RUDA

View Original

Mujeres que deciden no ser madres

Alrededor del mundo son más las mujeres que toman la decisión de no ser madres, aún en contra de los mandatos sociales. En un país conservador como Guatemala, tomar esta decisión conlleva enfrentarse a desafíos y prejuicios.

Por Jasmin López

En diferentes partes del mundo se registran caídas históricas en la tasa de natalidad. Guatemala no es la excepción. En los últimos 20 años la tasa de nacimientos del país ha descendido notablemente. 

En los años 90 el promedio de hijos era de aproximadamente 5 por mujer en edad fértil, establecida entre los 15 y los 49 años, mientras que para el 2021 era de 2.4, según datos de la CEPALSTAT, Bases de Datos y Publicaciones Estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas. Este cambio se explica por múltiples factores, entre los que están un mayor acceso a los métodos anticonceptivos y un nivel de escolaridad más alto.

Por otro lado, están las mujeres que, desde el ejercicio de su autonomía, deciden no tener hijas e hijos. Al hacerlo, se enfrentan a muchas críticas y juicios. La investigadora Anna Carla Ericastilla expuso que estos cuestionamientos vienen de una estructura social normativa en la que la asignación de los roles de género hace que las mujeres sean vistas desde sus capacidades reproductivas, y no desde las intelectuales.

 “Hay todo un aparato normativo que se viene configurando y perfeccionando desde hace siglos para poder entender a las mujeres más como vinculadas al género animal, en el aspecto de ser considerada una hembra reproductiva, más que un ciudadano o un individuo”, explicó. Agregó que “este es generalmente un sistema muy complejo en el que las pseudo verdades científicas se constituyen en normas de comportamiento y son impulsadas por las instituciones de la sociedad. Se entiende en esta línea de pensamiento que para consagrarse como mujer se debe de ser madre”.

La investigadora explicó que se entiende que hay una sola forma de ejercer la sexualidad que es aprobada por la sociedad, en el caso de las mujeres, y es la sexualidad reproductiva. Entonces, otras formas de sexualidad no reproductiva son condenadas, incluso como orientaciones desviadas, “muchas mujeres se pueden ver presionadas, por lo que se tienen que ver en la necesidad de defenderse y dar explicaciones constantemente acerca de su comportamiento, dar justificaciones que no se les piden a sus contrapartes masculinas. A ningún hombre se le pregunta por qué no tiene hijos”.

La antropóloga Olga Pérez Molina, considera que esta idealización de la maternidad, sumada a un componente religioso,  lleva a que la sociedad sea menos sensible a los embarazos de niñas entre 9 y 14 años, porque de alguna manera se piensa que el hijo es un regalo de Dios. “Entonces, ahí entra también la mano de la iglesia para minimizar la violencia contra el cuerpo de las niñas y adolescentes. Yo creo que la normatividad, los roles asignados, más que con valores tienen que ver con formas de control y de reproducción de las fuerzas laborales”, añadió.

Decidieron no maternar 

L (seudónimo bajo el que pidió ser mencionada) y Susana son dos mujeres que, en contra de estos sistemas sociales, optaron por no maternar. 

“A mi familia le costó un poquito al inicio asimilar la idea”, relató L. “Como yo empecé con esto como a los 25 años, me decían ‘Esperate a que crezcas más’”.

Al igual que muchas jóvenes en la misma situación, los familiares de L creían que iba a cambiar de opinión o que empezaría a sentir el “instinto maternal” que se supone todas las mujeres poseen. A sus 30 años sigue sin sentirlo. Aunque con el tiempo aceptaron su decisión, la familia de su pareja es más conservadora y cuestionan el hecho de que a su edad no tenga hijos o hijas, al punto que prefiere relacionarse con ellos lo menos posible para evitar situaciones incómodas. La presión por ser madre también viene  de los medios de comunicación, películas o series que promueven el amor romántico y la familia nuclear como aspiración, y de la preocupación por su futuro. Sin embargo, dijo, siente que es egoísta el querer tener hijos para que la cuiden cuando ella ya no pueda valerse por sí misma.

L considera que si se hubiera convertido en madre habría tenido que renunciar a muchas cosas, principalmente a su trabajo, ya que la mayoría de empleos no ofrecen a las madres las condiciones para que puedan reincorporarse al mercado laboral. Probablemente, tampoco habría podido terminar sus estudios, supone. Es precisamente el privilegio de haber tenido acceso a educación y a su trabajo con infantes y adolescentes lo que la ayudó a reflexionar sobre las muchas exigencias que pesan sobre las mujeres que maternan. 

“Yo me veo a mí misma como una  mujer que no tiene la paciencia. Algo que también influyó en esa decisión es que me puse a meditar sobre los factores que rodean la maternidad, como el tiempo, la economía, la disposición emocional, y física también”, expresó. 

A pesar de los cuestionamientos, está segura del camino que ha decidido tomar.

El arte de decidir

Susana Recinos es artista escénica multidisciplinaria, tiene 30 años y está acostumbrada a ir en contra de la corriente. En una sociedad que con mucha frecuencia exige a las mujeres escoger entre tener hijos o realizarse profesionalmente, Susana eligió esto último.

“Dentro de mis objetivos principales está mi carrera artística. Tengo amigas que han tenido que pausar sus sueños por ser madres. Ver eso me hizo pensar en decidir cuáles son las prioridades en mi vida”, comentó.

Foto: Andy Morales.

Su decisión es producto de un largo proceso de terapia y reflexión, durante el cual se ha cuestionado las imposiciones sociales que pesan sobre la maternidad, así como el sacrificio físico, emocional y laboral desigual que implica, y se dio cuenta de que ser madre no es lo que ella quiere. 

“Hay una romantización muy fuerte alrededor de lo que es ser mamá y eso pone en un foco de crítica negativa a las personas que deciden no ser madres”, dijo. “Se asume que la mamá tiene que estar ahí siempre, tiene que estar ahí todo el tiempo, de que la mamá da la vida por sus hijos, y toda esa romantización hace que las mamás olviden que son seres humanos, que también tienen emociones y necesidades”, mencionó Susana. 

Además, debido a su profesión, la cual está muy precarizada en el país, considera que no podría darle a un hijo o una hija la estabilidad que todas las infancias merecen.

Susana se rodea de personas de mentalidad abierta que respetan su decisión, pero fuera de este círculo, relató, siente el rechazo por llevar un estilo de vida visto como atípico. “En las juntas familiares, en cenas navideñas, o incluso en funerales están esos cuestionamientos de ‘¿Para cuándo el novio?’ y ‘Ya está en edad de tener hijos’”.

En algún momento se planteó adoptar, no para cumplir con un rol social, sino para ayudar a una niña, niño o adolescente que necesitara de cuidados y apoyo. Esta forma de maternidad, dijo, la atraviesa personalmente, pues ella es una persona adoptada. Esto la hizo consciente de lo importante que es que la maternidad sea deseada.

“Yo me siento como un híbrido entre el derecho a decidir de ambas mujeres: la mujer que sí podía embarazarse pero no quería ser madre y la mujer que no podía quedar embarazada pero sí quería ser madre. Ellas tomaron sus decisiones y con base a esas decisiones existo yo”, argumentó la entrevistada. 

Sin embargo, ha descubierto que su forma de aportar a la niñez y adolescencia no es desde la maternidad, sino desde su arte. “Quiero hacer muchas cosas transformadoras, no solo para mí sino para la sociedad guatemalteca”, finalizó Susana.