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Las mujeres y el trabajo en pandemia

Fotografía: Valeria González Pérez

Por: Valeria González Pérez

Las sociedades actuales han vivido un gran proceso de transformación en relación a la posición social de la mujer, cada vez más precarizada a la vez que asumen más desafíos en la esfera pública. La magnitud de este cambio se refleja en ámbitos tan significativos como el acceso a la educación, el mercado laboral. Así en las últimas décadas se ha observado una creciente incorporación en el mercado laboral, en la economía, en la política, en la ciencia, etc. Ámbitos de los que estuvo excluida durante siglos; sin embargo, es evidente que, a pesar del reconocimiento de igualdad de derechos en las leyes, la dimensión laboral sigue siendo un duro campo de batalla de la valía profesional o del estatus de las trabajadoras.

En la actualidad, cada vez es mayor la cantidad de mujeres formando hogares solas, donde son las encargadas de llevar ese sustento diario a su hogar. Es por ello que crece el número de mujeres dispuestas a empezar un viaje de emprendimiento laboral, las mujeres indígenas y del campo de Latinoamérica son un claro ejemplo de superación y de otras formas de subsistencia.

Tradicionalmente el concepto de desarrollo se ha considerado como mejora de la calidad de vida gracias al incremento del consumo en general. Sin embargo, este se amplía y en el Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas significa: “crear un entorno en el que las personas puedan hacer plenamente realidad sus posibilidades y vivir en forma productiva y creadora de acuerdo con sus necesidades e intereses».

De forma más concreta, y refiriéndonos a la actividad emprendedora como se le ha llamado, en los últimos meses, por la pandemia, a los pequeños negocios por cuenta propia. Para ellas es una manera de salir de la explotación laboral, que les permita superar las barreras del idioma o como única vía de supervivencia.

El emprendimiento ha sido una actividad considerada tradicionalmente masculina en la que, por una parte, se han asociado las características de la persona emprendedora (liderazgo, riesgo, racionalidad, innovación) con el estereotipo masculino (independencia, agresividad, autonomía) y, por otra, se han diferenciado y alejado del rol común de las mujeres (expresividad, empatía, sociabilidad, timidez).

Parece cada vez mayor la necesidad de las mujeres de ejercer como proveedoras económicas y materiales de la familia, les hace mirarse en actividades económicas y apropiarse de esta categoría: el emprendimiento, una estrategia que siempre han utilizado, y que es otra forma de luchar y de sobrevivir.