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Mujeres migrantes en tiempos de coronavirus

Por: Colectivo Con Las Comadres/Edna Sandoval en colaboración con Jennifer Bénitez

La COVID-19, o mejor conocido como coronavirus, ha sido el encabezado más común de las noticias alrededor del mundo. El letal virus se ha expandido alrededor del globo con una rapidez incalculable, impredecible e inevitable. Desde su temprana aparición como epidemia en marzo en poco menos de un mes ya se volvía una pandemia. Los países con más casos confirmados hasta el momento son China, Italia, España, Irán y en el primer lugar Estados Unidos con más de 300 mil casos y casi 9 mil fallecidos para el 4 de abril del 2020.

En este país los estados más afectados son Nueva York, Nueva Jersey, Michigan y California. ¿Pero, cuál es uno de los comunes denominadores de estos estados? Son estados marcados por su historia de comercio industrial y agricultura realizada por la labor de comunidades pobres de color e inmigrantes. Es decir que son estados en donde históricamente ha existido una división de labor racializada.

La dependencia a labores poco remuneradas y una subsistencia del día a día es la prioridad en estas comunidades. La gente simplemente no puede darse el lujo de dejar sus trabajos en las industrias de servicio que siguen funcionando durante la pandemia. Trabajos en los supermercados, servicios de transporte, maquilas, cocinas, agricultura, labor pública y otros tipos de trabajo de sueldo mínimo generalmente no ofrece ningún tipo de beneficio laboral o beneficio de ausencia por enfermedad; entonces, suspender por completo las labores significa para estas comunidades la pérdida total de sus ingresos. Debido a esta inseguridad económica muchas personas continúan exponiéndose al virus por mera supervivencia; para tener un pan que llevar a sus mesas. Y son estas mismas clases trabajadoras que exponen su salud a través de sus labores quienes usualmente viven en ciudades hacinadas, en edificios de viviendas múltiples y quienes comparten más espacio por metro cuadrado debido a las dificultades para costear la renta. La falta de recursos de los estados designados a estos distritos para asegurar viviendas dignas intensifica las posibilidades de contagios debido a las aglomeraciones de espacio.

Y así como las clases trabajadoras están más expuestas a contraer el virus debido a su condición obrera, también se ven afectadas por la falta de acceso a los sistemas de salud estatales.

¿Y qué pasa cuándo llevamos esta conversación a interseccionalidades más específicas? Por ejemplo, ¿cuál es la suerte de las mujeres migrantes de Abya Yala en Estados Unidos? Específicamente, las mujeres migrantes más afectadas por esta pandemia, aquellas que carecen de estatus legal.

Antes que nada es importante reconocer que, como mencionamos anteriormente, la labor migrante es una labor racializada, por tanto, es imperativo reconocer también que la labor migrante es también afectada por el factor de género.

Mujeres migrantes de Abya Yala son usualmente empleadas en labores domésticas como servicio de limpieza, cuidado de infantes, ama de llaves, servicio de cocina, labor de servicio sexual, ventas informales, etc. Y estos trabajos son especialmente realizados por mujeres indocumentadas racializadas. Su condición hace que dependan muchas veces de pagos sin contrato e irregulados. Por tanto, condiciones de explotación son fáciles de perpetuar ya que son salarios en efectivo y, o “bajo la mesa” como se les llama coloquialmente.

La crisis pandémica del COVID-19 ha dejado sin empleo súbitamente a miles de mujeres indocumentadas que se dedican este tipo de labores.

Pero también existe otra cara de la moneda. Y en este se encuentran también mujeres indocumentadas, pero son aquellas que han tenido que seguir laborando sin las condiciones de protección necesarias en sus lugares de trabajo para prevenir los efectos de salud causados por la COVID-19. Estas son las jornaleras agricultoras, quienes bajo condiciones de riesgo han seguido trabajando para mantener andando el sistema de consumo alimenticio que sustenta a todo el país. Y el mismo patrón se repite, la vulnerabilidad que sufren bajo su estatus migratorio las coloca en una posición de explotación laboral sin ningún tipo de beneficio. La inseguridad económica repentina mezclada con un estado de terror racializado hacia el migrante indocumentado intensificado por la era del Trumpismo, coloca a estas mujeres en un estado de vulnerabilidad totalmente ignorado mediáticamente.

Y si hablamos de género tendríamos que considerar también que los roles binarios y heteronormativos juegan un papel importante en el estilo de vida de muchas de estas mujeres. Un gran número de ellas son madres y proveedoras principales o totales de la labor doméstica dentro de sus hogares. Este rol de trabajo dentro de su casa es también parte del sistema explotador patriarcal a los cuerpos de mujeres usualmente invisibilizado, pues muchas veces es asignado socialmente bajo el discurso de responsabilidad natural dentro de la maternidad. La concepción de maternidad dentro de estándares patriarcales es clave para establecer dinámicas de poder dentro de hogares, pues designa este rol a las mujeres de familias, muchas veces inter-generacionalmente.

Y esta maternidad en tiempos de Coronavirus es también un gran desafío para muchas que se han visto afectadas por el repentino cierre de establecimientos educativos ya que dependen de ese sistema de educación que provee un espacio para que estén sus hijos mientras ellas trabajan. En algunos casos, muchas de estas familias empobrecidas dependen también de las comidas escolares para alimentar a sus hijes durante la semana.

Y no es una sorpresa. No es una sorpresa que esta pandemia afecte desproporcionadamente a aquellos que el capitalismo voraz ha oprimido y explotado sistémicamente. Estados Unidos es una nación que prefiere invertir sus fondos públicos en gastos militares en vez de priorizar la salud pública de quienes le habitan. Y tampoco es sorpresa que se invierta en medios que perpetúan la violencia para facilitar las fuerzas imperiales, siendo el imperialismo la más grande expresión del capitalismo.

Que esta nota sirva para visibilizar algunas de las condiciones que afectan a aquellas mujeres de la diáspora que el sistema ha silenciado sistémicamente. Nuestro colectivo pide el cese de deportaciones y criminalización de la pobreza. El cese al capitalismo neoliberal que prioriza compañías comerciales sobre la gente. Esta estructura es simplemente insostenible. Esta estructura es las que ha convertido el virus en la pandemia mortal que es hoy.

La solución no está en la protección del capital, si no en las protecciones de nuestras comunidades.