En defensa de las pick-me girls

Si naciste en el año dos mil y como yo eras una niña a quien le gustaban las cosas consideradas como “femeninas", seguramente creciste viendo como en todas las películas la antagonista era quien compartía tus gustos. Esto es problemático, pues pintaba a las mujeres que tanto en sus acciones como en sus gustos se adherían a la feminidad tradicional, como “superficiales”, “poco inteligentes” y “malintencionadas”. Muchas fuimos víctimas de este misógino discurso de Hollywood y comenzamos a rechazar o a menospreciar a otras mujeres sin darnos cuenta. Durante años, fingí que solo me gustaban las películas de acción para ser “diferente” cuando, en realidad, mi película favorita era La novicia rebelde. 

Recientemente, como resultado del aumento de la conciencia social en la generación Z, hubo una ola de personas que comenzaron a criticar este fenómeno. De esta crítica surge el término “pick-me girls”. 

Según diccionarios urbanos en línea, una persona pick-me puede ser definida como alguien que suplica por la atención y aprobación de un grupo por medio de todas sus acciones. Cuando se habla de las pick-me girls, se hace alusión a aquellas mujeres que la buscan en los hombres. Lo nocivo de este comportamiento es que muchas veces, para conseguirla, ellas denigran a otras mujeres.

Este concepto que nació para explicar un fenómeno común, tristemente, se ha convertido en una expresión que ha generado una oleada de un supuesto “feminismo hiperfemenino” en las redes. Esto es alarmante, pues, según la autora Janira Planes, ha provocado que se asuma que cualquier mujer que no se adhiere al concepto moderno de feminidad, lo hace por misoginia internalizada. Otros conceptos, como el girl math, contribuyen a narrativas paternalistas que fomentan que las mujeres sigamos atrapadas en un sistema en donde no se nos toma en serio.

En TikTok se ha visto un número increíble de videos haciendo burlas y comentarios despectivos a mujeres de diversos espacios solamente porque sus palabras pueden ser interpretadas como pick-me (Mahan, 2023). Este contenido se ha vuelto tan popular que ha permitido que este tipo de violencia cibernética sea percibido como ciberactivismo. 

Este nuevo enfoque plantea que el problema de las pick-me es que reproducen los roles de género y refuerza la idea de que las actividades “para hombres” son más valiosas y que aquellas “para mujeres” son banales. Pero ahora, esta tendencia también obliga a las mujeres a adherirse a ciertas actividades “femeninas”, lo que, de la misma manera, refuerza la idea heteronormativa y patriarcal de que las actividades tienen género. 

Como plantea Jennifer Espinoza, una mujer debe tener la posibilidad de comportarse como quiera, vestirse como desee y disfrutar de sus gustos sin que se asuma que lo está haciendo para ser aplaudida por el género opuesto (Espinosa, 2022).

Las mujeres hemos sido programadas para buscar aprobación masculina desde temprana edad. Por ello, el odio hacia las pick-me girls también es contraproducente. Es importante reconocer que cuando una mujer tiene comportamientos misóginos, muchas veces, es simplemente una víctima del patriarcado y  no está consciente de ello. 

Desde la ternura y empatía es crucial recordar que tú también has estado en sus zapatos y que todas estamos en un proceso de deconstrucción constante. Ella no es el problema, esa mujer no es tu enemiga, el patriarcado sí lo es. Al tratar a la víctima como el ofensor nos olvidamos de atacar al verdadero opresor. Necesitamos construir el camino hacia la sororidad. No ganamos nada condenando a otras y provocando, muchas veces, que terminen con una visión aún más desinformada y negativa de lo que es el feminismo.

Al generar este tipo de violencia hacia mujeres, señalándolas por reproducir patrones tan normalizados en nuestra sociedad actual, contribuimos a que ellas mismas se sumerjan más profundamente en la misoginia. Si hacemos que se sientan excluidas, permitimos que sus creencias sobre las otras mujeres sean confirmadas. No podemos exigirles que rompan su visión limitada sobre las mujeres, las amistades femeninas, el feminismo y la supuesta competencia entre nosotras, si nunca pueden encontrar un lugar seguro dentro de los ambientes de los cuales forman parte. 

Como feministas debemos ser las primeras en construir espacios donde todas tengamos la libertad de presentarnos de la manera en que queramos, sin ser constantemente cuestionadas, violentadas o menospreciadas. Espacios en donde podamos educarnos y crecer juntas, sin escrutinio, para edificar una realidad diferente.

Estoy cansada de tener que enfrentar juicios en cada aspecto de mi vida solo por mi género. A los únicos que les convienen discursos de odio en contra de cualquier tipo de mujer es a los hombres. Te invito a que luchemos en contra de cualquier discurso que nos divida, pues desde la comunidad somos más fuertes. Seamos nuestras más fuertes aliadas. El cambio debe comenzar desde nosotras.  

Me encanta el rosado, Taylor Swift, las novelas románticas, el maquillaje y cocinar, pero eso no me hace mujer, ni representa quién soy, solo es una pequeña parte de lo que me hace ser yo.  El género es tan solo un constructo social. No caigamos en los mitos  e imposiciones de la heteronormatividad, no alienemos a nadie por no cumplir las supuestas características que debe tener para pertenecer a un género. No quiero ver a más niñas peleando en contra de quien son por miedo durante años. El opresor gana cuando los oprimidos están divididos. Comencemos a destruir narrativas patriarcales y a redefinir lo que significa ser mujer desde un espacio antisistema. 

María de la Paz Castañón

Guatemalteca, estudiante de relaciones internacionales. Aspirante a investigadora y escritora. En constante proceso de deconstrucción y aprendizaje.

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