El ideal femenino, el peor enemigo de las mujeres

Las personas no nacemos naturalmente con conceptos de moralidad claros, ni de etiqueta, ni de lengua, entre otros.  Más bien, eso es producto directo de nuestra socialización. Esto significa que nuestro entorno es responsable, en gran medida, de las personas en las que nos convertimos. 

Es impactante pensar que una persona sería completamente distinta si hubiera crecido en un hogar o país diferente, sin embargo, es así. Se nos olvida que, al igual que nuestras preferencias gastronómicas o nuestra concepción de la muerte, son producto del ambiente en el que crecimos.  El concepto que cada persona se forma sobre el género también se ve impactado por ese proceso social, como lo señaló Mary Crawford en el 2001.

Simone De Beauvoir, también aportó a esa discusión y señaló que “no se nace mujer sino que se llega a serlo”. No nacemos creyendo que el rosado es femenino y el azul masculino, o sintiendo  vergüenza de sentarnos con las piernas abiertas,  esto nos fue enseñado. Este concepto de género tiene muchísimas repercusiones a nivel sistemático, una de ellas en el deterioro de la salud mental de las mujeres.  

En el 2020, la Revista Espiga publicó el estudio titulado El significado de la feminidad dirigido por  Blanca Luz Sojo-Mora En él, al preguntarle a las mujeres qué significa ser femenina, respondieron con cosas extremadamente superficiales como ser coqueta, no utilizar lenguaje vulgar, ser servicial, utilizar maquillaje y vestidos.  Esto se ha vuelto un gran peligro para la integridad y salud mental de las jóvenes, ya que colocan toda su valía en estas características tan triviales. 

Con este estudio se concluyó que la idea de feminidad, para la mayoría de las mujeres, está construida sobre un ideal corporal y los roles asignados a ellas, como la maternidad y la heterosexualidad. 

Desde que una mujer nace, está plagada de ejemplos del ideal de perfección femenino, y este usualmente es el de una mujer joven con un cuerpo extremadamente delgado, con rasgos europeos, sumisa y sonriente. No es una sorpresa que la mayoría de las jóvenes al ver su reflejo en un espejo se frustren e intenten cambiarlo para entrar dentro de lo que se considera bello. 

Estudios recientes han descubierto que la mujer promedio comienza a buscar bajar de peso a los 8 años (Miller, 2015).Como resultado, la industria de las dietas actualmente tiene un valor de 78 mil millones de dólares estadounidenses y el 13% de las mujeres a nivel global tiene conductas desordenadas de alimentación (Team & Rehman, 2023). Este fenómeno, además de ser dañino para su salud, hace que las mujeres se vuelvan demasiado autocríticas y que su autoestima sea sumamente baja. El 75% de las mujeres reportan que eligieron no ir a eventos por su falta de satisfacción corporal (Moss, 2017).

Vivimos en un mundo en donde se premia el autocastigo y autocrítica, y se castiga a las mujeres que demuestran poseer una autoimagen positiva tachándolas de vanidosas. Podemos pensar que una autoimagen mala solamente afecta en una parte de la vida diaria de las mujeres, sin embargo, estos discursos hacen que la mujer promedio dude de su valor.  Un claro ejemplo de esto es que las mujeres aplican a trabajos solo si cumplen con el 100% de los requisitos, mientras que los hombres lo hacen cuando cumplen con el 60% (Mohr, 2021). Haber logrado que las mujeres se odien ha sido una de las mejores cosas que le han pasado al patriarcado y debemos cambiar la manera en que se cosifican los cuerpos femeninos si queremos tener mujeres verdaderamente empoderadas.

El estudio de Sojo-Mora también reveló que, además de características físicas, existen algunos atributos que las mujeres piensan que deben tener, como ser servicial y poseer características “maternales”. Esto es problemático, porque las niñas aprenden no solamente a ver su cuerpo como un objeto, sino también a cada parte de sí mismas. Cada vez que oímos de una mujer admirable parece ser que se habla de lo “buena mamá,” lo “buena hermana” o lo “buena esposa que es, y no sobre cómo se prioriza a sí misma o se cuida.  Una mujer existe y es admirada mientras sirva a otros. Entonces, no sorprende que el modelo de feminidad que siguen las sociedades judeocristianas sea el de la Virgen María, que está basado en la abnegación y el sacrificio.

Este fenómeno de asociar a la feminidad con la utilidad o la cantidad de servicios que ofrece una mujer a otros hace que las jóvenes aprendan que su valor está determinado en cuanto son capaces de dar. Lastimosamente, esta “generosidad” es a costa de ellas mismas. El peligro de esta idea radica en que las mujeres no están dispuestas a colocar ni sus deseos ni sus necesidades como una prioridad, sino los sacrifican viendo a los de sus parejas y seres queridos como más importantes.

El obviar sus propios sueños y comodidad hace que las mujeres se conformen con vidas que no son satisfactorias para ellas y en las cuales son profundamente infelices. En los peores casos, esto también las (M. García,2021) hace permanecer en situaciones en donde su integridad peligra (Kumar et al., 2022). El impacto de estas creencias es tan profundo que incluso se ve reflejado en aspectos tan íntimos de la vivencia diaria de la mujer como lo es su sexualidad.

La definición de feminidad que hemos construido es una jaula que impide que las mujeres puedan gozar de libertad plena. Para cambiar el panorama actual y construir sociedades en donde exista igualdad, es crucial que se comience a ver el ser mujer de una manera distinta. No podemos seguir reproduciendo estos patrones y permitir que cada vez más generaciones de mujeres sean condenadas a lo mismo. Es evidente que cada vez hay más mujeres conscientes de esto, las cuales están buscando retomar el control y la autonomía sobre sus cuerpos y sus vidas. Sin embargo, es importante reconocer que queda un largo trabajo por hacer y movimientos que han tomado relevancia como el del anti-intelectualismo (Merkley & Loewen, 2021) y modas como el “heroin-chick” (Demopoulos, 2022) están haciendo que sea cada vez más difícil. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que el costo de la feminidad es demasiado alto?

María de la Paz Castañón

Guatemalteca, estudiante de relaciones internacionales. Aspirante a investigadora y escritora. En constante proceso de deconstrucción y aprendizaje.

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