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Marylena Bustamante y su lucha por la memoria

Fotografía: Karen Lara

Marylena Bustamante Ortíz ha vivido fuera de Guatemala desde hace 39 años, tuvo que irse al exilio por la persecución política que se vivía en los años ochenta, eran tiempos de dictadura. Esto no la ha limitado a seguir en su incansable lucha por la búsqueda de su hermano Emil Bustamante, el sociólogo y veterinario, desaparecido el 13 de febrero de 1982 por el gobierno militar de Fernando Romeo Lucas García. La historia de Marylena es una muestra de la lucha por la memoria, en un país que retrocede en el reconocimiento de sucesos que han marcado su historia o que prefiere no recordar las más de 42 mil personas desaparecidas en el Conflicto Armado Interno (CAI), según la cifra indicada por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH).

Marylena es la menor de cinco hermanos. Fue estudiante de medicina y participó en el movimiento universitario, ser estudiante en esa época significaba, para el Estado, ser considerada enemiga.

A pesar de que han transcurrido 40 años desde la desaparición forzada de su hermano, su lucha sigue. Ella no ha parado de reunir fuerzas y pensar en todas las posibilidades para encontrar respuestas y caminos que la lleven a él.

Durante el CAI el ejército practicó la desaparición forzada como estrategia de guerra. Esto, según las Naciones Unidas, es una táctica que se usa constantemente para generalizar el miedo y el terror en la población. Los efectos de la desaparición forzada no se limitan a la persona desaparecida, ni a la familia o su círculo más cercano; sino que busca afectar de forma directa a la comunidad y sociedad en su conjunto.

El exilio

Marylena y su hermano aparecían en una lista de universitarios que matarían, según les dio a conocer una persona. Este fue un motivo para que ella saliera del país y se exiliara en Costa Rica. “Antes de cumplir 23 años me dijeron que aparecía en una lista de universitarios que iban a matar, que me cuidara porque me iban a matar o desaparecer. En el 78, cuando amenazaron a Emil ”.

Estando exiliada en Costa Rica, las cosas no sucedieron como se esperaba por lo que el tiempo en ese país fue corto. “Me desesperé, no encontré trabajo, no había manera de ubicarme en un lugar físico. Me regresé por tierra a Guatemala para esconderme y abandoné mis estudios. Estudiaba medicina, trabajaba ahí mismo, tuve que dejarlo, y me escondí. De pronto resulté embarazada de Ximena y me la llevé siendo ella niña.”

Al momento que se da la desaparición forzada de su hermano Emil, ella y sus otros hermanos mencionan que son quienes “dan la cara”.

En la memoria de Marylena también está el asesinato de Oliverio Castañeda de León, quien fue Secretario General de la Asociación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de San Carlos y fue asesinado el 20 de octubre de 2978. “Pensábamos que podía ser la vanguardia de un movimiento en Guatemala, jugó un papel importantísimo en la universidad, en ser la voz de miles, de ahí vengo”, expresa.

Para ella el exilio, es una categoría política, ”es cuando no puedes vivir en un lugar porque tu vida corre peligro, cuando tu hermano está desaparecido. No puedes vivir ahí porque pueden ir por ti, por estar buscando a tu hermano”.

En 1983, Marylena junto a su pareja y su hija viajan a México para exiliarse en ese país y desde entonces se encuentran viviendo allí. “Siempre pensando que íbamos a volver al rato, siempre estaban las maletas hechas. Echamos raíces, había que estudiar y trabajar. Hicimos una vida en México, es el país que me salvó la vida, me dio la oportunidad de trabajar y formar a mis hijos, que estudiaron en la universidad pública. México es mi segundo país por decisión y adopción ”.

La familia y la búsqueda por la verdad

En la familia de Marylena, la búsqueda de su hermano comenzó a ser cansada pues no encontraban respuestas. Algunos desistieron, sin embargo, para Marylena no terminó.

“Para seguir en esta búsqueda te tienes que llenar de resiliencia o una se muere, no logro entender cómo se puede decir ‘cerremos la página’. Cuando tú guardas silencio, ya no protestas y no exiges, no buscas los mecanismos legales, los pocos que puedan haber, estás diciendo a los perpetradores ‘ustedes hicieron lo correcto’. Si así hubiesen pensado las mujeres Abuelas de Plaza de Mayo no hubiesen recuperado a más de 500 nietos” .

Seguir luchando por la memoria

La foto de su hermano Emil le acompaña a cada espacio público o eventos que siguen marcando a Guatemala. Marylena ha estado presente en juicios históricos, como el caso donde se condenó por genocidio a Efraín Ríos Montt. Ha sido una seguidora de la justicia y ha visto cómo militares han estado en el banquillo de los acusados.

Foto: Cortesía

Actualmente Marylena tiene un matrimonio y dos hijos. Estudió psicología clínica con especialidad en violencia intrafamiliar y un posgrado en derechos humanos, que es a lo que se dedica. Además, ha trabajado con organizaciones internacionales como DIANA y en Washington se unió al grupo SOA Watch. Pero una de las cosas que no ha parado de hacer es buscar justicia.

Ser madre y ser una mujer en búsqueda de justicia también le ha traído un recordatorio fuerte de sus hijos, quienes en algún momento sintieron su presencia. “Yo tampoco me di cuenta de lo que significaba emocionalmente, lo que significaba para mis hijos esta búsqueda.”

Su lucha por la memoria y la justicia la ha llevado a visitar cementerios clandestinos en Santa Rosa, Salamá, en cualquier parte donde le den un indicio de la ubicación de su hermano. Incluso tuvo información que en la reserva militar de Mariscal Zavala habían cementerios.

Recientemente estuvo en Guatemala y se vacunó en el Mariscal Zavala, entrar a ese lugar le dio un sentir indescriptible. “Entrar a un lugar donde hubo detenidos desaparecidos ¿qué hicieron con tanta gente? yo investigué que en febrero de 1982 desaparecieron 70 personas más. Cuando iba a la Verbena todos los días revisaba, pero no tenía una cámara para tomar fotos.”

Con la pandemia hizo una pausa y ha trabajado cursos en formación en derechos humanos desde la Universidad Nacional Autónoma de México, donde logró hacer un diplomado sobre la crisis en derechos humanos en México con el eje central en la administración del presidente Peña Nieto y la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

“Lo mínimo que puede hacer es no guardar silencio, lo máximo sería poder encontrar sus restos. No me cansaré de buscarlo y exigir que me lo den, en alguna parte, están en alguna parte, lejos o cerca, están ahí. Hasta donde la vida me alcance seguiré buscándolo. Aquí, allá o en cualquier parte”, dice Marylena sobre su hermano Emil.

Marylena es una mujer que busca justicia y verdad en un país donde su lucha le ha costado el exilio. Eso no ha significado detener la búsqueda, sino luchar por una historia y memoria que, gracias a ella y más familias que buscan a sus seres queridos, tiene más voces y caminos que recorrer.

La búsqueda de Emil es la lucha de Marylena

Aproximadamente 42 mil personas fueron desaparecidas durante los años del Conflicto Armado. Los años más crueles vividos en Guatemala en la historia reciente fueron los años ochenta, se perpetraba genocidio contra la población maya y se atacaba selectivamente a los movimientos populares y a quienes trabajaran honestamente en el campo o en la ciudad.

Emil Bustamante era joven veterinario y sociólogo fue detenido y desaparecido el sábado 13 de febrero de 1982 en retén militar en la ciudad de Guatemala, fue visto terriblemente torturado el 23 de marzo de ese mismo año en el cuartel militar de Matamoros. Ese mismo día que el militar hoy condenado de genocidio Efraín Ríos Montt perpetró el golpe de Estado.

Marylena no deja de buscarlo, no deja de abrir un espacio en la cotidianidad para recordarnos que a quienes han desaparecido, nos faltan a todas las personas no solo a sus familiares. La hemos visto en muchas actividades con la fotografía de Emil colgada en su cuello sobre su pecho o con una pancarta. Como cientos de familias se pregunta:

“Dónde encuentro nuevas palabras para decir lo mismo, dónde encuentro la llave para abrir la puerta del silencio y romper el pacto de la ignominia. Son treinta y tres años de no saber de Emil Bustamante desaparecido un día como hoy, 13 de febrero de 1982, ni de los otros 45,000 seres humanos arrebatados de la faz de la tierra los que se esfumaron por obra y gracia de los hombres de la sin razón, de esos que se cubrieron de sangre hasta el último rincón de su alma. De los que cada día que se miran al espejo ven a sus víctimas indefensas sin nadie que haya ido en su auxilio porque los que los amamos no sabíamos dónde los tenían.

Tocamos todas las puertas posibles, hablamos con las personas que podían brindar ayuda pero el poder los cegaba nadie iba a arriesgar su vida cómoda de sicario en pro de un comunista, a esos había que darles con más fuerza esos, no se doblegaban ante nadie, murieron tal vez hincados a la fuerza pero de pie ideológicamente, eran demasiado dignos para unos vulgares genocidas”.

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos la desaparición forzada es cuando una persona es detenida o secuestrada por el Estado o por personas en nombre de éste. Frente a quienes reclaman la aparición de esta persona utilizando los mecanismos que el mismo Estado establece, éste niega la existencia en su poder de dicha persona, negando que haya sido detenida, por lo tanto negándole sus derechos legales y humanos.

El informe Guatemala: Memoria del Silencio, Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), publicado en el 25 de febrero de 1999, nos permite entender, los múltiples delitos cometidos durante el conflicto armado en Guatemala, haciendo una aproximación de la barbarie cometida por el Estado y sus fuerzas de seguridad desde 1962 a 1996. Según el informe Guatemala: Memoria del Silencio, una de las consecuencias principales del Conflicto Armado radica en el número de víctimas.

La terrible experiencia de la desaparición de un familiar

“32 años tenía Emil, mi hermano cuando fue detenido en un retén militar en la ciudad de Guatemala un sábado 13 de febrero de 1982. El día en que fue detenido, festejábamos la vida, mi hija Ximena cumplía su primer año, el tío Emil nunca llegó, tampoco el pastel, únicamente llegaron las noticias de su desaparición.

Gobernaba en ese ayer un General genocida, Romeo Lucas García que fue derrocado por el General Efraín Ríos Montt, quien llegaría a ser el máximo represor en los tiempos que duró el genocidio. Ríos Montt declaró en ese entonces, “no vamos asesinar sino a matar a todo aquel que se oponga al gobierno”, y lo cumplió, Emil estaba vivo en un cuartel militar el día del golpe, junto con él cientos de luchadores sociales.
Una se pregunta: ¿qué delito cometieron para merecer semejante castigo? Emil ni siquiera tuvo el privilegio de estar en los aberrantes tribunales de fuero especial, así por lo menos hubiéramos tenido su cuerpo.”

“Con el estallido del enfrentamiento armado interno en 1962, Guatemala entró en una etapa sumamente trágica y devastadora de su historia, de enormes costos en términos humanos, materiales, institucionales y morales. En su labor de documentación de las violaciones de los derechos humanos y hechos de violencia vinculados al enfrentamiento armado, la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) registró un total de 42.275 víctimas (…). Combinando estos datos con otros estudios realizados sobre la violencia política en Guatemala, la CEH estima que el saldo de muertos y desaparecidos del enfrentamiento fratricida llegó a más de doscientas mil personas”.