“Busco verdad, justicia y las osamentas de mi hermano”

Miriam Nineth Ramírez Gálvez nació en 1957. Es madre de dos hijos, quienes “tienen ya su propia familia”, dice. Su vida se transformó por completo el 14 de febrero de 1984, cuando el ejército, junto a integrantes de fuerzas paramilitares, secuestraron a su hermano Carlos Guillermo.

Carlos Guillermo o Willy, como le llamaba, es una de las 183 personas que aparecen en el Diario Militar, documento de inteligencia militar que registra los datos de integrantes de organizaciones sociales y de la guerrilla contra quienes el Estado actuó. Describe las capturas y asesinatos que las fuerzas estatales cometieron durante el período de 1983 y 1985.

¿Cómo era su hermano?

Carlos Guillermo estudió en la Escuela Normal para Varones y luego la carrera de soldadura en el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad, la cual estaba por culminar. Tenía también otras aspiraciones; soñaba con ser periodista. Pero estos sueños fueron truncados por su desaparición.

Miriam lo describe como una persona muy tranquila. Participaba en la Iglesia Católica y le gustaba colaborar con eventos de la colonia en la que vivían. Tenía un deseo constante de ayudar al prójimo: “Decía que tenía que hacer “la obra del día”, que significaba ayudar a alguien que lo necesitara”, recordó Miriam.

Carlos Guillermo es el caso 66 del Diario Militar. Aparece bajo el seudónimo “Douglas”. En él, se le identifica como integrante del Ejército Guerrillero de los Pueblos (EGP), una de las organizaciones de la guerrilla en Guatemala. “Pero, previo a que saliera el archivo, desconocíamos de su participación en esta agrupación”, señaló.

Caso 66 del Diario Militar

Su desaparición

Carlos Guillermo había salido el día anterior junto a su mamá, rumbo a la casa de su abuela. Vestía una camisa blanca, un pantalón negro con rayas y zapatos negros. A las dos de la mañana, militares, junto a otros agentes paramilitares vestidos de negro, llegaron al hogar de su familia. Ingresaron y le preguntaron al papá cuántos hijos tenían y quiénes eran.

Una de las hermanas de Miriam cuestionó si llevaban una orden de cateo. Uno de ellos se molestó y ordenó que se la llevaran. “Mi papá se metió y lo golpearon. Luego se calmaron y volvieron a preguntar: “¿dónde están los demás hijos?”, recordó Miriam. También, revisaron todas las habitaciones, sin éxito.

“Le dijeron a mi papá que se lo tenían que llevar”, narró Miriam. Lo subieron a una panel blanca y los acompañó a buscar a Carlos Guillermo a casa de su abuela, en zona 5, y a la de una tía. Le dijeron que se habían confundido de persona a la que buscaban y lo bajaron del vehículo.

Pero Carlos Guillermo había sido ya secuestrado por fuerzas estatales. Volvieron junto a él a su casa, en zona 21, donde lo torturaron. En la casa se encontraban Miriam, sus hijos, dos hermanos y sus sobrinos. “Escuchamos gemidos y cómo mi hermano se quejaba”, explicó.

Nunca lo volvieron a ver. Al día siguiente, encontraron alambres y envases de gaseosa y cerveza vacíos sobre el suelo de la habitación. “Vi que todo estaba tirado y limpié, sin saber que eran pruebas de todo lo que le hicieron. Todas esas cosas me quedaron en la memoria, no las olvido”.

El impacto de la desaparición

La desaparición de Carlos Guillermo tuvo un fuerte impacto sobre la vida de su familia. Su mamá lloró mucho por el secuestro de su hijo. “Era maestra y quería renunciar por buscar a mi hermano”, recordó Miriam. Con el paso del tiempo, se calmó e inició con la búsqueda.

Al igual que su mamá y papá, Miriam se responsabilizaba por la desaparición de su hermano. “Con la ayuda de una psicóloga entendí que no era así. Entendí que no fue mi culpa, sino la del Estado. A partir de ello, cambié bastante, empecé a pensar diferente, a ir a las reuniones, a averiguar y a investigar”, dijo.

La búsqueda

Fue el padre de Carlos Guillermo, Carlos Alberto Ramírez, quien comenzó su búsqueda junto al Grupo de Apoyo Mutuo (GAM). En 1999, descubrieron que aparecía en el Diario Militar. “Eso nos dio una luz y a partir de ello, mi madre empezó a trabajar con la Fundación Myrna Mack para llevar el caso a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos”, explicó Miriam.

Después del fallecimiento de su madre, el año pasado, Miriam asumió el compromiso de buscar a su hermano. “Sigo resistiendo y perseverando porque mis padres lo hicieron con la convicción de que encontrarían sus restos”. Ahora, junto a la Asociación Familiares de Detenidos de Guatemala (Famdegua), busca a las y los desaparecidos y acompaña el proceso para llevar a juicio a los responsables de los crímenes registrados en el Diario Militar.

Fotografía: Kristhal Figueroa

Pero Miriam no está sola en esta lucha, la acompañan quienes buscan a las otras 182 personas desaparecidas registradas en el Diario Militar. “Las familias seguimos perseverando para encontrar a nuestros familiares y hacerle conciencia al Estado, que ha negado todos los hechos, y al pueblo, que no debe desfallecer hasta que haya justicia por las 45 mil personas desaparecidas”.

La lucha continúa

Miriam seguirá luchando por encontrar a su hermano y lograr que exista justicia para las personas desaparecidas durante el conflicto armado interno. “Hay que seguir insistiendo…. Estamos conscientes de que es un poco difícil, pero no imposible”, manifestó.

Si pudiera hablar con su hermano, Miriam le diría que lo recuerda con mucho cariño. “Espero juntarme con él cuando yo ya no esté”.

Kristhal Figueroa

Periodista y socióloga en formación. Interesada en narrar la situación de las mujeres, movimientos sociales y juventudes. Feminista de la periferia de la Ciudad de Guatemala. Becaria de la International Women’s Media Foundation e integrante de la octava generación de la #RedLATAM de Distintas Latitudes.

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