Contrastes/8.4.2020
Si algo queda en claro
en esta hora de confinamiento global
es que para unos
la casa es el hogar, dulce hogar
para otras, un estado de sitio permanente
para unos el lugar para la creatividad y el disfrute
para otras, el lugar del abuso cotidiano
para unos un remanso de paz
para otras la guerra no declarada
sin tregua, ni armisticios
para unos el refugio ante el exterior hostil
para otras el lugar del sacrificio
para unos el lugar donde se aprenden los mandatos
por acción u omisión
por medio de la palabra ofensiva
o de los silencios hirientes
o de los golpes humillantes
La casa puede ser el lugar
donde aprendes a amar sin condiciones
a construir recuerdos vitales
o a coleccionar heridas
que se instalan en el alma
Para unas la casa es una cárcel
con rejas invisibles
un cautiverio patriarcal
donde se siguen órdenes
y no se construye en armonía
para otros la casa
es ese sitio donde se ejerce tiranía
porque este sistema milenario
reproduce jerarquías
Para unas, la casa es un exilio
sin habitaciones propias
que palpita al ritmo del cuidado
de los otros
como ha sido por generaciones y generaciones
para las madres,
las amas de casa sin salario
o para millones de mujeres
que han sido recluidas
en nombre de la tradición
de la servidumbre colonial
o de las cadenas de cuidado global
En esta hora de reclusión obligatoria
necesitamos resignificar la casa
limpiarla de telarañas opresivas
sacudir el polvo que nos ahoga
desechar los sentimientos negativos
abrir ventanas a nuevas miradas
reinventarla como espacio
para el encuentro equitativo
para disfrutarla en el tiempo que se avecina