MI CUERPO, MI DECISIÓN
Estudiar el feminismo desde la perspectiva de las “olas”, atribuye a la segunda de estas, ubicada entre los años 60 y 80, el reconocimiento -como un hito histórico- de derechos del ámbito de la sexualidad, entre otras demandas políticas.
Por Emma López Penados
Hasta ese momento, la ganancia de derechos civiles como la educación en todos sus niveles; al trabajo; al divorcio; a las propiedades; al voto, se consideraban indicadores de haber alcanzado la igualdad. Sin embargo, en la práctica esto no transformó la sociedad, y es cuando mujeres, hablando con otras mujeres, se percataron que la realidad de puertas adentro del hogar también era importante nombrarla, porque las relaciones desiguales de poder en el ámbito que hasta aquel momento se consideraba “privado”, era una piedra angular en el sostenimiento del poder estructural.
Mujeres hablando con otras mujeres, se dieron cuenta de que lo que se cree que le pasa a una en lo individual, se repite en una cantidad significativa. Tan significativa que es necesario hablarla en lo público, de ahí que se nombre “lo personal es político”. De este movimiento derivó el reconocimiento del derecho a una vida libre de violencia, derechos sexuales y reproductivos.
Impulsar, llevar a la realidad y defender estos derechos ha sido un reto asumido por las generaciones de “olas” posteriores. De ahí que #MiCuerpoMiDecisión sea una etiqueta conocida y reivindicativa vigente.
Tan vigente que después de las elecciones presidenciales del tan cercano y tan lejano país, Estados Unidos, la etiqueta (hashtag) #TuCuerpoMiDecisión haya sido popularizada dentro y fuera del país, por un movimiento de hombres -alarmantemente jóvenes- reafirmando que con la llegada del nuevo presidente, la dominación e intimidación sobre las mujeres se vuelve política de país, que por supuesto, como bien sabemos, tiene influencia en la política global.
Algunos analistas han insistido en atribuir la victoria a elementos como la economía, la política migratoria, las repercusiones post pandemia de las que aún no se recuperan, las guerras activas, entre otras; y sí, todos estos hacen parte de un caldo de cultivo de desinformación que se ha creado estratégicamente, pero, no puede dejar de analizarse la fuerza que han cobrado dentro y fuera de Estados Unidos, los movimientos que se autodenominan conservadores y defensores de los valores tradicionales que consideran en peligro: La familia tradicional, el dominio de la sexualidad de las mujeres para preservar los mandatos “naturales” de reproducción, la educación de niñas y niños, el uso “adecuado” de la tecnología, entre otras.
Esto no es ajeno para las mujeres en Guatemala. No hace falta enumerar y nombrar las iniciativas de ley, discursos, y acciones administrativas y simbólicas que han pretendido retroceder en materia de derechos y reconocimiento de la participación de las mujeres en sociedad.
El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, un día de movilización y reivindicación para nosotras. Y nuevamente, tenemos razones para estar en las calles, desde nuestros trabajos, desde nuestros hogares, desde las redes sociales, reafirmando nuestra existencia, nuestras decisiones sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Vidas dignas.
Más que una etiqueta, una demanda, una realidad.