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Sanar la relación madre-hija

Fotografía: Karen Lara

Si eres de las personas que no se comunica con su madre, cada vez que intentas tener una conversación peleas, o sencillamente no te llevas bien con ella, distintas disciplinas explican cómo es posible mejorar la relación con tu mamá y cuáles son las posibles razones de esa mala relación.

La parte transgeneracional es una de las raíces, explica Karla Flores, psicoterapeuta, “muchas mujeres venimos de tener una mala relación con nuestras propias madres y a partir de eso, es una imposibilidad relacionarnos con nuestras hijas, que vienen en nuestro árbol genealógico y han tenido una mala relación con la madre por diferentes situaciones”, indica la especialista.

De acuerdo con Flores, de cada diez casos que atiende en su consultorio siete son mujeres jóvenes y dos o tres madres que están abiertas a la sanación.

Las madres que sanan: terapias y métodos

La terapia inicia hablando de dónde viene la mamá, las herramientas emocionales que tiene para desarrollarse en la vida, dónde fue vulnerada, y se trabaja con la paciente la consciencia de dónde viene la madre, para lograr desenredar un poco el porqué de su comportamiento, explica Flores.

Las primeras tres sesiones son claves para determinar el rumbo que va tener la terapia, indica la especialista, ya que no es necesario un proceso de años si la terapeuta logra encontrar el punto que es necesario trabajar.

También asegura que en dos meses ya se podrían ver cambios oportunos. “La terapia debe ser un proceso, porque no es un toque de varita mágica, es un proceso que acompaña a la persona en los cambios conductuales de su forma de ser”, manifiesta Flores.

Aunque la psicología puede ser uno de los caminos para mejorar la relación con la madre, actualmente también hay otras opciones que se empiezan a escuchar, entre ellas está las Constelaciones Familiares.

Constelar es un método que permite que las persona que llegan a constelar pueda ver el origen de esa mala relación con la madre y de problemas que desea resolver.

Esto a través de espacio cerrado o abierto, individual o con participación grupal, donde las personas que participan representan a la madre e hija, para no revivir lo que las personas han vivido. La duración puede ser de media hora a hora y media.

La relación madre-hija es un vínculo fundamental para nuestra vida, señala la consteladora y coach sistémica, Taso Hetterschijt, “porque nos da la vida y nos acoge en su cuerpo. Nuestra primera experiencia como ser humano es la simbiosis con nuestra madre”, expresa.

Tasso señala que tener una mala relación de la madre viene desde cómo esa hija se sintió en el vientre y el parto de la madre. “Deseamos cercanía y al mismo tiempo límites. Cuando nacemos, la primera separación con nuestra madre es a través del parto. No somos uno, somos dos. En todo nuestro desarrollo hay situaciones difíciles, traumas, muchos tenemos un apego inseguro, por la ausencia física de nuestra madre o ausencia emocional”, subraya.

Para solucionar la relación madre e hija, la persona que dé el paso para ir a una constelación tiene que retirar el pensamiento mágico de que la madre va cambiar. “Una constelación te da una mirada, reconocer todas las emociones que están en una”, afirma la consteladora.

Ella explica que detrás de estar bien, puede haber mucha rabia, ira, tristeza, impotencia, que impide reconocer a la madre. Pero quien decida hacer una constelación puede decidir reparar esa relación, con ojos más compasivos y poder verse a sí misma, resalta Hetterschijt. “Va al origen de la relación a donde algo pasó y quedamos desconectadas”, agrega.

Quienes han efectuado este viaje interior, asegura Hetterschijt, llegan a expresar que sienten un alivio y claridad en sus vidas, así como tener más confianza y mejorar las demás relaciones humanas.

Sanar las heridas

Yolanda Aguilar, antropóloga, terapeuta y directora del Centro de Formación-Sanación e Investigación Transpersonal Q’anil, explica que al analizar una mala relación con la madre hay que tomar en cuenta que una madre, antes de ser madre, es mujer. Sumado a los mandatos patriarcales que ha heredado y que se supone debería de cumplir al ser madre.

“Todas las mujeres jóvenes, niñas, adolescentes se reflejan en lo que quieren y lo que no quieren parecerse a la madre y ahí están todos los nudos. Una mala relación casi siempre está dada porque las niñas crecen viendo lo que no quieren reproducir de sus madres. Entonces con quien se pelea es con la mamá”, explica Aguilar.

Además revela que cuando una mujer llega a ser madre y no ha resuelto los nudos de su existencia, es muy complicado que se dedique a cuidar, a dar amor, si no ha podido empezar a resolver su vida.

Asimismo, coincide con Hetterschijt en que muchas veces las hijas desean que las madres cambien y así se resuelva la situación.

“La persona encargada de sanarse a sí misma, van a tener que sanar su relación con la madre, sí o sí, lo cual no quiere decir cambiar a la madre o obligar a la madre que ella sane. Es una tarea que le toca a quien quiera sanarse”, expresa la directora de Q’anil.

Las expertas también ven que no es necesario que tanto la madre como la hija asistan para reparar la relación, ya que con que una de las dos dé el paso hay muchas posibilidades de generar un cambio positivo.

“La sanación no es un taller sino un proceso a mediano o largo plazo y el resultado puede llegar a manifestar ternura, relaciones con mayor apertura. Vivimos en un país donde a veces el cariño no está bien valorado. Y aprender a expresarse afecto es todo un aprendizaje”, aclara Aguilar. Y agrega que, cuando hay muchas heridas, solo se ven las heridas y desde la herida no hay posibilidad de reconciliación.

En Q’anil se facilitan terapias de reencuentro, donde se trabajan los vínculos, los guiones de vida y los duelos, son procesos de seis meses o un año. Aunque no específicamente se trabaja la relación madre-hija, en la terapia puede salir a relucir este vínculo por la importancia que tienen las madres en la vida de un ser humano.

Historias de hijas

Ixmucané Us es una joven de 27 años, originaria del municipio de la Esperanza, Quetzaltenango. Ella cuenta que en la adolescencia fue cuando se percató que la relación con su mamá no era la mejor. Sobre todo cuando se negaba a ser la mujer que tenía que servir en la casa o de ser criada de cierta manera para poder casarse.

“Cuando empecé a tener contacto con el feminismo, eso me dio herramientas para entender a mi mamá, para ser más empática e iniciar a sanar ese vínculo”, relata Us.

Un cambio que hizo fue marcar una distancia con ella, al trasladarse a la Ciudad de Guatemala. Además de entender que el contexto de su madre fue otro, las exigencias sociales eran otras y reconoce que su madre rompió con algunas de ellas al divorciarse de su esposo.

“Tengo el privilegio de haber podido tomar terapia y hablar, sumado a las reflexiones que me ha dado el feminismo para poder sanar este vínculo con mi mamá”, expresa Us.

De la primera vez que fue a terapia recuerda que la psicóloga le dijo “tú no viniste a cambiar a tu mamá o tu papá, la historia de tu familia, sino a darte herramientas a ti”.

Asegura que esas mismas reflexiones le han ayudado a tener vínculos más fuertes y sanos con más mujeres que le rodean.

“Con amigas hemos hablado de estas cosas y vemos que son situaciones que se repiten y le reafirman a una el acompañamiento entre nosotras, para entender a nuestras mamás”, concluye.

Nilda Tumax nació en Totonicapán, trabaja en una universidad de la ciudad y hoy a sus 39 años cuenta que desde niña veía a su mamá enojada y sentía que era una relación conflictiva. Pero la situación de cómo era esa relación realmente impactó sobre todo cuando tenía 24 años. “Me empecé a dar cuenta que la relación con mi mamá no era tan buena porque yo misma no me encontraba a mí”, expresa.

Al encontrarse con las terapias alternativas, como ella llama a las Constelaciones Familiares, se percató de la importancia de no juzgar a su mamá y su papá y sanar ese vínculo. Además, vio que al mejorar esa relación se traslada esa armonía a la pareja, profesión o al relacionarse con los demás.

“Hay todo un mundo que se nos abre al ser sólo hijas y aceptar a la madre tal como es. El mayor regalo que nos ha dado nuestra madre es la vida y eso es algo no les podremos devolver ni a papá ni a mamá pero si podemos transmitir esa vida que nos han dado ellos hacia los demás”, comparte Nilda.

Estas dos historias detallan una mirada de lo sanador que puede ser para una mujer lograr tener un vínculo sano con la madre, esa persona que según el feminismo a veces sí ha deseado ser madre y otras no, pero aún así ha dado vida.