RUDA

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La silenciosa violencia estética

Diseño fotográfico: Karen Lara

La vida de Sol* cambió cuando visitó un spa en zona 14, buscando cuidar su cuerpo, se encontró con una ejecutiva de ventas que la convenció para alcanzar unos glúteos perfectos como los de ella, a través de una cirugía plástica. El supuesto cirujano plástico, José Fernando Arroyo Vega, llegaba a ese spa y por la tarde se dedicaba a atender en su propia clínica para este tipo de intervenciones.

Arroyo es el mismo falso cirujano plástico que el 2 de febrero del 2022 fue capturado por usurpación de calidad, pero no tocó la cárcel porque fue llevado al hospital por un dolor en el corazón, y en 48 horas pagó Q90 mil para evitar la prisión.

Para Sol, ese día en el spa sigue presente. “En su momento yo fui a un spa, ahí estaba la ejecutiva de ventas y ella de alguna manera me convenció que para elevar las pompis era necesario una intervención quirúrgica. Vi que ella se lo había hecho, por eso se miraba estéticamente muy bien. De hecho ahí mismo estaba trabajando este doctor. Ella me mando directamente con él y él directamente a otra clínica”.

La cita con Arroyo y el costo de la intervención fue de Q12,500, luego él le dijo: “Si este producto le causa algún problema o el cuerpo lo rechaza, no tenga pena porque es producto natural, el cuerpo lo va sacar fácil”. El producto no era natural, se trataba de biopolímeros. De acuerdo con varias páginas en Internet el uso del producto está prohibido, ya que son sustancias que el cuerpo de una persona no absorbe y que producen daños irreparables. El peligro, especialmente, radica en que son sustancias imposibles de eliminar por parte del organismo y su infiltración genera problemas inmunológicos.

El caso de Sol ilustra los riesgos que las mujeres corren por la búsqueda de satisfacer ciertos cánones de belleza, modelos que son promovidos socialmente y que ahora tienen un nombre: violencia estética. Para la escritora y socióloga feminista venezolana Esther Pineda, la violencia estética es un conjunto de prácticas que ejercen presión y discriminación sobre las mujeres para obligarlas a satisfacer el canon de belleza, la cual se fundamenta en cuatro premisas:

-El sexismo
-El racismo
-La gordofobia
-La gerontofobia

Al mismo tiempo que incluye las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que de ella se derivan. La categoría de violencia estética la nombró Pineda por primera vez en un artículo de opinión en el año 2012 en una columna que mantenía en el diario La Red 21 de Uruguay.

Sol, con las palabras de Arrroyo no esperaba una reacción negativa en su cuerpo “a los meses empecé a sentir una molestia arriba de los glúteos y tocándome sentí una pelotita, dije ‘¡qué raro!’ Me asusté”. Inmediatamente fue con Arroyo. La sorpresa fue que ya no se encontraba en la clínica de la 4a. Avenida A 21-35 de la zona 14. El falso cirujano ya se había cambiado de clínica.

Aun así, consiguió la nueva dirección y lo encontró. “De alguna manera dejaron la información, le comenté el caso y me dijo que me iba a mandar con otro médico cirujano plástico y pues me dejó en manos de este otro y se desentendió de mi persona. El otro médico me dijo lo que me estaba pasando: él te puso biopolímeros y eso ya no sale del cuerpo, es como un cáncer, es irreversible.”, cuenta Sol.

Esta noticia impactó su vida para no darse por vencida regresó con Arroyo para buscar una solución. Sin embargo, este le dijo que por medio de unos ultrasonidos bajaría la inflamación. Estos ultrasonidos se ofrecen aún en una página de Instagram con el usuario Clinicamedsthetic y se llama “ultrasonido Hifu” (Ultrasonido focalizado de alta intensidad) que se recomienda no usar en heridas, implantes o mujeres embarazadas. En esa cuenta de la red social aparece la ubicación de 6 avenida 3-95 zona 10, Edificio Hope, segundo nivel, oficina 01, según información de Sol es otra clínica donde atendía Arroyo.

Aunque no bajó la inflamación, el supuesto cirujano plástico le llamó para ofrecer Q2 mil para continuar las sesiones de ultrasonido. Sol dejó de frecuentarle, y después él le llamó para que asistiera con un naturópata que “la ayudaría a sentirse mejor” y a cambio le tendría que firmar un desistimiento,un documento legal que lo librará del daño hecho a Sol. Ella se negó y se dirigió al Ministerio Público (MP) a realizar la denuncia. En el MP no querían tomar la denuncia, con la excusa de que no procedería, se quedaría engavetado” hasta que insistió, y se la tomaron.

El Instituto de Ciencias Forenses (Inacif) le aseguró a Sol que Arroyo compró en Estados Unidos el material y lo pasó dentro de la bolsa de su chaqueta, lo cual no fue reportado por ese motivo.

Por varias demandas en contra del supuesto cirujano plástico, tiene la obligación de no realizar ningún procedimiento de cirugía estética, hasta que obtenga la habilitación según una orden de aprehensión.

Sol conoció a otras mujeres que han sido afectadas por Arroyo y médicos cirujanos que lo califican de usurpador. Ella ha sido de las pocas que ha enfrentado el camino de la justicia penal y alzado su voz. “Nosotras como mujeres, si algo nos afecta en nuestro cuerpo, seamos sinceras con nosotras mismas, y si alguien nos ha afectado denunciemos, no nos quedemos calladas. Es cierto que como mujeres nos da pena, nos da vergüenza que nuestros familiares se enteren porque muchas lo han ocultado hasta con sus esposos, pero sí es necesario hacerlo para que quede un precedente en nuestro país, porque esto no puede seguir pasando. Y que los médicos cirujanos plásticos hagan algo más que solo escuchar la voz de las pacientes, sino que también ellos empiecen a crear conciencia, leyes o alguna normativa que prohíba que esos lugares hagan ese tipo de cosas que afectan la salud de la paciente, la vida en general de la paciente”, expresa al terminar de contar su testimonio.

Otras violencias estéticas

La socióloga Pineda en sus aportaciones a este tema también analiza las famosas aplicaciones de edición corporal que están disponibles en los dispositivos móviles algunas gratuitas y otras de pago, que “ofrecen y reproducen estereotipos de belleza hegemónicos, tradicionales y mediatizados, esto quiere decir que siempre apuntan a blanquear, adelgazar y rejuvenecer; tienen consecuencias en quienes las consumen porque permiten a las mujeres “probar” de forma muy fácil cómo se verían con determinados cambios en su físico.Esto pueden generar trastorno dismórfico corporal, adicción al recibir recompensas en las redes sociales, y puede convertirse en la motivación o incentivo para la realización de procedimientos estéticos y quirúrgicos para satisfacer el estereotipo de belleza”, explica.

Gordofobia

El odio a la gordura también es otra realidad que toca a las mujeres. “La gordofobia es la discriminación y estigmatización hacia los cuerpos gordos para controlar y disciplinar el peso, porque se salen de los patrones de la belleza hegemónica, que tiene repercusiones según el género y la sexualidad de la persona considerada gorda”, señaló Lucia Robles, de la Colectiva Feminista “Gorda sin Chaqueta”.

Puedes encontrar más información sobre la gordofobia otra violencia estética presente en la sociedad:

¿De dónde viene esta violencia?

Para la psicóloga feminista Carola Estrada la violencia estética está presente en Guatemala. “Con todas estas creencias sobre nuestros cuerpos, formas y comportamientos. Tenemos una forma particular de tratarnos. Decimos ‘Tan bonita que se ve este tipo de ropa’, es una demanda, pero tiene un contenido moral muy fuerte. Te lo enseñan desde pequeña, ‘te ves bonita’, cómo una forma de decir, eres buena, estás dentro del esquema de ser una mujer, es a quienes más nos toca. Los hombres en cambio ‘entre más feos, mejor’ dicen ellos”, manifiesta.

Las iglesias fundamentalistas son otros espacios que, según la experta en la conducta humana, envían estos mensajes. Con el fin de estar en un esquema de convertir a las mujeres en las buenas. “La fuerza moral y la obligatoriedad de llenar el esquema de la demanda especialmente para nosotras las mujeres”, señala Estrada.

Desde aspectos cotidianos se puede ver la violencia. El decidir cómo llevar el cabello o vello en el cuerpo “lo natural es el cuerpo como es. ‘Tenés que depilarte, aclarar tu piel, pintar tu piel’. Una connotación capitalista de consumo. También pasa en la práctica, por una lucha por encontrarnos, o estoy en contra del sistema o me rebelo contra él”, subraya.

Las empresas además de las iglesias también tienen los conocidos códigos de vestimenta, algo donde se puede comprobar represión y parte de esta violencia. Como señala la psicóloga “desde que se decidió que hay un código de vestimenta en los bancos, uñas pintadas, el pelo no puede ir suelto, son cosas que encuentras si te pones a ver los códigos de vestimenta”. Estos códigos generalmente son más estrictos para las mujeres que para los hombres.

“Si no te peinas igual, para descalificar a otra mujer, se dicen comentarios como que ni siquiera usa crema para peinar. Existen jabones para nuestras partes íntimas, hay un proceso muy fuerte. Es una cuestión de estatus y una demanda empresarial. Es represivo, dentro de esos esquemas de no poder decidir de cómo usas tu cabello”, agrega Estrada.

Las violencias hacia las mujeres están latentes en la cotidianidad y en todo lo que nosotras somos, cuestionarlo es un paso importante, como lo dijo Simone de Beauvoir: “El cuerpo no es una cosa, es una situación, es nuestra comprensión del mundo y el boceto de nuestro proyecto”.

Cumplir con el canon de belleza impuesto pone en riesgo la vida de las mujeres al someterse a procedimientos riesgosos como cirugías estéticas innecesarias, ya sea de glúteos, rostro, abdomen, senos o hasta la “reconstrucción de himen”. Esta problemática que pertenece a la industria de la belleza somete a las mujeres al dilema de ser o no ser la “mujer perfecta”, con un alto costo tanto económico como físico y psicológico. Es por ello que cabe cuestionarse ¿vale perder la vida para satisfacer a otros?

Sol* es un nombre ficticio utilizado para resguardar la identidad del testimonio.