y el diagnóstico fue en San Salvador”.
R: ¿Has tenido acceso a los antirretrovirales cuando migras?
FM: “De alguna manera sí, pero por descuido mío no los he conseguido. Hay un medicamento que nos da alucinaciones y descontrola el sistema nervioso. Es complicado para poder dormir”.
R: ¿Cómo empiezas a ser sexo servidor?
FM: “Empecé en San Salvador y de eso me he valido prácticamente toda la vida para sobrevivir. He tenido trabajo en supermercados, cibercafés, ventas ambulantes. He volanteado y todo ese tipo de cosas”.
R: ¿Qué impacto ha tenido en tu vida?
FM: “Uno conoce a todo tipo de personas. He conocido a personas muy guapas a las cuales yo tendría que pagarles. he despertado mucha envidia en personas que andan en el mismo rollo. He conocido amigos y a gente que me han echado la mano. También he estado en eso de nacionalizarme guatemalteco.
Al inicio me ponía en la Calle del Amor, arriba del Parque Central. Solo por un tiempo por los asaltos. Con las redes sociales y el internet se me facilitó bastante a través de Tinder, Messenger y, ahora, por WhatsApp”.
R: ¿Durante la pandemia has trabajado?
FM: “Trabajé un poquito, pero solo con personas conocidas porque era como psicosis por el Covid-19. Para recibir mi tratamiento en Guatemala tuve que hacerme un hisopado. Salí negativo, gracias a Dios. Hace ocho días me hicieron uno.
Si sale positivo nos separan en la casa, nos llevan a un lugar y mientras uno pasa la cuarentena”.
R: ¿Qué esperas encontrar al llegar a EE. UU.?
FM: “Primero, si me quedo en México a trabajar, dar a conocer mi libro y buscar una editorial. En EE. UU., me comunicaría con amigos para que me reciban un tiempo, mientras busco ayuda para conseguir la pensión alimenticia de mi mamá”.
Fredy tiene un plan a corto plazo. En cuanto llegué a San Salvador se pondrá a trabajar para poder reunir dinero para su próximo viaje hacia el Norte. El Gobierno salvadoreño está otorgando una subvención de ayuda a los migrantes retornados de 30 dólares que le ayudara para subsistir los siguientes días. Si no lo consigue “tendré que moverme por mis medios”, concluye.