Del hogar a la cárcel: historia de Juana, la migrante maya Chuj que lleva 7 años encarcelada en México. Parte I

Foto: Francisco Simon

Juana Alonzo Santizo, migrante maya hablante Chuj, está presa en Reynosa, Tamaulipas, México, por un delito que nunca cometió. Originaria de Huehuetenango, Juana es una joven mujer maya que buscó en la migración respuestas para su situación y la de su familia. Fue acusada de secuestro por otra migrante que estaba junto a ella, retenida, en una casa de coyotes en Reynosa, frontera de México con EEUU. Fue detenida, golpeada y amenazada, como no entiende el español no pudo defenderse de los cargos y hace siete años que está presa. Esta es la primera entrega de la historia de Juana, construida con su familia en San Mateo Ixtatán. Una historia de racismo, desigualdad, vulnerabilidad, pero también de dignidad y entereza.

Juana Alonzo Santizo, de 35 años, fue detenida el 10 de noviembre de 2014; es decir, 40 días después desde que salió de su “Pat” (Casa), situada en el municipio de San Mateo Ixtatán, Huehuetenango, frontera con México, a 335 kilómetros de la ciudad de Guatemala. Para llegar al municipio se debe invertir un tiempo máximo de 15 horas de camino. Prensa Comunitaria fue hasta allí para reconstruir, con su familia, la historia de esta guatemalteca que lleva siete años presa por un delito que no cometió.

La historia de la migrante maya Chuj, la segunda de siete hermanos, es emblemática y conmovedora. Su caso se entiende desde la desigualdad, el racismo y la negación de justicia en su propio idioma, ya que el no dominar el idioma español la ubica en una situación de desprotección y de nula atención.

La audiencia

La historia de Juana tiene un punto clave hace pocos días, cuando finalmente se realizó una audiencia judicial en la que contó con intérprete y defensa. La audiencia duró cinco días, se realizó entre el 21 y el 25 de febrero pasados, en el juzgado de Primera Instancia de lo Penal, situado en la ciudad de Reynosa. Se produjo después que la Fiscalía General de Justicia del Estado de Tamaulipas, México, aceptó revisar el caso, a petición del Instituto de la Defensoría Pública, entidad mexicana que asumió la defensa técnica de Alonzo Santizo. Juana Alonzo Santizo está presa desde hace siete años en una prisión mexicana, en la frontera, por un delito que no cometió.

La Defensoría otorga de manera gratuita asesoría, defensa y patrocinio a las personas de escasos recursos económicos en materia penal, civil, mercantil y familiar.

Del caso se desconocen detalles porque está bajo reserva judicial a solicitud de los abogados de la defensa, pero una fuente, bajo anonimato, dijo a Prensa Comunitaria que el proceso en contra de Juana Alonzo sigue su curso, aunque esta vez con la esperanza de lograr que se desestime el delito de secuestro, siendo así, ella podría lograr su inmediata libertad, tras permanecer, como dijimos, más de siete años detenida injustamente en una celda de Reynosa, ciudad mexicana en la frontera con Estados Unidos.

Desde que salió de su pueblo de San Mateo Ixtatán, en el cantón Chakchak K´en, en noviembre de 2014, Juana no ha tenido comunicación fluida con su familia. Fue hasta el pasado viernes 25 de febrero, tras finalizar su audiencia que logró hablar con sus padres, especialmente con su madre, doña Catarina Santizo de 58 años y sus dos hermanas menores, Magdalena y María.

A pesar de la dura situación que ha vivido Alonzo Santizo, de origen maya Chuj, en una cárcel de México, en un video publicado en redes sociales, ella, muy animada y alegre, agradeció a las personas y organizaciones que han luchado por su libertad a través de una campaña liderada por Promotores de la Liberación Migrante.

El caso de Juana es la muestra de múltiples realidades que viven las mujeres mayas en Guatemala, muchas de las cuales, sin oportunidades de desarrollo educativo y laboral, se ven obligadas a migrar sin medir los riesgos a los que se enfrentan en el camino.

Foto: Francisco Simon

Juana Alonzo; su ciclo de viaje y lo que pasó en Reynosa

Juana salió de su casa y tras muchas peripecias llegó, a través de un coyote (persona que, individualmente o en grupos, se dedica a mover migrantes indocumentados hacia EEUU) a Reynosa, ciudad de México situada en la frontera con EEUU. Tras permanecer un mes encerrada en Reynosa, en una casa controlada por “coyotes”, Juana fue acusada de secuestro por una migrante salvadoreña, quien compartía con ella la misma habitación, mientras esperaban cruzar la frontera.

Según relató a Prensa Comunitaria la familia de Juana, durante una visita realizada a San Mateo Ixtatán, ella fue denunciada por la salvadoreña con el apoyo de la dueña del edificio donde se encontraban. La Policía Estatal recibió la denuncia, de inmediato llegaron al vecindario y sin investigar lo que ocurrió en el lugar, la agredieron físicamente, luego fue amenazada con una pistola, llegando al punto de que un agente le colocó el arma en la frente.

Ese día quedó detenida sin ninguna justificación; posteriormente fue traslada a un Juzgado Penal de esa ciudad y sin entender el motivo de su detención, porque no domina el español, ya que solo habla su idioma materno, maya Chuj, se declaró culpable del hecho citado ante un juez. Desde ese entonces, Juana ha permanecido en prisión sin asistencial legal, ni orientación lingüística. La familia Alonzo Santizo espera que continúe su audiencia final para debatir su inocencia y su pronta libertad, ya que aseguran que le fue inventado un delito que nunca cometió.

“Ella se fue sola” indica su hermano Pedro. Dejó el hogar en octubre de 2014 con el apoyo de un coyote, a quien la familia pagó 15 mil quetzales por cruzarla de Guatemala a la frontera de México con Estados Unidos. Quince días después logró llegar a la ciudad de Reynosa, frontera mexicana con el país estadounidense, donde Juana cruzaría el desierto para llegar a su destino final en el Estado de Atlanta, Georgia.

Sin embargo, todo fue una mentira, afirma su familia. Ella a su llegada a esa frontera fue encerrada en una casa donde habían más de 60 personas migrantes de diferentes nacionalidades, con quienes compartió un solo espacio, mientras esperaba su turno para viajar.

“Salir luego no dependía de ella, sino conforme van llegando así les asignan en que turno van viajar para el recorrido en el desierto”, relató su hermano, quien ya cuenta con experiencia migratoria porque estuvo 6 años en Estados Unidos.

“Las personas salen en grupos de 10, 15 o a veces hasta 20, todo depende del coyote, una vez que se completan los grupos, ellos salen”, agregó Pedro.

Juana pasó 15 días encerrada en el lugar hasta que llegó su turno en el último grupo, pero la suerte no estuvo a su favor. El día que le tocó salir, se había enfermado. “Entonces no pudo cruzar porque estaba enferma, ella desesperada insistía sumarse al grupo, pero el coyote le dijo que no”, recordó su hermano.

“Le dijeron que tenía que recuperarse, después la cruzarían, pero esto no ocurrió, la obligaron a quedarse en la casa y esperar un nuevo turno”, agregó el papá de Juana, en el diálogo que sostuvo la familia con Prensa Comunitaria.

Pasaron los días y Juana Alonzo fue la única que se quedó en el lugar. Durante ese tiempo, el coyote que la llevó de Guatemala ya no le proporcionaba alimentación, incluso la acosaba, ella tenía que limpiar la casa para ganarse la comida. Entonces apareció su preocupación: el sueño de Estados Unidos cada día se distanciaba más. Mientras se encontraba en el lugar llegaron dos familias migrantes provenientes de El Salvador: dos madres solteras con sus hijos menores de edad.

“Por el tiempo que ya llevaba en la casa, el coyote le da instrucciones a ella, fue así que las dos familias salvadoreñas comenzaron a sospechar de mi hermana que era una secuestradora y no era cierto”, indicó Pedro Alonzo, su hermano.

Según la familia, tras quedarse para esperar un nuevo turno, cada día el coyote le indicaba a Juana que tenían que encerrarse en la casa. Una casa en malas condiciones, que para cualquier persona ajena es un espacio de maldad. “La casa solo tenía una ventana, allí era donde somataba la señora migrante, por la cual era visible la parte exterior, que le sirvió para pedir auxilio, porque pensaba que mi hermana la tenía secuestrada”, lamentó Pedro Alonzo.

A decir de Pedro, Juana, su hermana, siempre fue solidaria con las dos migrantes, incluso les preparaba la comida, los apoyaba con el cuidado de sus hijos mientras ellas lavaban la ropa.

A pesar de ello, la migrante salvadoreña seguía golpeando la ventana, Pedro nos explicó que ocurrió después: “La dueña de la casa escuchó el ruido, abrió la puerta, se dio cuenta que dos migrantes se encontraban con mi hermana, una de ellas la acusó de secuestro, al escuchar eso, la dueña alertó a la policía y luego llegaron, la detuvieron, la golpearon y se la llevaron a la cárcel”.

Pedro siguió su relato con la voz entrecortada: “La dueña pensó y dijo a la policía que mi hermana trabajaba para los coyotes y supuestamente era quien estaba secuestrando a la migrante de El Salvador, pero todo fue mentira, en ese momento al ser cuestionada ella aceptó la culpabilidad, porque no sabía que era lo que ocurría”.

“Luego la detuvieron, la esposaron y desde allí sigue presa. No solo la detuvieron así pacífico, sino la golpearon, la regañaron, ellos llegaron con enojo, la insultaron y entre golpes se la llevaron”, relató.

Juana Alonzo fue amenazada con una pistola; entre miedo y desconocimiento aceptó los cargos en su contra. La única razón fue porque ella no entendía el español y no pudo defenderse. “La llevaron a un juzgado penal, en donde el juez le dijo que era culpable de los hechos que le imputaban, ella dio declaración que sí cometió el delito de secuestro, porque no habla bien el español y no entendía que significa un secuestro”, agregó su hermano Pedro.

Respaldo de la comunidad

Según Ana Gómez, de la organización Promotores de la Liberación Migrante, Juana Alonzo no tuvo acceso a interpretación al momento de su detención y se le obligó a declarar en un idioma que ella no dominaba. Agregó que, la Fiscalía General de Justicia del Estado de Tamaulipas no pudo comprobar la culpabilidad de ella en un delito del cual se le acusa, porque no hay pruebas en su contra.

“Entonces, que se tome en cuenta la justicia lingüística, es decir que el proceso sea en el idioma maya Chuj, que es el idioma que Juana domina y con el acompañamiento de algún intérprete”, exigió, mientras acompañaba a los familiares en la entrega de una carta firmada por 5 mil 135 personas y 43 organizaciones nacionales e internacionales en la Embajada de México en Guatemala el pasado 31 de enero.

Ese día, Abel Escartín, ministro de la embajada mexicana, recibió la petición de los familiares de Juana Alonzo, pero no prometió nada, según él porque se escapaba de su competencia, “pero puedo asumir el compromiso de consultar y elevar el caso a donde corresponde”, aseguró.

El Ministerio de Relaciones Exteriores (MINEX), por su parte informó que coordinaron con las autoridades de México, la gestión de la visa para una intérprete del idioma maya Chuj para la migrante guatemalteca, Juana Alonzo Santizo en las diligencias programadas del 21 al 25 de febrero en la ciudad de Reynosa, según publicaron en una nota de prensa en su sitio web.

A nivel de la familia y en la sociedad Chuj de San Mateo Ixtatán, Juana era reconocida y aceptada, “sabemos que fue encarcelada injustamente por eso todas las personas exigen su libertad”, aseguró la familia. En redes sociales, estudiantes, maestras y maestros, y las personas de la tercera edad han apoyado la causa para su libertad con la campaña: “Libertad para Juana Alonzo”, en la que señalan que “Migrar no es un delito”.

Responsables de acusarla, evaden las audiencias

El joven Pedro Alonzo conoce al pie de la letra lo que pasó a su hermana, Juana Alonzo tras su detención en México en noviembre de 2014, su relato y el valor de contar la realidad detrás de una detención injusta, nos conmueve al escucharlo. La conversación transcurre en el idioma Chuj, que la familia habla y fue traducida al español.

Es común escuchar que en México, Guatemala y otros países, por ejemplo en Centroamérica, el sistema de justicia no sirve y parece razonable, porque el modelo actual que tenemos tiene orígenes occidentalistas. Un modelo que condiciona la libertad al más pobre, el más débil y al invisibilizado; y, en este caso, implica los atropellos a la libertad de una migrante, que nació en su condición de mujer maya en Guatemala.

La dueña de la casa, la migrante que acusó a Juana Alonzo y los agentes de la Policía Estatal que participaron en el momento de su detención, ahora evaden su responsabilidad en el hecho de distintos modos, estos elementos en un primer momento explican las razones del largo tiempo que lleva la migrante encarcelada.

En las audiencias programadas no se presentaba la parte acusatoria para dar declaraciones en contra de Juana, solo algunos y en algunas ocasiones. Pedro, explica por qué.

“Unos llegaban para una fecha pero otros no, para otra fecha llegaba la que no llegó en la anterior, pero nunca llegaron en una sola fecha. Así fue pasando el tiempo”, aseguró.

Una segunda razón para entender este proceso, era que el juez, los abogados de la defensa y la Fiscalía General, no entendían lo que decía Juana en su declaración. Entonces era necesario solicitar la presencia de un intérprete, que no llegó en el momento sino hasta el 2018.

Fue hasta el 2018 que la familia de Juana logró enviar una intérprete, a la cual tuvieron que pagarle el costo de su viaje, los gastos de alimentación y alojamiento. Según Pedro Alonzo, la intérprete viajó una única vez a llenar los requisitos que el juzgado solicitaba, sin embargo las audiencias se fueron dilatando.

Pedro Alonzo lamentó la detención de su hermana, según él: “la dejaron acusada y presa. La policía que participó en su detención, como saben que no hicieron lo correcto, pidieron el traslado a otro Estado para trabajar”.

“Desde 2014 siempre recurren a esa maña, a no acudir. No asistir para dilatar el proceso”, agregó.

En tiempos de pandemia son otras razones que explican un proceso dilatado. Por ejemplo, cuando fue la audiencia el 26 de enero de 2022. El juzgado intentó contactar a la dueña de la casa para su declaración y otros testigos por videollamada, pero no aparecieron. “La dueña de la casa fue citada por videollamada, pero que casualidad que ese día no tenía datos de internet”, cuestionó Pedro.

Una cuarta razón se asocia, como ya señalamos, a la falta de un intérprete para Juana Alonzo, ya que ella no comprende el español y únicamente habla su idioma maya Chuj.

Migrar para sobrevivir: el camino a una detención injusta

Juana pensó encontrar en la migración internacional lo que en su casa no tenía: trabajar, enviar dinero para su hogar, costear los gastos de los estudios de sus dos hermanas, Magdalena y María, luego comprar un terreno y tener su propia casa. Ese sueño, hace siete años se quedó en una cárcel, en una ciudad muy cerca de los Estados Unidos.

Ella solo quería cruzar la frontera de Reynosa para reencontrarse con su hermano mayor en la ciudad de Atlanta, Georgia.

Su familia y su pueblo son de trayectoria migratoria, es decir, desde que nacen las hijas e hijos los padres y madres ya le atribuyen el sueño de buscar dinero en los Estados Unidos. “Migrar es una cultura que tenemos en el pueblo”, asegura don Antonio Santizo de 56 años, padre de Juana.

El núcleo familiar de Juana Alonzo está formado por 9 personas. Casi la mayoría ya han ido a los Estados Unidos. Su papá estuvo en la década de los 90. “De los hombres 3 ya hemos ido a los Estados Unidos y Juana intentó. Dos permanecen en el norte, ellos iban a recibir a mi hermana”, indica, Pedro Alonzo el hermano menor de los hombres. Él hace tres meses que regresó, viajó a los Estados Unidos en febrero de 2015, pocos meses después de la detención de su hermana.

(Continuará)

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