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“Nos decían que a morir vamos”: continúan testimonios en juicio contra Benedicto Lucas

Uno de los testigos, Diego Avilés, fue secuestrado y torturado en un destacamento. Se salvó porque un teniente lo reconoció ya que había prestado servicio militar. Sin embargo, se lo llevaron a las montañas para que supuestamente los ayudara a ubicar guerrilleros. Su relato coincide con el de otros testigos quienes han indicado que al llegar el ejército a sus aldeas procedían a quemar todo, incluso matando a sus animales.

Por Regina Pérez

Este lunes comenzó en el Tribunal de Mayor Riesgo “A” la quinta semana del juicio por genocidio contra el exjefe del Estado Mayor del Ejército, Benedicto Lucas García, en el cual se siguieron escuchado los relatos de testigos de las masacres ocurridas entre 1981 y 1982 así como la tortura que sufrieron algunas personas a manos del ejército.

En el día 15 del juicio, testificó Diego Avilés para narrar que antes de salir a trabajar observó a lo lejos la quema de su aldea Cajixay, en San Juan Cotzal, por el ejército en hechos ocurridos entre el 8 al 10 de enero de 1982.

Junto a su familia escuchó los gritos de personas que corrían para esconderse, por lo cual él huyó a las montañas. Según dijo, quemaron sus ropas, pertenencias, granos básicos y animales, “se perdió todo, todito se fue”.

Según su relato, más de 200 personas se refugiaron una semana en las montañas pero un señor llamado Juan Toma Zambrano, presidente de la Iglesia católica, llegó a obligarlos a salir y los envió a Cotzal, la cabecera municipal. Por el cargo que tenía, él confió en su palabra y se fue al pueblo junto a su familia.

El testigo relató que en la comunidad sí había guerrilleros, porque era parte de su territorio y reconoció que algunos comunitarios les daban comida. Sin embargo, indicó que en la masacre solo mataron a la población civil.

Sufrió torturas en destacamento

El testigo dijo que cuando llegaron a Cotzal los enviaron a la Municipalidad, prometiéndoles que iban a reconstruir sus viviendas. Toma Zambrano los envió al destacamento donde sacó un listado con nombres de personas que eran buscadas por el ejército y lo detuvieron. Lo acusó de haber disparado a un helicóptero.

“Cajixay visto, Cajixay muerto porque ustedes son los que nos quieren matar allá, bajaron a un oficial”, recordó que le dijeron.

El testigo narró que los soldados lo torturaron. Lo tiraron a un hoyo de tres a cuatro metros, junto a otras personas y los golpeaban, “nos decían que a morir vamos”. Él no logró hablar con nadie, “todos estábamos esperando a la muerte, ahí nada de comida”. Lo que sí recuerda es que les tiraban agua y orina.

“Y lo viví, no es porque estoy mintiendo”, dijo. Lo amarraron afuera del destacamento y dentro de un pozo de agua lo siguieron torturando. Después de las torturas, un teniente pasó por el lugar y lo reconoció, porque Avilés había prestado servicio militar en Jutiapa donde estuvo de alta un año. Le preguntó por qué estaba ahí y este le contestó que lo habían acusado falsamente. Luego ordenaron a los soldados que lo llevaran a la enfermería y que le dieran un caldo para que repusiera fuerzas.

El mayor del destacamento le dijo: “va a colaborar, si no colabora, ahí mira usted”. Luego se dirigieron hacia las montañas de Cajixáy, buscando a la guerrilla. El 31 de enero de 1982, los soldados citaron nuevamente a la gente de la aldea y ahí murió su padre, Miguel Avilés y sus hermanos Juan y Domingo y otros vecinos. Ellos cumplieron con asistir, pero fueron acusados por el mismo delator y fueron asesinados.

El fiscal pidió a Diego mostrar las cicatrices que tenía en el brazo y los dedos al juez presidente Gervi Sical, ya que relató que le rompieron las uñas con un alicate y lo obligaban a comer chile aun estando frescas sus heridas, pidiendo que revelara información de la guerrilla. A esa petición, la abogada defensora de Benedicto Lucas se opuso, señalando que el MP hubiera solicitado un reconocimiento con un médico forense.

El juez Sical dijo que no veía un argumento válido para que el testigo no enseñara sus cicatrices. Por ello ordenó al testigo que se acercara al estrado para mostrarle las secuelas de las torturas que sufrió.

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Diego Avilés indicó que nadie lo obligó a declarar y pidió a los jueces “la ley” por lo que le pasó.

Declara madre de testigo

La tercera testiga en declarar fue María Toma, quien ahora tiene 86 años. Toma es madre de Diego Avilés. Ella relató que mataron a su esposo y a sus dos hijos. También señaló que Juan Toma Zambrano acusó a sus hijos con el ejército y por eso los llevaron al destacamento, solo Diego sobrevivió.

Según Toma, esta persona acusó a varias personas en la comunidad, pero no solo con los soldados sino también con la guerrilla. Muchas personas fueron secuestradas en la noche porque eran acusados por él. “Muchos saben que fue él quien mandó a matar a sus familiares pero tienen miedo de decirlo”, indicó Toma.

Cuando su esposo y sus hijos fueron exhumados se dio cuenta que tenían amarradas las manos y tenían casquillos alrededor. “Desconozco la razón, pero esto es lo que les pasó a ellos”, contó. Cuando la fiscal le pregunto si pertenecían a la guerrilla, contestó: “Talvez pertenecíamos cuando nos pedían comida”.

En total, cuatro testigos, tres hombres y una mujer declararon este lunes en el Tribunal de Mayor Riesgo “A”.  La Fiscalía de Derechos Humanos ha propuesto a más de 150 testigos, algunos declararon anticipadamente pero ya fallecieron.

El juicio contra Lucas García, exgeneral del ejército, es por los delitos de genocidio, desaparición forzada y deberes contra la humanidad.