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Sandy Castillo: Una mujer trans que embellece la vida

Fotografía: Karen Lara

Sandy Castillo salió de su casa a los 17 años para encontrarse a sí misma. Su proceso personal la encaminó a formarse como perito contadora y estilista profesional, llevándola a montar su propio salón de belleza. Hoy, a sus 51 años, comparte su historia como una mujer trans que habita la Ciudad de Guatemala.

A través de una llamada telefónica comienza nuestra conversación, indagando en algunos sucesos de su pasado. Aunque Sandy se limita a compartir ciertos recuerdos, pues describe que hay momentos muy conflictivos.

A la edad de 5 años ella permanecía en una guardería mientras su mamá trabajaba porque solamente ella sostenía el hogar. En esa guardería a las niñas les entregaban muñecas para jugar, mientras que a los niños legos. “Yo me moría por jugar con las muñecas y no me permitían porque eso era para las niñas, eso fue un poco traumático para mí”, recuerda.

Cuando ella comenzó a reafirmar quién era, su mamá la rechazó, empujándola a tomar la decisión de salir de su casa y buscar su propia vida.

Fotografía: Cortesía

En su juventud se enfrentó a vivir en la calle y pasar días sin poder comprar alimentos. “En el transcurso de mi vida fui trabajadora sexual. Siempre mi idea fue usarlo de trampolín, logré graduarme de perito contador”, cuenta. Según datos de la organización Otrans Reinas de la Noche en el 2021, el 33 % de mujeres trans se dedican a ser trabajadora sexual como medio de sobrevivencia.

Mientras se dedicó a estudiar el diversificado, el hecho de que sus demás compañeras y compañeros quisieran entrar a la universidad hizo que también aplicará para los exámenes de admisión, los cuales ganó.

Tristemente, para inscribirse no llegó a la fecha indicada y perdió el espacio para continuar sus estudios universitarios. Pero esto no la detuvo y fue en ese momento que decidió que aprovecharía el año para formarse como estilista profesional.

Aunque la carrera era para dos años, ella lo logró en un año, estudiando a jornada completa. “Con el tiempo me empezó a dar cierta libertad, me dio un arma para poder establecerme como persona trans. A partir de que empecé a estudiar empecé mi evolución sobre todo hacia mi aspecto más femenino”, explica.

Con 25 años también pasó de llamarse Francisco a Sandy, un nombre que le gustó y adoptó como suyo. El poder ser estilista dos años más tarde le permitió abrir su primer salón de belleza. “Ahí fue donde descubrí que mi vocación era la atención al cliente, tengo mucha empatía con el contacto interpersonal. Me gusta atender, ser amable con las personas. Eso te da cierto poder que te permite dar lo que quieres recibir, yo siempre fui muy cuidadosa con los clientes, muy empática y cordial para poder recibir lo mismo de ellos. Me funcionó, nunca recibí una falta de respeto”, cuenta.

En la 13 avenida y 13 calle del barrio Gerona de zona 1 abrió su primer salón, después se trasladó a la 11 avenida y 14 calle de la misma zona.

Fotografía: Cortesía

El día que lució toda su belleza

Sandy, entre todos sus recuerdos amargos y dulces, dice que el día que decidió por fin ser ella misma fue cuando a sus 30 años recibió un pantalón de lona de regalo por parte de una amiga, un pantalón que le gustó mucho y al que ya le había puesto el ojo, porque era de cintura baja.

Ella lo usaba solo dentro de su casa, pero un día cambió de decisión y se propuso lucir su belleza. “Yo ya tenía el pelo un poco largo, pero siempre lo peinaba de una forma que no se notara, cuando llegó ese momento. Ese día me peiné más afeminado el cabello, me puse el pantalón, unas botas de tacón y me dije al espejo: ¡Qué bien me veo! todo lo que he perdido de tiempo por no atreverme a hacer esto. Salí de mi casa, escuchaba chiflidos, yo me regreso a mi casa, me dije. Pero seguí adelante, ese día fue que me liberé totalmente”.

Después de ese día, empezó a comprar más ropa que se ajustara a su cuerpo como la mujer que vio en ese espejo. Dejó la ropa varonil a la que solía dar su estilo y la cambió por blusas con pequeños escotes, se pintó las uñas y comenzó a lucir su cabello. Sandy asegura que los pantalones de lona son su prenda favorita.

Fotografía: Cortesía

Sandy: una mujer trans

Entre las cosas que le gusta realizar a Sandy está leer. Uno de sus libros favoritos es “El coronel fue echado al mar” de Luis Spota, sobre superación personal. Sus colores favoritos son el verde y el lila. Este último color era el que le gustaba a su mamá, pero después que ella muriera, dice que adoptó este color también para ella. Además disfruta mucho comer comida china.

Fotografía: Cortesía

Y aunque menciona que en su familia fue poco aceptada la decisión de ser una mujer trans, una de sus hermanas la ha aceptado como es y es con quien más mantiene comunicación.

Al enfrentar su día a día dice que ya no le pone atención si alguien le parece o no su forma de expresar su identidad. “Yo considero que ya sufrí demasiado para ponerme en el plan de poner atención a lo que diga la gente. Mi filosofía es: das lo que quieres recibir”.

La pandemia por el COVID-19 hizo que Sandy cerrara su salón, un trabajo que tuvo por 17 años. Ahora se dedica a elaborar carteras para dama, para adquirirlas puedes escribir a la página de Facebook Creaciones Sandy . Vive con su pareja y está interesada en iniciar su proceso de cambiar su nombre masculino en su Documento de Identidad Personal (DPI). Hoy en día se considera una persona con muchos conflictos internos pero muy feliz, cómoda en su piel, una emprendedora nata, “soy amante de la vida”, concluye.