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Las guardianas de la memoria honran a sus difuntos con sabores y colores tradicionales

Los cementerios vuelven a la vida durante la celebración del Día de Todos los Santos, un día para recordar a aquellos que han partido de este mundo y donde se  perpetúa su memoria con cada ingrediente que llevan los platillos típicos de esta temporada. 

 La mesa está cubierta con un mantel ceremonial, ahí Leticia Salxot colocó los contenedores con los ingredientes para emplatar el fiambre. Foto: Mirna Alvarado.

Por Mirna Alvarado 

En estas fechas de noviembre, la mesa de las familias guatemaltecas se llena de diversos platillos. El fiambre es uno de los principales, aunque no pueden faltar las torrejas, molletes, jocotes en miel, ayote en dulce y manzanillas en dulce, entre otros. 

En su mayoría, las mujeres son las encargadas de estas preparaciones que vienen de recetas ancestrales, heredadas de generación en generación, con lo que se demuestra que son ellas las guardianas de la conservación de la memoria e identidad de los pueblos. 

En el departamento de Quetzaltenango se degusta el fiambre rojo y blanco, una comida que contiene vegetales como remolachas, frijoles rojos tiernos, habas, col de bruselas, zanahorias y otros más. Estas pasan por un proceso de encurtido, “que se trata de reservarlos en vinagre y especias aromáticas”, comentó Leticia Sacalxot, originaria del barrio San Bartolomé, zona 1. 

Leticia suele iniciar tres días antes del 1 de noviembre con los preparativos, que incluye el encurtido. Para cortar las verduras le ayudan sus hijas, Brigitte y Nathaly. “Esta es una receta de mi abuela paterna, de pequeña ella me enseñó a cortar las verduras, hacer la conserva, seleccionar los embutidos que lleva, los tipos de queso que combinan con el plato, y demás”, refirió. 

Además, para Leticia es muy importante que sus hijas se involucren en la preparación de estas comidas, para seguir con la tradición. “Espero al igual que mi abuela transmitir esta herencia gastronómica a mis hijas y que ellas en memoria de nuestras ancestras la puedan trasladar a las suyas”, mencionó.

Un ingreso extra

El fiambre, además de ser una comida infaltable que promueve la unión familiar, también se convierte en una fuente de ingresos extra para algunas familias. Ingrid Marroquín, de la zona 7 de la ciudad altense, empieza a recibir pedidos desde finales de septiembre.

“Comencé a petición de familiares que dijeron que les gustaba mi sazón, después se corrió la voz y ahora llevo 9 años haciendo fiambre para vender. Utilizo 14 verduras, 10 enlatados, 25 tipos de embutidos, jamón, salchicha y cerca de 12 tipos de quesos, es una fiesta porque todos en familia colaboran en la preparación”, explicó Marroquín.

Ella vende el fiambre en diferentes presentaciones, una bandeja de una libra que cuesta entre Q100 o Q125; tiene presentaciones de dos, tres y cuatro libras, las cuales comienza a entregar desde el 30 de octubre. “Este año tengo alrededor de 40 clientes, han hecho pedidos de diferentes presentaciones, es sin duda una temporada que nos favorece para tener un dinerito extra”, afirmó. 

Ericka Domínguez es otra mujer emprendedora que, aprovechando su talento en la cocina, junto a su familia generan ingresos por medio de la venta de fiambre.  “Mi mamá me enseñó a preparar fiambre desde muy chiquita, le ponemos sentimiento porque recordamos a nuestros abuelos y abuelas y otros familiares con quienes compartimos en el pasado esta comida”, dijo.

Ericka Domínguez lleva 20 años preparando fiambre, lo aprendió de sus ancestras pero hasta hace cuatro años que comenzó a venderlo. Foto: Mirna Alvarado

Domínguez comienza con la conserva de verduras tres días antes y el emplatado lo hace junto a sus hijos el 1 de noviembre, “así los platos van frescos”,aseguró. Ella, al igual que Marroquín, ha usado las redes sociales para promocionar su emprendimiento, de esa cuenta Ericka debe entregar cerca de 45 pedidos. 

El dulce encanto del ayote 

Encarnación García, originaria del Valle de Palajunoj, comentó que en su casa no se come fiambre, sino dulce de ayote y torrejas. “La tradición es esta, sí hemos comido fiambre pero no a todos nos gusta, entonces para unir a la familia, mi abuela preparaba un apaste (olla de barro de gran tamaño) de ayote, se le agrega elote, camote, canela, y panela en lugar de azúcar”. 

Además de degustar el ayote en dulce, conocido también como miel de ayote, García y su madre van al mercado cantonal de El Calvario, en zona 1 de Quetzaltenango, cerca del cementerio general y ponen a la venta los ayotes que ha cosechado en su propia huerta. 

“Estos ayotes son verdes por fuera y amarillos por dentro, si por dentro está amarillo pálido, significa que no está lo suficientemente dulce y habrá que ponerle más azúcar o panela, a este ayote se le conoce como la calabaza criolla. En este territorio no se puede cosechar el ayote negro, ese se da en tierra caliente y por eso viene de la costa”, explicó. 

 Preparando el dulce de ayote. Foto: Mirna Alvarado.

Tejidos de Siempre viva

La época, además de ser propicia para estrechar lazos familiares, es una oportunidad para adornar las tumbas de los seres queridos, por eso Carmen y Josefa Méndez, originarias de Totonicapán, ocuparon desde el 29 de octubre un espacio en el mercado cantonal de El Calvario, ahí con mucha paciencia elaboran coronas decorativas hechas de una flor llamada Siempre viva. 

Es una pequeña flor que emana de las hojas verdes de la planta que, según contó Carmen, suele verse como una alfombra, pegada en la tierra o trepada en la pared de su casa. 

“Nosotros la sembramos en el patio en memoria de nuestros bisabuelos, nuestra madre nos contaba que ellos hacían las coronas y nos enseñaron la técnica del tejido. Hay que hacerlo con cuidado porque la planta es muy frágil”, indicó. 

Las coronas son de diferentes tamaños y estilos, hay en forma de estrella, redondas, de corazón y otros. “Tengo 35 años de venir a Quetzaltenango y vender coronas, la gente prefiere estas coronas porque aguantan mucho tiempo en altas temperaturas, y si se comienza a secar pero cae una llovizna, por muy leve que sea, esta planta vuelve a la vida, de ahí su nombre”, dijo Vicenta Colop. 

Colop está acompañada de su padre y madre, su papá dice que aprendió de su madre la técnica para entrelazar el tronco de la Siempre viva al marco de juncos, utiliza un hilo resistente, blanco amigable con la planta para no dañarla.

El trabajo en equipo es pilar para que las tradiciones sigan de generación en generación. Foto: Mirna Alvarado

“Mi papá lleva más de 70 años haciendo estas coronas, aprendió a sus cinco años, él le enseñó el arte a mi mamá y cuando mis hermanos se casaron también le trasladaron estos conocimientos a mis cuñadas, para que no se pierda esta tradición familiar, de sembrar, cosechar y confeccionar las coronas de Siempre viva”, afirmó.

El Día de Todos los Santos encierra diversidad de tradiciones que han sido heredadas de generación en generación. Es una oportunidad para conectar a través de la memoria con aquellas personas que no están físicamente presentes, pero que perviven a través de los recuerdos y sus enseñanzas.