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“No somos mujeres de la vida fácil”

El 1 de mayo se conmemora el Día Internacional de las Trabajadoras y Trabajadores. En esa jornada, la fuerza laboral organizada sale a las calles para exigir el respeto de las garantías laborales alcanzadas a lo largo de la historia de la humanidad. Las trabajadoras sexuales son una fuerza laboral invisibilizada y su ejercicio constituye una manera de generar ingresos para miles de familias en Guatemala.

Por Violeta Cetino

Deisy es trabajadora sexual y realiza su labor en una habitación que renta en La Línea, un lugar ubicado en la Avenida del Ferrocarril, entre la 7ª y 10ª calle de la zona 1 de la ciudad de Guatemala, donde diversidad de mujeres ejercen el trabajo sexual. En este espacio que no sobrepasa los cinco metros cuadrados, no caben más que una cama y una mesa pequeña; sobre la pared hay un espejo grande y un colgador de prendas de vestir. 

Ella tiene 38 años y desde hace siete realiza trabajos sexuales. Junto a sus dos hijas y su esposo, Deisy vivía en El Salvador. “A mi esposo lo mataron, yo me quedé viuda, sola con mis dos hijas y debía darles de comer”, contó. Las opciones en el vecino país no eran las mejores, así que tomó la decisión de viajar a Guatemala para convertirse en trabajadora sexual, pues aquí nadie la conocía.  

Con los años, Deisy logró traer a sus hijas a vivir con ella, aunque ambas desconocen que su mamá se dedica a estas labores. 

Un país de “doble moral”

La Organización Mujeres en Superación (OMES) promueve acciones preventivas para la disminución del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)  en las poblaciones de riesgo en Guatemala como las trabajadoras sexuales. Jessika López se desempeña en OMES como promotora de esta organización en la ciudad  y a la vez, integra el Consejo Consultivo del Sindicato de Trabajadoras Sexuales Autónomas de Guatemala (SITRASEXGUA). 

Según Jessika, Guatemala, más que un país conservador, “es un país de doble moral”. Los principales estigmas que enfrentan quienes desempeñan este trabajo, van desde ser tachadas como “las malas”“las mujeres de la vida fácil”, cuando el trabajo sexual no es parte de la vida galante, ni de la vida fácil, argumentó.

Otro de los desafíos que enfrentan las trabajadoras sexuales son la discriminación y el aislamiento, además de la vergüenza social. “Muchas de las familiares de las compañeras no saben que ellas ejercen el trabajo sexual y por eso viven en la clandestinidad, en el anonimato”, explicó Jessika. 

Falta de garantías laborales

Jessika aseguró que, de acuerdo a estadísticas de OMES, existen más de 182 mil trabajadoras sexuales en Guatemala, entre ellas, muchas extranjeras. Esto se debe a que Guatemala se encuentra en el corredor de migración, mencionó. 

SITRASEXGUA cuenta con personería jurídica y es la herramienta que asegura el tratamiento de los asuntos laborales para las trabajadoras sexuales en el país. A la fecha, cuenta con 35 afiliadas y busca empoderar a quienes han decidido dedicarse a este trabajo. 

Deisy no está afiliada a este sindicato, ni pertenece a alguna organización de trabajadoras sexuales. La une a las demás trabajadoras de La Línea, un sentido de pertenencia y cuidado desde la sororidad. “Yo trabajo aquí porque me siento segura, hay más mujeres trabajando y no estoy sola, aquí entre todas nos cuidamos”, compartió.

Sobre los ingresos económicos que Deisy obtiene de su trabajo, indicó que cobra Q50 por cada servicio y que al día, como meta personal, debe atender a por lo menos 6 clientes. “Yo hago mi horario. Si quiero vengo y si no, descanso; pero eso sí, debo sacar el equivalente a Q300 al día para pagar el cuarto, pagar donde vivo y darle de comer a mis hijas”, cuantificó. 

Su jornada laboral empieza desde muy temprano: a las 7:00 horas, de lunes a domingo, y aunque a veces se toma un día de descanso, debe “reponer” al día siguiente los ingresos que no obtuvo en su tregua. Su jornada termina a las 21:00 horas. 

¿Por qué las trabajadoras sexuales optan por ejercer esta labor?

De acuerdo con Jessika, las mujeres se integran a este trabajo por la falta de oportunidades laborales; también la precarización del trabajo o los bajos salarios. Con base a las opiniones de las trabajadoras sexuales que OMES y SITRASEXGUA han recolectado, ellas generan más ingresos en el ejercicio del trabajo sexual, que, por ejemplo, siendo una enfermera auxiliar, con un turno de 8 horas, que no gana más de Q3 mil. En cambio, en el ejercicio sexual, ellas ganan Q3 mil en una semana. 

“El tiempo también es una de las razones para ejercer el trabajo sexual, ya que no tienen que estar supeditadas a un horario extenso”.

Los riesgos que enfrentan en materia de salud 

Deisy depende únicamente de los ingresos que obtiene de su trabajo cotidiano. No cuenta con seguro social, ni bonificaciones de ley. Los horarios de trabajo son de tiempo completo y atiende sus necesidades médicas en los centros de salud del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS).

Además, contó que hay algunas organizaciones de ayuda humanitaria internacionales que las incluyen en sus jornadas de salud: odontológicas, ginecológicas y alimentarias.

Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), en el ámbito mundial, el riesgo de adquirir VIH es 21 veces mayor entre las trabajadoras sexuales, en comparación con la población en general. 

Jessica informó que los riesgos para la salud de las trabajadoras sexuales son la adquisición  de infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH.

La salud mental de las trabajadoras sexuales está en juego. A decir de Jessika, también están expuestas a enfermedades emocionales o psicológicas, a raíz de la discriminación y el estigma que sufren.

Las trabajadoras sexuales no están libres de las adicciones,  muchas de ellas son alcohólicas o adictas a alguna droga, debido a que en el mismo ejercicio del trabajo sexual hay situaciones que las empujan al consumo de sustancias adictivas. 

Amenazas a la integridad física de las trabajadoras sexuales

Las trabajadoras sexuales sufren violencia psicológica y violencia física, porque hay clientes que las golpean, sobre todo, a quienes ejercen en las calles. 

Una experiencia contada por Deisy respalda la anterior afirmación: En una ocasión uno de sus clientes, un hombre joven, le solicitó un trabajo sexual. Dentro de la habitación, él ingirió algunas sustancias (drogas) y cuando ella se disponía a prestar el servicio, el hombre adoptó actitudes de autoagresión. 

A decir de López, las trabajadoras sexuales sufren de violencia sexual, porque aunque se desempeñen en estas labores, hay situaciones que las ponen en riesgo de padecerla. “Por ejemplo, pactan un servicio con el cliente fuera y dentro, es una cosa distinta a lo pactado”, aseguró.

La inestabilidad económica que generó la pandemia de Covid-19 también alcanzó a las trabajadoras sexuales. Ante este panorama, afirmó Jessika, que organizaciones gestionaron insumos básicos para apoyar a las trabajadoras a sobrellevar la situación. Deisy comentó que en su caso, las monjas de la iglesia de Santo Domingo, ubicada también en zona 1 y muy cercana a La Línea, le llevaron víveres a su casa y a las casas de sus demás compañeras, y que también logró mantenerse con aportes económicos que le brindaron algunos de sus clientes. 

Jessika refirió que los registros del MSPAS sobre la cantidad de trabajadoras sexuales activas en Guatemala están desactualizados, debido a que durante la pandemia muchas de ellas dejaron de acudir a los centros de salud y la mayoría no se ha registrado de nueva cuenta.

Actualmente, SITRASEXGUA, el segundo sindicato de trabajadoras sexuales a nivel latinoamericano, tiene planificado realizar una campaña de afiliación a nivel nacional, para reforzar la garantía de los derechos laborales de las trabajadoras sexuales. 

Mientras tanto, Deisy sueña con volver al país que la vio nacer.