Hacia una construcción de un periodismo más comunitario y con mejores prácticas en Guatemala y Centroamérica

Esta es una adaptación de un ensayo que escribí hace unos meses. Una apuesta contranarrativa del periodismo comunitario, a la violencia simbólica en los medios de comunicación masivos/corporativos a poblaciones históricamente vulneradas: +LGBTIQ+, pueblos originarios y mujeres.

Describe una propuesta contranarrativa para intentar reflexionar acerca de las estrategias de dominación de los imaginarios sociales a través de malas prácticas periodistas para posicionar verdades que eligen los grupos de poder, y que deben ser contadas y construidas a su conveniencia; generando estigma y discriminación.

Inicio citando un fragmento de la reciente producción Libres para comunicar. Manual de periodismo comunitario +LGBTIQ+, un material educativo que trabajamos en conjunto con la Agencia de Noticias Kilómetro 169 en Guatemala.

El periodismo comunitario se hace desde el conocimiento del entorno, desde donde se cuentan las historias o se narra la noticia, su principal interés son los sujetos históricamente marginados. También se le puede llamar popular, indígena, alternativo, independiente, medios libres o autónomos. Como lo reafirmó en uno de sus comunicados el Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, a través de las palabras del Subcomandante Galeano el 10 de agosto de 2014.

De este texto me surgen las siguientes preguntas: ¿El periodismo comunitario es el que ejerce el sujeto oprimido? ¿Lo comunitario es aquello que busca el bien común? ¿Busca contar lo que sucede en una comunidad? ¿Por qué no hay un interés social y estatal? ¿Qué es lo comunitario?

Surgen de la necesidad de entender cómo son narradas en las sociedades las historias de los grupos que siempre han sido vulnerados y que están comprendidos generalmente en comunidades que han sido aisladas. Mencionaré a pueblos originarios y poblaciones de la diversidad sexual y a la memoria y la existencia de ancestres y ancestras, ni masculinos ni femeninos, ni binarios, ni heterosexuales que han vivido y han sido transgresores de la heteronormatividad desde los pueblos originarios, sobreviviendo al colonialismo que trajo conceptos como el género y la religión judeocristiana.

En mi opinión, hablar de periodismo comunitario es la necesidad que surge de narrar hechos que suceden en una comunidad y quien lo hace es parte de la misma. Desde el conocimiento de sus propias experiencias o cercanas y que les atraviesa un contexto racializado y de clase donde la academia solo ha puesto un interés utilitario. Busca servir de altoparlante a voces que históricamente han sido silenciadas. Crea una narrativa más humana y pone en el centro a las personas, al sujeto precarizado, violentado y marginado.

Cada vez más es necesario contrarrestar la ola de violencia física y simbólica ejercida contra pueblos originarios y poblaciones de la diversidad sexual y una manera es narrar lo que está pasando, pero no desde un lugar sin conocimiento situado, no desde la urbanidad o el privilegio. Muchas mujeres lideresas en sus comunidades han tenido que tomar el papel de narradoras de lo que está sucediendo en sus territorios; abuso de autoridad por parte de los gobiernos locales, el racismo y otras formas de violencia que se enfatiza en razón de etnia, género y orientación sexual.

Para Mónica Chub Caal, una mujer trans activista por los derechos de la diversidad sexual en la región de Cobán, Alta Verapaz, hacer activismo en las comunidades del área rural es muy importante, ya que así se da a conocer sobre la comunidad LGBTIQ indígena sabiendo que aún se invisibiliza su existencia y no se conoce toda la problemática que se enfrenta por ser cuerpos plurales.

…Por ello hablar de este tema se realiza en el idioma materno para que haya más comprensión y puedan entender la exposición que realizas con jóvenes, señoritas, mujeres, autoridades ancestrales, y Cocodes para que así se disminuya todo tipo de violencia que sufre la comunidad diversa en sus entornos territoriales…

Mónica Chub Caal

También lo dijo Anastasia Mejía, periodista comunitaria, en Joyabaj, Quiché:

El dolor y la rabia van de la mano, en el primer momento que uno como mujer desde los pueblos originarios ve a otra mujer hablar, opinar, desde otra perspectiva. Que somos perseguidos porque sabemos que nuestro Estado es racista, patriarcal y opresor. Y no es fácil y eso causa mucho dolor ver en las comunidades que hay muchas necesidades, mucha pobreza sobre todo en mi municipio de Joyabaj (Quiché) donde hay una alta tasa de migración, pero sorprende mucho ver que hay mucha pobreza.

Conversatorio «¿Qué hay después de la digna rabia?», Centro de Formación-Sanación e Investigación Transpersonal Q’anil

La academia y el periodismo comunitario

No hay un concepto duro académico del periodismo comunitario porque nace de las calles, de las comunidades indígenas, de las mal llamadas minorías. Es un ejercicio de a pie donde les sujetes que sufren opresión son los que narran las historias.

Sin embargo existen antecedentes epistemológicos comunitarios como las reflexiones de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias en Guatemala, AMARC-Guatemala, a través del libro Derecho a la comunicación en Guatemala ¿para quiénes?.

Apunta a que los medios de comunicación comunitarios (radios comunitarias) no son resultado de capricho ni de la rebeldía gratuita.

Este libro sistematizó desde Guatemala a través de los sentires una enorme lista de porqués y paraqués sobre la existencia de medios comunitarios:

1) Luchar y tener esperanza.
2) Porque es un medio para rescatar la cultura, especialmente la cultura maya.
3) Porque la radio se hizo para reproducir la vida.
4) Porque me gusta que la gente más pobre y necesitada despierte su conciencia.
5) La radio es una necesidad para la comunidad.
6) Porque nos gusta hablar libremente.
7) Porque quiero que la sociedad cambie y no haya discriminación.
8) Porque puedo tocar corazones.
9) Por el deseo de sentir y estar al servicio de la transformación.
10) La solidaridad de luchar por las causas justas

Recientemente tuve un diálogo con una de las autoras del libro, mi querida colega y amiga Amalia Jiménez Galán y le hice la pregunta: ¿hay reflexión académica respecto a la comunicación comunitaria? A lo cual ella me comentó:

Hay academia interesada en sistematizar y teorizar prácticas de comunicación comunitaria. En la universidad de La Salle, en Colombia. En la de La Plata y Quilmes, en Argentina. Y en algunas otras, pero no muchas más.

Luego encontré un acercamiento de la academia a la comunicación comunitaria a partir de la investigación «Prácticas de Comunicación para la movilización y el cambio social» del 2018, hecha desde la universidad de Antioquía, Colombia, realizada a partir de dos grupos: los colectivos de comunicación que interactúan en las márgenes de la ciudad de Medellín y las experiencias de formación en programas de comunicación, vinculadas al mundo académico.

Entonces, ¿cuál es el papel de los medios de comunicación comunitarios o corporativos ante la violencia por prejuicio?

Del periodismo se hace un oficio dirían…

El inicio de la pandemia en el 2020 vino a evidenciar la grave situación social en la que se encuentra la población de la diversidad sexual y recrudeció la precariedad y la falta de ingresos económicos de las personas que no encajan en el sistema heteronormativo y mujeres trans que ejercen el trabajo sexual. «La situación de violencia hacia personas trans durante la pandemia se ha agravado pero también se ha visibilizado la exclusión social que viven en Latinoamérica». Así lo narra el informe Las vidas trans en tiempos de pandemia de la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans. La cuarentena, los toques de queda, la emergencia sanitaria, la prohibición de circulación y la falta de políticas públicas con enfoque de derechos son las situaciones que agudizaron las violencias en su contexto de vida, mientras se ha olvidado otras pandemias como el VIH y el prejuicio.

Del 2020 a fecha actual 57 personas LGBTIQ han sido asesinadas, según indica el Observatorio por Muertes Violentas de la Red Nacional de la Diversidad; sin embargo, en ninguno de los medios corporativos locales aparecen estas noticias que parecieran no ser de interés nacional.

«¿Qué pasó con el travesti capturado? ¿En qué prisión está?»

Es el titular de un medio de comunicación digital en el 2017, luego de que una mujer trans migrante fuera detenida por defenderse de un cliente mientras ejercía el trabajo sexual. Otras frases que acompañaban la nota eran:

«La noche del sábado un hombre vestido de mujer fue capturado por la Policía Nacional Civil».

«El supuesto agresor fue identificado como Juan Pérez».

«La identidad sexual con la que se identifica el señor… es personal. El juez resolvió con base en referencia legal que aparece en su documento, que es hombre».
Para la región centroamericana las noticias sobre diversidad sexual son violentas y revictimizantes, y no se respeta la identidad sexual de las personas. La dignidad y el respeto hacia estos grupos sigue siendo violentada en los medios corporativos cuando se cubre una noticia de esta índole, perpetuando imaginarios sociales estigmatizantes y de prejuicio.

Se hace más evidente en las redes sociales de los medios de comunicación donde las personas tienen oportunidad de expresar comentarios despectivos y denigrantes a manera de escarnio público cuando se publica una noticia relacionada con diversidad sexual.

Según los estándares establecidos en la Convención Americana, la CIDH y su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión subrayan que debe adoptarse un enfoque comprensivo que vaya más allá de medidas legales e incluya medidas preventivas y educativas para responder y combatir el discurso de odio. Los Estados deben implementar medidas para fortalecer las obligaciones de los medios públicos para que atiendan las necesidades de información y expresión de esta comunidad, así como para promover conciencia sobre los asuntos que les atañen. Los Estados también deben crear un marco legal que promueva los medios comunitarios y proporcione apoyo, ya sea de naturaleza financiera o regulatoria, para los medios de comunicación o para el contenido mediático que provea información a las personas LGBTI y represente sus necesidades. Adicionalmente, los Estados deben adoptar medidas disciplinarias adecuadas respecto del discurso de odio o la incitación a la violencia por parte de funcionarios públicos. Finalmente, la CIDH y su Relatoría Especial recomiendan a los Estados promover que los medios jueguen un rol positivo en la lucha contra la discriminación, los estereotipos, los prejuicios y los sesgos, lo que incluye subrayar sus peligros, adherirse a los estándares profesionales y éticos más altos, abordando los asuntos preocupantes de los grupos que han sufrido discriminación histórica y otorgándoles la oportunidad para hablar y ser escuchados[1].

Daniel Villatoro, del Observatorio Interno de Noticias LGBTIQ+ de Visibles, indica que solo un 3.36 % de noticias en español a nivel mundial eran relacionadas con diversidad sexual en el mes del orgullo durante el 2019, es decir que sumó solamente un total de 2 mil 320 historias.

Se hace camino al andar

El año pasado me he encontrado con el ejercicio de seguir aprendiendo sobre periodismo comunitario acompañando a periodistas y activistas de Centro América en una «Sala de Creación» donde aprendimos la importancia de escuchar y de poner en el centro de la noticia las voces que usualmente no son escuchadas.

Para finalizar considero imperante y urgente que los medios de comunicación masivos corrijan el rumbo editorial, rectifiquen e inicien reparaciones dignas a través de narrativas comprometidas con los derechos humanos, el desapego del «castellano esquizofrénico»[2], el reconocimiento de la diversidad sexual, y el respeto a los pueblos originarios. Mientras tanto el periodismo comunitario seguirá creciendo ante la necesidad de narrar sus propias historias.

*Publicado originalmente en: https://gazeta.gt/hacia-una-construccion-de-un-periodismo-mas-comunitario-y-con-mejores-practicas-en-guatemala-y-centro-america/

Pilar Salazar

Pilar Isabel Salazar Argueta es periodista y comunicadora por vocación con especialidad en diversidad sexual y mujeres con enfoque comunitario. Actualmente estudia la carrera de antropología en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Ha publicado trabajos periodísticos sobre familias e infancias diversas en Agencia Presentes (Buenos Aires) y ha escrito periodismo cultural para la Revista Centroamericana Impronta. Algunas de sus columnas de opinión se pueden encontrar en: Plaza Pública, Gazeta, La Cuerda, entre otros.

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