RUDA

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Más allá de las cenizas, la vida, la terca vida

Por Stef Arreaga

El 6 de diciembre, durante la actividad Después de la cenizas, la vida, la terca vida, se presentó la obra de la artista Nuni Canals, una serie de esculturas que retratan los dramáticos sucesos del 8 de marzo del 2017, ocurridos en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, donde murieron calcinadas 41 niñas que estaban bajo la protección del Estado guatemalteco.

Los hechos de muerte que dieron vida a esta obra

En la madrugada del 8 de marzo del 2017, en un salón de clases de 6.8 x 7 metros cuadrados, del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, Anahí Keller Zabala, junto a Brenda Chamán, ordenaron sacar todos los escritorios de esa aula y luego metieron 22 colchonetas, para que las 56 niñas, que intentaron escapar el día 7 de marzo, pasaran las noches ahí hasta saber qué hacer con ellas. Por medio de un acta, el personal se negó a recibirlas de nuevo dentro de Virgen de la Asunción. Ahí quedaron las 56, sin sábanas, sin almohadas, muchas descalzas, otras sin suéter, sin sanitario y sin permiso para ir a los baños externos, con olor a gas pimienta –el que Cruci Flor de María López (monitora de un centro de detención) roseó a las niñas para someterlas “al orden”–. Así pasaron la noche, vigiladas por una veintena de policías que se burlaban de ellas y amenazaban con dejarlas ahí por semanas. A las 8:45 de la mañana inició un incendio que aún sigue siendo un misterio. Mientras las 56 niñas gritaban y pedían auxilio, las policías les gritaban: “¡Si fueron buenas para fugarse, sean buenas para aguantar el fuego!”. Cuando se percataron que las niñas estaban carbonizándose pidieron la llave a la jefa, la subinspectora Lucinda Marroquín, quien, según declaraciones de las mismas policías, dijo: “¡Que se quemen esas hijas de la gran puta!”. Así ardieron 56 cuerpos durante más de 9 minutos de lenta agonía. 41 murieron, 15 resultaron heridas con cicatrices perpetuas, algunas con amputaciones terribles y daños emocionales y psicológicos irreversibles.

La obra

Las palabras sobran cuando una obra de arte es más que una pieza de exhibición. Esta pieza te roba el aire. Consiste en una serie de esculturas ilustran los últimos momentos de las 56 niñas. Un salón bajo candado y rejas, cual prisión, en donde solamente se podría añorar una vida diferente detrás de los barrotes, ver un cielo azul dentro de un Hogar del Estado, habitar cuatro paredes frías sin sentir el abrazo de una mamá, sin sentarse a la mesa en la calidez de un verdadero hogar. El exterior para ellas significaba dolor, y estar ahí era más bien estar en una prisión, algo totalmente diferente a un Hogar que debió cobijarlas y protegerlas de una sociedad machista, excluyente e indiferente. Ahí encontraron la muerte: detrás de esas ventanas del infierno.

Tenían entre 13 y 17 años, algunas ni siquiera habían menstruado por primera vez, otras tal vez no conocían el beso del primer amor, no conocían el mundo. Una de las esculturas es un nido de huevos sin reventar, que simbolizan esas vidas que no tuvieron la oportunidad de florecer.

Otra escultura, las escaleras que llevaron a cada una a “su propio cielo”, para “alcanzar las alas de libertad para volar en el universo, conocer los planetas y trepar en las estrellas”.

La artista

esta pieza rompe, y de alguna manera me ayuda a mi propia catarsis, cuando vi lo que tenía dije:¿y ahora qué es esto, qué hago con esto que siento? Esta pieza no tiene nada que ver con las otras piezas mías. Yo creo que todo lo que se ha vivido en este país es tan fuerte, tan grande, que cada quien a su manera tiene que expresar su rabia y su dolor. Esta fue mi forma de trasladar esos sentimientos de todos a esta obra.

Cuando le pregunté cuál fue su sentimiento al realizar la pieza, me respondió que la asedió un “permanentemente dolor, al mismo tiempo sentía solidaridad con las familias y las sobrevivientes”, habiéndole tomado “un año, y me tardé tanto tiempo porque me costaba mucho expresar lo que estaba sintiendo, cuando yo nunca había tenido una situación así. Entraba al taller y tenía muchos sentimientos que no sabía cómo plasmarlos en la obra”.

Esta pieza impactante se develó junto a una placa en honor a las 56 niñas víctimas de la masacre del Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Estaba acompañada de la muestra de arte Nos Duelen 56, con ilustraciones de las 41 niñas fallecidas, realizadas por 58 artistas nacionales e internacionales. Estas actividades fueron organizadas por la asociación La Alianza, una residencia de protección, abrigo y garantía de derechos humanos de niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual y trata, enfocándose en menores vulnerables y madres adolescentes. La asociación es dirigida por Carolina Escobar Sarti. Después de las cenizas… es un homenaje a las niñas, a la vida que sigue, al deseo de seguir trabajando por un futuro distinto para las niñas y adolescentes de Guatemala.