El pensar maya: Lo que me contaron mis abuelas y abuelos
Por: Ana María Top Toxcón
Nací en luna llena, entre cuarto creciente.
La luna, la tierra y el sol forman un ángulo recto, por lo que se puede observar en el cielo la mitad de la luna en su periodo de crecimiento.
El pensar maya es muy amplio. Es cómo todas y todos nos reconocemos como personas ante lo que tenemos alrededor, cómo valoramos lo que tenemos a nuestro entorno: el agua, el fuego la tierra, el aire y el cosmos. El pensar maya es elemento de vida que se nos da y, como pensamiento maya, no se nos pueden olvidar los valores. La armonía, el equilibrio, el sanar, el perdón, el diálogo y el respeto, son cualidades que se unen desde tiempos pasados. Las raíces del pensar maya son todas las formas de vida. La meditación con la madre tierra y el cuidado del cómo y el para qué estamos habitándola como seres humanos. Vivimos como raíces, somos la raíz de un árbol genealógico, pues las abuelas y los abuelos de una forma u otra lucharon por ella.
Para muchas personas vivir bien es tener una buena casa, carros y lujos. Para mí hay que darle sentido a la vida queriéndose a una misma. Sentir que somos parte de todos los seres de la tierra, eso que nos da vida pero que también debemos cuidar.
Entonces la raíz de lo que hacemos y pensamos es comprender de dónde somos y reconocer que nos habita una historia; una razón por vivir, por existir.
El esfuerzo y el trabajo por la conservación de lo que hoy tenemos como raíces son todas nuestras enseñanzas que nuestras ancestras y ancestros nos han dejado en los diferentes aspectos de la vida. El pensar siempre ha sido la lucha por el reconocimiento de nuestra vestimenta, la comunicación con la naturaleza y, sobre todo, el consejo que es un elemento importante entres todas y todos. De allí viene entonces el pensar bien; que es lo que te hace ser y hacer, siempre recordando las raíces. El valor de la palabra es un elemento que nos mantiene como pueblos indígenas.
La raíz de este pensar es cómo mis abuelas, abuelos, ancestras y ancestros, vivían sanos, en armonía. Es sentirme viva entre todos, sentir que llevo algo dentro del cuerpo, en la sangre. Sentir eso que me hace accionar ante cualquier situación de desequilibrio. Mi conexión con todo lo que conforma el universo, cosas que me han enseñado para ser fuerte como mujer, valorar las riquezas de la vida, mi historia personal, mi identidad como pueblo, mi idioma, mis costumbres y mis luchas.
Reconocer la historia de mis abuelas y abuelos me hace fuerte. Ir y compartir las enseñanzas. Eso he aprendido entre mi abuela, mi madre, mis tías, esa es la razón de mi vida. Es poder vivir y disfrutar tejiendo saberes con más mujeres. Es reconocer que somos diversas y que no todas pensamos lo mismo.
El pensar es mantener tu mente y tu espíritu desde la voluntad que viene del interior, esa que es propia y que te hace actuar con movimiento la alegría de vivir. Seguir conociendo y seguir practicando los saberes a través de esas historias que nos han heredado nuestros antepasados.
Reconociendo que el pensar –mi pensar- viene de ellos y ellas.
Recordándolos diciéndome:
- Mija , ¿ya pensaste antes de acostarte que hiciste en el día?
Lo bueno y lo malo; lo bueno retomarlo, lo malo equilibrarlo. La noche esta para pensar, meditar, descansar y recuperar energías.
Despertar muy temprano, salir de la casa antes de los rayos del sol para que me refresquen la mente, ver al cielo y despedir a la última estrella que se oculta antes de él.
Pensar es bueno para saber a dónde a vas, uniendo la fuerza del cuerpo que es lo que hace a la cabeza.
Recordar a mi madre durmiendo juntas, hablar del cómo nos fue al terminar nuestro día, recomendarme al salir antes de cruzar la puerta:
Saluda al sol, agradécele por la vida…